miércoles, julio 16

¿Es Beyoncé feminista negra? Un análisis más allá del espectáculo

En 2014, el nombre de Beyoncé se proyectó sobre un escenario junto a una palabra que desató el entusiasmo entre las asistentes al evento: “FEMINIST”. Fue en los MTV Video Music Awards, con unos fragmentos de un discurso de Chimamanda Ngozi Adichie sonando como fondo. Desde ese momento, muchas personas han querido colocar a la artista en el grupo del feminismo negro. Pero, ¿es Beyoncé realmente una feminista negra? ¿O estamos ante una imagen pública meticulosamente elaborada, una comedia empapada de capitalismo?  

La pregunta que me hago hoy no busca despojar a Beyoncé de sus méritos artísticos ni de su impacto en la cultura negra y a nivel mundial. Por el contrario queremos examinar lo que representa dentro del debate del feminismo negro, precisamente en un momento donde lo simbólico corre un riesgo cierto de sustituir a lo político.

Beyoncé símbolo de representación

Beyoncé Knowles-Carter es, que duda cabe, una de las mujeres negras más influyentes del planeta. Ha ocupado territorios históricamente vedados a las mujeres negras —desde la actuación en la Super Bowl hasta la portada de Vogue— y ha llevado su condición de afrodescendiente al al espectáculo del pop global.  

Con Lemonade (2016), Beyoncé nos regaló un álbum visual profundamente arraigado en la historia y estética de las mujeres negras del sur de Estados Unidos. Con referencias a las madres desaparecidas, al dolor heredado, a los linchamientos, al pelo afro como acto un político, y a la maternidad como resistencia frente al supremacismo blanco. Fue un trabajo musical alabado por ciertos sectores del feminismo negro, que lo vieron como una reivindicación de lo íntimo, lo político y lo ancestral.  

Pero también recibió críticas: ¿puede una artista multimillonaria hablar de opresión estructural sin entrar en contradicción? ¿Hasta qué punto su trabajo es una apropiación del discurso político de los márgenes para convertirlo en mercancía vendible?  

Entre el neoliberalismo y el empoderamiento

Beyoncé nos lleva a preguntarnos si es posible practicar un feminismo negro desde una lógica neoliberal.

El feminismo negro, tal como lo han formulado autoras como bell hooks, Angela Davis, Audre Lorde o Patricia Hill Collins, se articula desde la lucha contra el racismo, el capitalismo, el patriarcado o la heteronormatividad. No se trata de subir peldaños en la escalera del poder, sino de demoler la escalera por completo.  

Beyoncé, además, representa un tipo de “empoderamiento” que encaja con el sueño americano del éxito individual, riqueza, visibilidad. En su universo, la liberación pasa por ser tu propia jefa, construir tu propio imperio, ser la mejor versión de ti misma, o al menos la más rica. Pero esa narrativa es excluyente por naturaleza: solo unas pocas pueden alcanzarla, y casi siempre dentro de las reglas del mercado. La politóloga estadounidense Keeanga-Yamahtta Taylor piensa que el feminismo negro se vacía de contenido cuando se convierte en “marca”. Es decir, cuando en lugar de enfrentarse al poder, se utiliza para dulcificarlo.  

Las contradicciones en el imperio empresarial de Beyoncé son más que preocupantes. Su línea de ropa deportiva Ivy Park, que predica un supuesto empoderamiento femenino, ha sido objeto de acusaciones de producirse en «sweatshops» en Sri Lanka, con salarios muy bajos (aproximadamente 54 céntimos de euro por hora) y condiciones laborales de semiesclavitud, incluyendo la prohibición de sindicalización y el encierro de trabajadoras por la noche. Esto tira por tierra el mensaje de empoderamiento de la marca. Sus marcas de cuidado capilar (Cécred) y whisky (SirDavis) están en la orbita de la industria del lujo, lo que se contradice directamente con un discurso de justicia social.  

Los críticos argumentan que el supuesto activismo de Beyoncé es, sobre todo, una manera más de hacer caja y de aumentar su ya descomunal fortuna. Su opulento estilo de vida, con compras de lujo, casas , coches de lujo, etc. , contrasta con las luchas socioeconómicas de las comunidades a las que dice apoyar. Lo que implica esto es que se beneficia de un sistema que ella en realidad no quiero desmantelar, sino aprovecharlo para engordar su cuenta corriente. .  

No es solo identidad

Uno de los mayores errores que se cometen sobre el feminismo negro es pensar que con ser una mujer negra basta para encarnar todas sus posturas y enseñanzas. Pero el feminismo negro no es una identidad, es política que llevar a la práctica.  

Ser feminista negra implica una posición muy nítida contra las estructuras de opresión. Hay que incomodar, arriesgarse, organizarse, cuestionar los privilegios —propios y de otros—. Es, como decía Audre Lorde, aprender “a convertir el silencio en lenguaje y acción”.  

Tiene sentido preguntarse dónde está Beyoncé cuando cierran clínicas abortivas en el sur profundo de EE.UU o qué papel ha tenido frente a la criminalización de la juventud negra, la gentrificación o el racismo ambiental. ¿Ha utilizado su plataforma para visibilizar luchas colectivas que no se centren en su propia figura?

Esto no significa que Beyoncé no haya hecho cosas importantes por las mujeres negras y la comunidad. Su visibilidad ha sido importante para muchas niñas y y mujeres negras que nunca se habían visto representadas con poder y sensualidad en el mainstream. Ha colocado en la agenda temas tabú y ha contribuido, aunque sea de forma sesgada e interesada, a que se hable de feminismo negro a nivel global.  

Tampoco tratamos aquí de exigir pureza ideológica como unas inquisidoras del feminismo negro. Este es un rasgo infantil. Se trata, sobre todo, de distinguir entre lo simbólico y lo estructural. Entre un gesto valioso y un posicionamiento político real y sostenido en el tiempo. Es importante tener claro que muchas críticas a Beyoncé pueden venir de una ignorancia blanca, es decir, la incapacidad de quienes tienen privilegios para comprender las experiencias de las personas racializadas.  

Quizás, como decía Toni Morrison a sus estudiantes: «sólo recuerden que su verdadero trabajo es que si están libres, necesitan liberar a alguien más; si tienen un poco de poder, el verdadero poder es empoderar a alguien más.». Beyoncé puede ser esa puerta de entrada, pero no debe ser el destino. El feminismo negro no necesita reinas pop, sino comunidades organizadas, prácticas transformadoras y voces críticas que no se centren en si mismas.  

Nos gusta Beyoncé como artista. Es una hermana. Pero cuestionamos a Beyoncé como ícono político. Tenemos que seguir construyendo más allá de esto. Esa es la complejidad que exige el feminismo negro hoy. El camino hacia la liberación afrofeminista es, sobre todo, colectivo y sistémico, y transciende la influencia de cualquier estrella del pop.  

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