En este 2025 se cumplen cien años del nacimiento de Malcolm X, una figura que sigue generando incomodidad a algunos, admiración a muchos, y casi siempre debate. A diferencia de otras voces de la lucha por los derechos civiles, su legado ha sido más difícil de asimilar por las narrativas oficiales. Malcolm no ofreció conciliación; ofreció dignidad. No pidió permiso para existir; exigió justicia con una contundencia que aún hoy nos interpela.

Para el feminismo negro —especialmente el que florece hoy en América Latina y Europa— Malcolm X representa una fuente de inspiración poderosa, aunque a veces ambivalente. Su discurso, centrado en la autodeterminación negra, la denuncia sin concesiones del racismo estructural y la radicalidad política como herramienta de liberación, ha resonado especialmente en las voces negras que luchamos desde los márgenes. Voces de mujeres negras, que como él, nos hemos visto empujadas fuera del relato dominante.
Pero acercarse a su figura desde una mirada afrofeminista requiere algo más que veneración. Necesita un ejercicio crítico desde el amor, para reconocer sus límites, sus contradicciones, el lugar que ocupó dentro del patriarcado negro, pero también su evolución y los puentes que, quizá sin saberlo, ayudó a tender hacia formas futuras de resistencia interseccional.
No busco canonizar, pero tampoco hacer un ejercicio de demolición de Malcolm X. Pretendo explorar cómo su vida y pensamiento dialogan con los desafíos del feminismo negro de hoy. ¿Qué nos enseñó sobre la radicalidad? ¿Dónde se cruzan sus ideas con las luchas afrofeministas actuales? ¿Y cómo podemos leer sus palabras desde cuerpos y experiencias que él no siempre supo nombrar, pero que sí ayudó a visibilizar?
Malcolm X en su contexto
Hablar de Malcolm X es hablar de un hombre negro que se negó a la sumisión. Es hablar de una voz que rechazó el mito de la integración como única vía hacia la justicia, y que eligió —conscientemente— la incomodidad como herramienta política.
Nacido como Malcolm Little en Omaha, Nebraska, en 1925, su historia es la historia de millones de afroestadounidenses marcada por la violencia racial, la pobreza estructural y la fragmentación familiar producto del racismo institucional. Su padre, Earl Little, activista garveyista, fue asesinado en circunstancias sospechosas. Su madre, Louise Little, una mujer negra militante, fue internada en un hospital psiquiátrico tras años de acoso estatal. Desde su infancia, Malcolm fue testigo de la manera en que el sistema destruye a las familias negras como forma de control.


Su paso por la cárcel, lejos de quebrarlo, lo transformó en un pensador. Allí se unió a la Nación del Islam, organización religiosa que combinaba elementos del islam con una ideología de empoderamiento racial. Bajo la influencia de Elijah Muhammad, Malcolm adoptó una postura firme contra el asimilacionismo y el racismo blanco, proponiendo la autodeterminación negra como alternativa radical.
En sus primeros años como líder público, Malcolm X denunció sin reservas el racismo estadounidense y rechazó las posturas moderadas del movimiento por los derechos civiles. Para él, la violencia estructural sufrida por los negros en Estados Unidos no podía ser combatida solo con discursos conciliadores. En su célebre frase —»by any means necessary»— sintetizaba la urgencia de la liberación como una necesidad vital.
Pero nos equivocaríamos si simplemente redujéramos a Malcolm X a alguien contrario al discurso de la no violencia que entonces encarnaba Martin Luther King Jr. Su pensamiento fue evolucionando a lo largo del tiempo, especialmente tras su ruptura con la Nación del Islam y su viaje a África y el contacto con el mundo islámico. Allí comenzó a desarrollar una visión más internacionalista y menos esencialista, en la que reconocía alianzas posibles entre personas racializadas de todo el mundo y, lentamente, empezó a cuestionar también ciertos pilares del machismo que había sostenido durante sus años en la Nación.
Ese proceso de transformación política, espiritual y ética es clave para entender por qué hoy Malcolm X sigue hablándonos. No solo por lo que dijo, sino por lo que fue capaz de revisar en sí mismo.
Las mujeres negras en su vida y discurso
Hablar del legado de Malcolm X desde una perspectiva afrofeminista implica necesariamente reflexionar sobre el papel que tuvimos las mujeres negras en su vida y lucha, el lugar que nos otorgaba en su discurso político y cómo es posible interpretar hoy su pensamiento a través de una crítica feminista negra que busca una justicia que abarque tanto la racial como la de género.
Detrás del activista que transformó la política negra estadounidense, hubo una mujer fundamental cuya historia suele quedar olvidada: su madre, Louise Little. Migrante caribeña de ascendencia grenadina y activista garveyista, Louise fue una mujer educada, fuerte y profundamente comprometida con la autodeterminación de las personas negras. Ella enseñó a sus hijos a no avergonzarse de su piel, a pensar por sí mismos y a resistir al estigma que la sociedad blanca intentaba imponerles.
Pero también fue víctima del sistema. El Estado blanco encontró en ella una amenaza por su carácter y su militancia. La tacharon de “loca” y la internaron en un hospital psiquiátrico durante décadas, separándola de sus hijos. Malcolm nunca olvidó esa experiencia. Aunque no lo expresó directamente en clave de género, el trauma de ver a su madre anulada por las estructuras del poder tuvo una influencia profunda en su pensamiento sobre la violencia institucional y la fragilidad de las familias negras bajo el racismo.
La contradicción del patriarcado negro
Durante su militancia en la Nación del Islam, Malcolm adoptó una visión conservadora respecto a los roles de género. Defendía la idea del hombre negro como protector y líder del hogar, y veía a las mujeres como guardianas de la moral familiar. Su discurso, en este sentido, reproducía muchos de los mandatos patriarcales de su época. Es cierto que esa posición respondía, en parte, a una necesidad de reconstrucción del orgullo del hombre negro frente a una sociedad que históricamente lo había anulado y humillado. Sin embargo, como han señalado autoras como bell hooks, reforzar el patriarcado en clave racial no deja de ser una forma de opresión.
Ahora bien, lo interesante de Malcolm X es que no se quedó estancado en esa visión. Con el tiempo, empezó a abrirse a otras formas de pensar la lucha, y aunque no llegó a desarrollar un discurso feminista, sí mostró señales de evolución. Uno de los momentos más significativos en este sentido fue su famoso discurso de 1962 titulado “¿Quién enseñó al hombre negro a odiarse a sí mismo?”, en el que dice:
“La persona más desprotegida en América es la mujer negra. La persona más ignorada en América es la mujer negra. La persona más irrespetada en América es la mujer negra.”
Estas palabras, que hoy circulan ampliamente en redes sociales como proclama afrofeminista, fueron en su tiempo una ruptura con la invisibilización habitual de las mujeres en los discursos políticos de los líderes negros. Malcolm al nombrar a las mujeres negras,reconoció nuestra desprotección como un problema estructural. Eso, en sí mismo, fue un acto político radical.
Betty Shabazz
No se puede hablar de la relación de Malcolm con las mujeres sin mencionar a Betty Shabazz, su esposa y madre de sus seis hijas. Betty fue enfermera, educadora, militante silenciosa y después del asesinato de Malcolm, se convirtió en una referente por derecho propio. Pese a vivir a la sombra pública del líder, su trabajo en comunidades negras y su defensa de la educación como herramienta de emancipación fueron fundamentales.
Aunque no existe mucha documentación sobre cómo era su relación en términos ideológicos, sabemos que Betty fue una mujer firme, crítica y profundamente autónoma. No fue una figura sumisa, sino una mujer que, a su manera, también lideró.
De la crítica al diálogo
El feminismo negro contemporáneo ha hecho una lectura crítica pero constructiva de Malcolm X. Autoras como Angela Davis han reconocido que, aunque su discurso era masculinista en sus primeros años y debe ser leído críticamente, su capacidad de evolución y su compromiso con la justicia racial lo colocan como una figura indispensable en la genealogía de las luchas negras.
Bell hooks, por su parte, cuestiona la figura del “líder masculino heroico” en la narrativa de la liberación negra, pero también reconoce que Malcolm X fue uno de los pocos hombres que comprendió la necesidad de escuchar a las mujeres negras, incluso si no siempre supo cómo integrarlas plenamente en su discurso.
Assata Shakur, militante del Partido Pantera Negra y exiliada en Cuba, ha citado a Malcolm como una de sus influencias más importantes para su praxis política, defendiendo la libertad radical y el autocuidado colectivo como herramientas imprescindibles. Para muchas mujeres negras radicales, él fue la figura que les enseñó a no pedir permiso para hablar desde la rabia, desde el cuerpo, desde la experiencia vivida.
Malcolm X nos legó una forma de entender la lucha que trasciende las fronteras del tiempo y del lugar. Su insistencia en la autodeterminación y en el reconocimiento de las múltiples formas de opresión influyó en la política racial y se ha convirtió en un faro para el feminismo negro y las luchas interseccionales actuales.



La insistencia de Malcolm en la necesidad de adoptar métodos radicales para enfrentar el racismo estructural sigue estando de actualidad, quizás más que nunca. En un mundo donde la violencia estatal y social contra los cuerpos negros persiste, el lema “by any means necessary” (por cualquier medio necesario) sigue siendo un grito político por el cambio profundo y por la dignidad propia.
Este principio se conecta con el feminismo negro contemporáneo, que también defiende la lucha sin concesiones frente a las múltiples opresiones que atraviesan a las mujeres negras: racismo, sexismo, violencia de género, exclusión social y económica.
Aunque el concepto de interseccionalidad fue verbalizado por primera vez por Kimberlé Crenshaw en 1989, podemos encontrar en el discurso y en la práctica de Malcolm indicios claros de una mirada compleja a las opresiones múltiples.
Su reconocimiento de la vulnerabilidad particular de las mujeres negras y su crítica al racismo institucional que afecta tanto a hombres como a mujeres demuestran una intuición política avanzada para su época. Este enfoque abrió camino para que el feminismo negro pudiera desarrollarse como una teoría y práctica política que no fragmenta la identidad, sino que la integra en toda su complejidad.
Allí donde se habla español y portugués. Un despertar feminista negro
En regiones como América Latina y el Estado español, el legado de Malcolm X se manifiesta en la reivindicación de identidades negras que desafían el racismo estructural y el patriarcado. Movimientos afrofeministas locales recogen el espíritu de resistencia que él encarnó para construir agendas políticas que que incluyan a mujeres negras, trans y no binaries.
Activistas en estas regiones rescatan su figura para cuestionar la invisibilización histórica y para fortalecer redes de solidaridad y autoorganización. Su insistencia en la autodeterminación inspira nuevas generaciones que buscan justicia racial y de género en contextos donde la negación y la discriminación se mantienen con fuerza.
América Latina alberga una gran diversidad de comunidades afrodescendientes que enfrentan múltiples formas de exclusión y discriminación. Movimientos afrofeministas que emergen en Brasil, Colombia, Cuba y México, por ejemplo, han recuperado la radicalidad de Malcolm X para construir discursos que articulan la lucha antirracista con la defensa de los derechos de las mujeres negras.
Estas activistas rescatan su insistencia en la autodeterminación y la resistencia “por cualquier medio necesario” para fortalecer agendas políticas que incluyan la defensa del cuerpo negro, la lucha contra la violencia de género y la reivindicación de la historia y cultura afrodescendiente.
En el contexto español, donde la población negra es muy minoritaria y a menudo está invisibilizada, la figura de Malcolm X se ha convertido en un referente para activistas afrofeministas que enfrentan el racismo institucional y el sexismo.
Colectivos como Afroféminas hemos dialogado con su legado para elaborar una agenda política que visibilice las experiencias interseccionales de las mujeres negras, cuestionando la narrativa homogénea sobre la inmigración y el racismo. La radicalidad de Malcolm inspira la denuncia, pero también la creación de espacios seguros y redes de apoyo comunitario.
Aunque las realidades de América Latina y España difieren en muchos aspectos del contexto norteamericano donde Malcolm X desarrolló su activismo, su mensaje sobre la necesidad de una lucha integral contra todas las formas de opresión tiene una vigencia indiscutible.
Las mujeres negras de estas regiones han adaptado su legado, cuestionando además el patriarcado que Malcolm inicialmente defendió, para elaborar un feminismo que sea a la vez racializado, anticolonial y feminista.
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Al cumplirse el centenario de Malcolm X, su figura sigue siendo un referente imprescindible para entender las luchas antirracistas y afrofeministas contemporáneas. Su voz radical y combativa, aunque nacida en un contexto muy distinto, dialoga hoy con la diversidad de experiencias negras que atraviesan el patriarcado, el racismo y otras formas de opresión.
Reconocer sus tensiones y contradicciones, especialmente en torno a la relación con las mujeres negras, no invisibiliza su importancia. Al contrario, nos invita a una lectura crítica y amorosa que celebra su evolución y el impacto de su pensamiento en la articulación de una lucha integral por la justicia social.
Desde Estados Unidos hasta América Latina y el Estado español el legado de Malcolm X inspira a nuevas generaciones de afrofeministas que reivindican la autodeterminación, la radicalidad y la solidaridad como caminos para descolonizar cuerpos, saberes y territorios.
Malcolm X nos enseñó que la lucha no es sencilla, pero es ineludible y que la resistencia se construye también desde la autocrítica y la apertura al diálogo. Honrar su memoria implica mantener viva la llama de la justicia radical que él encendió, para que las voces negras sigan siendo escuchadas y respetadas en todas partes.

Marián Cortés Owusu
Pedagoga

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