A partir de la creciente movilización de mujeres en Latinoamérica en busca de una verdadera igualdad de género y en la erradicación de la violencia contra ellas, la narrativa feminista que se promueve pone siempre por delante las opresiones ejercidas por el patriarcado y a sus efectos en cómo entendemos y expresamos el género.
Claro está que es importante rebelarse ante la dominación masculina que continúa en todos los ámbitos sociales; de las que podemos señalar el modelo androcéntrico que impulsan en el lenguaje y a los roles asignados desde la infancia determinados por el sexo con que se nace, y que terminan prolongando las relaciones jerárquicas entre hombres y mujeres.
Pero lo que ocurre no es nada contra lo que se menciona, sino que un movimiento que pretender a toda la diversidad de mujeres identificarse con él, relegue a otro plano de sus discusiones las distintas formas de opresión que sufren algunas mujeres por su raza, su clase y/o su orientación sexual, puesto que las atraviesa de igual manera que las opresiones experimentadas por su género.
Como ya se conoce, dentro de cualquier colectivo los asuntos que se tratarán como primordiales serán los que beneficien el grupo al cual representa, por lo tanto, siendo el activismo feminista con más alcance mediático el liderado por mujeres blancas, las cuestiones que se expongan como más relevantes puedan ser abordadas desde una perspectiva y experiencia privilegiada. Porque cuando a todas las mujeres se las incluye en una categoría que es entendida como universal, permite que se invisibilice la triple opresión que enfrentan las mujeres racializadas y sin privilegios de clase que poco pueden sentirse representadas en un movimiento conforme con la cultura occidental supremacista blanca.
Abrir paso a una conversación que transforme el discurso desde la interseccionalidad y que a partir de él comiencen a gestarse nuevos métodos de lucha pensados por el vínculo inherente entre el género, la raza y la clase, por medio del que el sistema patriarcal supremacista blanco ejerce violencia contra las mujeres negras y no blancas, es que, desde los espacios feministas y con mayor recurrencia, se escuchen las voces de aquellas mujeres que incluso el mismo movimiento ha subordinado.
Incorporar las cuestiones importantes para todas las mujeres racializadas y no solo que prevalezcan los intereses de las mujeres que pertenecen al grupo hegemónico, es dirigirse hacia una convivencia más empática, plural y justa, es reconocer la existencia de dos grandes violencias como las son el racismo y el sexismo; que cuando eres una mujer negra, constituye un peso histórico que cosifica y deshumaniza tu cuerpo.
Joan Collins
Periodista panameña y estudiante de español.
Ha publicado diversos textos en revista Afroféminas (España), periódico Capital Financiero y revista Concolón (Panamá).
Formó parte de la antología poética ‘Sanaré: Sanar juntxs desde la palabra’ (Puerto Rico,
2021).
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