Hemos tenido la suerte de entrevistar a la periodista madrileña Lucía Asué Mbomio Rubio. De madre española y padre ecuatoguineano. Premiada como joven referente afrodescendiente y como una de las 30 afrodescendientes europeas más relevantes.
Afroféminas: Lucía, hay muchas cosas que querría preguntarte, pero hay algo que me ha llamado especialmente la atención. Se trata de la anécdota sobre Blanca Nieves. Me gustaría empezar por ahí.
Lucía: Si.. Quiero pensar, la verdad que en la generación de tu hija, la generación de ahora estas cosas serían imposibles. Pero cuando éramos pequeños, normalizábamos una serie de cosas, que no son normales. Y si ahora la gente se queja que hay poca gente negra, imaginaos en aquella época.
A: ¿Qué época era esa?
L: Yo nací en 1981, empecé a ir al cole en el 1987. Finales del 80´y principios de los 90´.
Siempre sacaba muy buenas notas. Mi padre es profesor y, los hijos de profes tendíamos a sacar buena nota . Más bien era un poco empollona, tocaba el piano y siempre en las obras de teatro me daban el papel de protagonista (aunque tengo que decir que siempre he sido bastante mala como actriz ya que me ponía muy nerviosa).
El caso es que llegó Blanca Nieves y me dije: ¡ Al fin voy a ser princesa aunque lleve el pelo corto, pensé!. Porque yo, al menos,¡no había visto a ninguna princesa con el pelo afro!
Llevaba el pelo muy corto, porque mi madre, no sabía qué hacer con él, así que se encargaba de cortármelo mi padre…
El caso es que llegó mi súper oportunidad pero no me dieron el papel protagonista. No me dieron ningún papel, de hecho.
-¿Cómo vas a ser tú de Blanca Nieves? En todo caso de negra carbón.
Y lo peor de todo eso, no fue que me lo dijera sino que a mí me pareciera normal.
Peor aún fue que yo solicitara bailar una canción africana en el descanso… ¿Auto reivindicación? ¿Auto encasillamiento? No lo sé… Era pequeña…
Finalmente, fui bruja. Y ni siquiera la madrastra cuando es guapa, sino cuando es bruja, cuando se transforma. O sea no podía ser Blanca Nieves, pero si podía ser bruja.
Claro son cosas que cuando eres pequeña no interiorizas. Yo puedo decir que no he crecido traumatizada pero sí muy huérfana de referencias. Cuando hablo con negros ingleses, americanos, franceses, les digo siempre “No tenéis ni idea de lo qué es crecer solos”.
Tanto es así que cuando me preguntaban cómo era una persona, si quería decir que era blanco, afirmaba que era «normal», como si ser negro no lo fuera. Y en realidad, era así, básicamente por la escasez de gente negra (o de otras etnias) que había.
Pienso que, pese a todo, he sido súper afortunada porque mi madre (ella es blanca) por estar donde estamos, siempre nos ha recordado a mi hermano y a mí que en España éramos negros, así nos hemos ahorrado quebraderos de cabeza y líos identitarios que, ya mayores, hemos reinterpretado.
Yo, realmente ahora reivindico que nosotros somos mestizos, porque no quiero ningunear a mi madre, ni su herencia biológica ni cultural. Pero, creciendo en España, por aquel entonces sólo había dos opciones: O eras blanco o eras negro y yo tenía claro dónde estaba. No era el caso de unas conocidas cuya madre les repetía “vosotras sois mulatas” y que cuando en el colegio le llamaban negras lo pasaban fatal.
Ellas, han crecido y yo también. No hay recetas fáciles ni fórmulas infalibles.
Con todo, había zonas y zonas… En Móstoles (Madrid), por ejemplo, sí que había más, de hecho, contaban con un barrio al que apodaban Malabo 2 (un barrio en Madrid en el que cuando en España no había mucha inmigración, se concentraron varias familias de origen ecuatoguineano) y ahí te sentías como yo ahora mismo me puedo sentir cuando voy a Londres.
En Alcorcón (Sur de Madrid, unos 180.000 habitantes actualmente) éramos menos, es más, éramos tan pocos que casi todo el mundo nos conocía. Fíjate que me perdí una vez estando en párvulos (tenía 4 años) y me llevaron a casa unos niños porque sabían que mi padre era el profe negro y, por supuesto, conocían el sitio en el que vivíamos.
Ya te digo, son cosas que no me han generado traumas, pero una vez tienes tu proceso de toma de conciencia y tu reinterpretación de tu historia, ves las cosas de otro modo.
A: ¿Cuándo empezaste con ese proceso? Es decir, ¿cuándo llegó el cambio para ti?
L: Pues como mi padre es africano, yo siempre he tenido mucho interés por leer historia de África. Ese interés se vio alimentado por conversaciones, música, video y un viaje a Marruecos cuando sólo tenía 3 años para que pudiera conocer África.
Fuimos en un Renault 5 desde Madrid, toda una aventura y según me cuentan, yo no paraba de preguntar cuántos Kms quedaban para llegar a Guinea Ecuatorial (país del que procede mi padre).
Yo supongo que para mi padre, no tanto para mi madre porque ella nunca ha sufrido el racismo en primera persona, debe ser complicado, todo un esfuerzo transmitir su herencia estando a casi 6000 Km del lugar que le vio nacer. Él también debe haberlo pasado mal, llegó en los 60… ahí sí que eran pocos. En su generación casi todos lo que venían, lo hacían para estudiar.
En cuanto a mi madre, pese a no haber padecido racismo hacia ella, nos ha tenido dentro durante 9 meses… Eso no es poco…
Aunque me desvíe del tema, quiero aclarar que el estereotipo que hay hacia el inmigrante, en general, es muy reciente, de los 90, de cuando llegó un flujo migratorio mayor. Los de la época de mi padre llegaron, en su mayoría, teniendo DNI español porque el país era colonia todavía… Pese a todo, llamaban mucho la atención.
“Es negro pero habla como un ministro”
Yo empecé a escribir un libro sobre mujeres que en la época franquista estuvieron con hombres negros y es verdad que a casi todos los padres, franquistas o no, les horrorizó la idea. A casi todos. Pero no existían las connotaciones que hay ahora hacia la población negra. De ninguna de las maneras. No les hacía gracia porque les parecía salirse del tiesto, básicamente, pero casi todos ellos eran abogados, médicos o profesores y muchas veces, de hecho, tenían mucha más formación que las familias españolas.
Eso me hace recordar la anécdota de una amiga cuyo abuelo era de un pueblo de Jaen, le dijo a su hija (o sea, a la madre de mi amiga): “ Es negro, pero habla como un ministro”. Era otra época y no digo que lo tuvieran fácil, porque tengo historias de mujeres a las que sus padres les negaron la palabra durante mucho tiempo hasta que nacieron sus nietos.
Mi abuelo era franquista, pero en su caso, la verdad es que no lo llevó especialmente mal. Eso sí, mi madre tardó muchos años en presentárselo.
A: ¡Muchos años!
L: Eran compañeros en la facultad. Fue mi madre la que se acercó a él. En plan mira tengo aquí las preguntas del examen. Mi padre dijo que él no, que él quería aprobar por sus propios métodos. Mi padre suspendió, mi madre aprobó y después se encontraron en la revisión de exámenes y, a partir de ahí, empezaron una relación. Pero tardó mucho en presentárselo a mi abuelo. Luego mi abuelo le adoró, porque él siempre sintió que mi padre para él era su hijo y mi padre ha tratado a mi abuelo como si fuera su padre de verdad. Eso está muy dentro de la tradición africana, tratar a la familia de la mujer como la propia. Entonces con mi abuelo no hubo problemas, pero esa época debió ser durísima para muchos y muchas.
Siguiendo con el tema de referentes, recuerdo que mi padre tenía una alumna dominicana. Esto quizá pueda parecer banal, pero es que nosotros no teníamos a ningún nivel, ni siquiera estético.
Y eso era duro… Yo recuerdo que a mí me encantaba disfrazarme de árabe (disfraz, no vestirme de árabe, lo aclaro porque las árabes no se visten así), teniendo en cuenta el estereotipo con velo y demás… Me gustaba por taparme la nariz y la boca. ya que ninguna de las dos cosas me gustaban por ser más grandes o anchos que el resto. Y qué decir de mi pelo… Entonces iba tapadita tan ricamente.
En cuanto a los niños… tampoco tenía éxito… Les caía bien y ya está, no les parecía guapa. En cambio, con mi hermano era distinto. No sé si es que era más mono de pequeño, que también puede ser, que fuese más guapo, pero yo creo que las mujeres siempre han sido más abiertas. De hecho el grueso de las parejas mixtas que habían en España, que no allí, se componía de mujeres blancas y hombres negros.
En Guinea era diferente, ahí eran más los hombres blancos con mujeres negras, pero no siempre mantuvieron relaciones estables y , en infinidad de ocasiones, las abandonaron igual que a sus hijos mulatos.
A: O sea, ¿crees que las mujeres en este caso fueron más valientes?
L: Sí, y no por estar con un negro, sino por atreverse a enfrentarse a su familia. Porque había muchos hombres que estaban con negras, pero no siempre se atrevían.
En cuanto a la toma de conciencia, como te decía siempre he querido ir a Guinea. Mi padre, los sábados por ejemplo, nos levantaba y nos ponía a todos a ver videos de música africana y nos llevaba al aeropuerto porque esa era uno de los pocos lugares donde podía recabar noticias que pudieran traer de Guinea. Por aquel entonces había mucha cerrazón y la gente no viajaba tanto.
Por mi parte, a partir de los 21 años, que me fui a Portugal a estudiar (beca Erasmus), empecé a militar, digamos.
El 30% de mis compañeros de la facultad ahí eran negros. Completamente insólito para mí.
En la facultad que fue en la que comencé mis estudios, que era la Complutense , éramos 4 ó 5 negros: Estaba Esther Nguema (periodista de Antena 3), una chica brasileña, un angoleño, había otra chica de origen ecuatoguineano (y que era mi familiar) y luego estaba yo. No había nadie más. En una facultad a la que asistían unos 10 mil alumnos (Ciencias de la Información), sólo había 5 personas negras.
Entonces llegar y encontrarte que el 30 porciento de tus compañeros son negros, para mí fue brutal. Porque sí que es cierto que estuve durante mucho tiempo, prácticamente, sola a excepción de mis familiares e hijos de amigos de mis padres.
A mi regreso de Portugal empecé a salir por sitios de música negra y africana. Tenía 21 años. Pronto me di cuenta de que el ambiente aquí no era igual. Fundamentalmente, porque yo estaba estudiando en una ciudad universitaria, con lo cual la concentración de gente joven estudiante ahí era también muchísimo mayor.
“Ningún tigre grita su tigritud”
Pero bueno, a partir de ahí entré en el consejo de las comunidades negras, que ya ha desaparecido. Y me volví algo más activista, o quizá debiera decir, activa. Finalmente, abandoné por falta de tiempo y alguna que otra desilusión no por nadie en particular, sino porque la juventud te hace demasiado idealista y hace que tengas las expectativas de todo muy altas.
Me pasaba todo el rato hablando de lo mismo, soltando proclamas incendiarias, hasta que un amigo me dijo: “ningún tigre grita su tigritud”. Y tenía razón. Quiero decir, no he dejado de estar orgullosa de mi herencia, pero como cualquier otra persona, sin oposición al resto.
Continuar leyendo me ayudó a cambiar de perspectiva. Y la edad, la edad ayuda muchísimo a todo. Leí “Identidades asesinas” , por ejemplo, de Amin Maalouf.
La verdad es que siempre hablo de ese libro porque el autor es libanés, vive en Francia, es católico… O sea ha sido católico en un país musulmán y ahora es inmigrante, árabe, pero insisto católico en Francia. Todo un prisma. Y el tío analiza las identidades a través del conflicto yugoslavo, de la antigua Yugoslavia. Y cuenta cómo primero en la época del imperio Austrohúngaro ellos lucharon por formarse como nación todos los que ahora están separados. Luego hablaron de Bosnia, de Croacia y más tarde hablaron de musulmanes, cristianos, ortodoxos. Es como si en cada momento de la historia se hubieran apoyado en un aspecto de su identidad para dividirse o unirse. Y la conclusión final es que en realidad tú no eres sólo una cosa. Y eso es lo que me empeñé en ser durante mucho tiempo, una única cosa, una única Lucía.
Recuerdo que, incluso le decía a mis amigas: “ Es que hay cosas que no podéis entender”. Sigo pensándolo, pero ahora creo que no es necesario. Tampoco yo viviré y podré entender aspectos de su vida…
Debo asumir que nadie es sólo negro, ni blanco, nadie es sólo europeo, ni solo ecuatoguineano, tampoco solo somos mujeres o de izquierdas. Somos muchas cosas por suerte. Entonces encasillarse o autoclasificarse en un único compartimento es limitarse. No es que haya dejado el activismo, pero yo creo que había llegado a un punto de radicalización ridículo teniendo en cuenta que somos mucho más cosas y que está muy bien enriquecerse, reconocer la propia riqueza que tenemos y sumar.
A: A veces tengo la percepción de que los círculos afro son muy radicales. Precisamente en Afroféminas lo que hemos hecho es buscar el término medio, sin dejar de decir lo que se piensa, porque eso sí que es importante. Decir lo que piensas sin atacar.
L: Pero ¿sabes por qué pasa eso?. Precisamente por eso, porque hemos sido tigres que hemos gritado nuestra tigritud. Porque estamos muy solos. Luego tú vas a África siendo mulato y no te ven de los suyos. Es decir en ninguno de los dos lados te acepta completamente. Entonces viajas, creces, maduras. En mi caso fue así. Y yo creo que es un poco por eso.
“Es un poco agotador, porque parece más un acto de fe que una realidad”
Cuando llegas a tu proceso de toma de conciencia, llegas con muchas frustraciones. De repente sale que te han dicho que hagas de negra carbón, de repente sale que estás en la escuela de música y te dicen siempre “mira esta es nuestra notita de color”, de repente sale que te han estado tocando el pelo como si fueras una oveja toda tu vida en el colegio. La primera vez que vi a un mulato mayor fue en Cuba. Nunca había visto a un mulato viejo. De repente vas a Portugal y dices, qué bien, aquí me puedo integrar y luego te das cuenta que culturalmente también distas de ellos. Lo cual no significa que no puedas coincidir con ellos en algún punto. , pero también distas de ellos. A mí, mis experiencias me han servido también para eso, para no mirar tanto esas cosas, para por supuesto, asumir, asimilar, conocer, respetar y querer mi identidad, pero no convertirla en una barrera.
A: A propósito de identidades asesinas, hemos tratado en la revista muchas veces este tema. Sobre todo hay un artículo “La normalidad también la quiero para mi hija”. Vimos que fue mucho el debate que creó porque lo que criticábamos ahí era el problema de identidad que se le crea a niños como tú. O sea a los niños que nacen aquí, no son blancos y siempre se les dice “es de origen de”. Dinos cómo ha sido tu experiencia y cómo lo has llevado. Nuestra posición en este sentido es que esos niños son españoles y el problema está que cuando se den cuenta que en España hay negros, pues el problema se acaba o al menos se comenzarían a ver las cosas diferentes.
L: Yo de pequeña decía directamente que era de Guinea porque acababa antes. Pero luego llegó un momento en que me dije: No me da la gana. O sea soy de origen ecuatoguineano, orgullosísima, pero nací aquí y eso es agotador. Además te ven hablando, te dicen cosas del tipo qué bien hablas español, aparte que no sé si por hablar bien español, entienden hablar con acento de España, cosa que me parecería bastante xenófobo. Porque si hablas con acento cubano o colombiano ¿no estás hablando bien español? ¿Qué estupidez es esta?
Eso por un lado. Ahora sí se lleva más lo de «de qué origen eres». España ha cambiado un pelín. Pero yo me acuerdo una vez me dice un señor,
– Qué maja eres, qué guapita. (era un señor mayor). ¿Qué eres venezolana?
– No, española.
– No te preocupes ¿eh?, que mi mujer es venezolana. Le dije. No me preocupo nada , pero soy española caballero.
Es un poco agotador porque parece más un acto de fe, que una realidad. Es como que tienes que convencer a la gente de lo que eres. Y yo, pues eso, estoy orgullosa de ser española también igual que de ser ecuatoguineana, pero es lo que soy. No es una cuestión a discutir. Soy de aquí y punto. Pero sí que es verdad que tengo muchos amigos que han optado por calificarse únicamente como ecuatoguineanos aún habiendo nacido aquí. Y yo siempre les digo que entonces hemos perdido la batalla. Porque siempre nos hemos quejado de que nos pregunten de dónde somos, cuando nos oyen hablando como ellos, cuando nos ven yendo a sus mismos colegios. Entonces sí ahora podemos decir perfectamente origen ecuaatoguineano, incluso yo misma muchas veces digo ecuatoguinena y española, pero si tu niegas tu españolidad, al final, para mi es una batalla perdida. Por lo menos esa es mi opinión.
“Eres de aquí pero aquí tampoco te ven como una nacional”
Es que si no a tu hija y a la hija de tu hija les ocurrirá lo mismo. Es que a mí me han pasado cosas…
Mi prima y yo hemos estado juntas una temporada en Londres. Y ella me contaba siempre que leyó en un libro que las segundas generaciones de inmigrantes, seamos mestizos o de la misma etnia que nuestros padres, al final acabamos buscando un punto que no es ni el país de su padre ni el de su madre. Porque en ninguno se sienten a gusto.
Por eso me fui a Londres… Allí te preguntan de dónde eres, respondes que de España y se acaban las preguntas. A diferencia de aquí que te dicen:
– ¿De dónde eres?
– Española.
– Ya, pero ¿de dónde.?
– De Madrid.
– Ya, ya, pero ¿de dónde?
– De Alcorcón. Pregúntamelo bien, si me lo preguntas bien, te lo voy a responder bien. Porque sino yo te estoy diciendo de dónde soy.
Por esto y por otras cosas, en Londres me sentí bien. Y creo que como yo, otros tantos, porque ahí he visto a bastantes españoles negros, que han encontrado su lugar, sin preguntas.
A: Precisamente en el mismo artículo, entre los comentarios, había una chica que decía eso, que en Londres esas preguntas sobraban. Porque además a la gente no le interesaba que le preguntaran, supongo porque allí nadie es de allí.
L: Porque allí no hace falta gritar la trigutud. Porque hay un montón, de todos los estratos sociales, educativos, de todos los orígenes… Hay mil opciones, puedes irte a Soas que es uno de los institutos de estudios africanos más importantes de Europa a escuchar conferencias y conocer a oradores/as con los/as que se te cae la baba por el discurso que tienen y puedes estar con gente pues con un nivel de formación más bajo; puedes estar con gente que tiene mucha pasta y estar con gente que no la tiene. O sea, hay una sociedad negra con todo lo que eso conlleva. Pero aquí es verdad que a veces nos autoencasillamos también y somos muy pocos. Pero bueno, somos suficientes. O sea que a mí cuando me dicen ya es que sois pocos y yo digo ¿y qué?
Por otro lado también es cierto que aquí somos una minoría muy heterogénea. Eso dificulta mucho la unión para hacer determinadas cosas, reivindicaciones, asociacionismo, aunque lo hay. Porque es verdad a nivel cultural por supuesto que pueden haber puntos de unión, pero yo soy española negra. ¿Por qué voy a tener más que ver con una asociación maliense que con una asociación de españoles? Compartiré reivindicaciones con ambas y a veces, con ninguna.
A: Efectivamente. Mira, una de las cosas que hemos notado, sobre todo de África, y hay una parte de Colombia que también lo he percibido, que se suelen llamar hermanos. O sea esa sensación de que todos pertenecemos a un todo y realmente te das cuenta que somos muy diferentes ( que no es clasismo, que no quiero que se me malinterprete). Incluso diríamos que los intereses de reivindicación los hemos encontrado más en Latinoamérica que en África.
L: Yo creo que es un poco lo que nos pasa a nosotros. El africano tiene claro lo que es.
A: ¡Eso!
L: Sabe muy bien cuál es su país, pero cuando a mi me dicen vete a tu país, pues me revienta, porque yo también soy de aquí. A nosotros nos tocan más ese tipo de cosas. Yo sí creo que existe una hermandad, sobre todo, lo vi cuando estuve en Senegal en la isla de Gorée que es el último punto por el que pasaban los esclavos antes de ir a América. Había estadounidenses negros, europeos negros y latinoamericanos negros. Sí, partimos todos del mismo sitio y si creo que hay una hermandad, pero eso no significa que no haya diferencias entre nosotros. Es que no tenemos que ser igual, ni siquiera entre los que hemos nacido aquí. Es una obviedad, somos individuos al final, pero es verdad que hay un debate interno que a veces es medio hostil.
“Aquí ha habido negros siempre”
Estando en Londres con esta chica que os decía, fuimos a una fiesta de la gente de la clase de inglés. Había personas de todas partes. Muchos españoles, muchísimos. Y de repente vamos andando y suelta uno:
– ¡Hala tío lo has visto.! ¡Una negra hablando en español!
Esto en Londres. Me di la vuelta y le dije:
– Una no, dos.
– No, no si yo lo decía porque sois muy guapas
– Hablamos y entendemos español. Con lo cual tú no has dicho que guapas son esas negras, has dicho “hala una negra hablando en español”.
Y que te pase en Londres con la cantidad de negros que hay, llama la atención. Por eso yo no tengo claro que sea una cuestión de tiempo aquí. Lamentablemente, la verdad.
A: ¿Y cómo ves la situación en España de cara al futuro y de cara a lo que habría que hacer con respecto a este tema.? Se suele decir que Londres y Francia tienen mucho recorrido y que España ha tenido recibir los efectos de la inmigración de una manera muy rápida a diferencia de estos países que ha sido paulatinamente.
L: Yo vuelvo a lo mismo. Puede ser un factor numérico, pero no histórico. Porque aquí ha habido negros de siempre. “Juan Latino”, por ejemplo, fue profesor en la universidad de Granada en la Edad Media y era un señor negro. El esclavo de Velázquez, que también era pintor, era negro, en El Quijote aparece gente negra, además reproducen la forma de hablar que tenían.
Existen los negros de Gibraleón que son los descendientes de africanos que no llevaron a América…
“No creo que sea una cuestión de números, sino de exposición, de visibilidad”
A: Si, sobre esto ha escrito Santiago Userón (Juan Perro)
L: No creo que sea una cuestión de números, sino de exposición, de visibilidad. Aquí ha habido negros siempre. Otra cosa, insisto, es que hayamos sido pocos, y se hayan mezclado con la población. Igual ha habido otras comunidades religiosas y que luego fueron expulsadas. Pero España si por algo se caracteriza es por su enorme diversidad a todos los niveles.
También es verdad que se han concentrado en las grandes ciudades. A una persona que viva en Zamora, por ejemplo, le puede llegar a costar más entender que haya negros españoles porque rara vez ha visto uno en su entorno. Pero personas que hayan vivido en Madrid, si que han visto. Los han tenido que ver. Gente que haya vivido en Móstoles, en Torrejón de Ardoz , en la periferia, tiene que haber visto.
Entonces no creo que sea una cuestión de números, sino de exposición, de visibilidad. A lo mejor se debe a que no estemos lo suficientemente representados. No lo tengo claro. Para que se nos reconozca como tal, quizá debe aparecer más gente en medios de comunicación, en series de ficción, pero no como el inmigrante sólo sino como un personaje más. Muchos actores negros españoles lo pasan muy mal. Algunos optan por irse a Londres, a Los Angeles… Os podría dar una larga lista de actores a los que les cuesta encontrar papeles y que cuando encuentran siempre son papeles de inmigrantes, no papeles de Antonio, Juan, Pedro— Porque nosotros también somos Antonio, Juan y Pedro….
Antoinette T. Soler
Directora y creadora de Afroféminas
Y quien os responde en forma de «periódico» en el IG cuando el debate se pone bueno 😅
Licenciada en Filosofía por la Universidad de La Habana. Consultora especializada en género y raza. Máster en comunicación de empresas por la Universidad de Zaragoza.
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