lunes, diciembre 2

Dice mi mami: “La ciudad de las oportunidades”

Al llegar a la Argentina en el año 2018 y transcurridos unos tres meses (meses en el que aún me sentía turista) reviví esos momentos de puntería (término que denota indignación en el Pacífico Colombia) que te recuerdan que no va ser ¡comida de comer! O sea fácil. En el año 2004 llegué a la ciudad de Bogotá a vivir con mi Mami y cursar mi último año del bachillerato, viajaba de Buenaventura (Valle) a la ciudad capitalina en las épocas de vacaciones, y había vivido parte de mi niñez en la ciudad, pero en esta oportunidad era definitivo, viviría en la ciudad de las oportunidades (como le decía mi Má); recuerdo que sentía temor al caminar sola, siempre había un individuo que se autorizaba decir o hacer lo que le diera la gana sobre tu presencia étnica, y mientras dejaba el polvero en ese espacio incómodo, pensaba por qué lo hacían? Llegaba a mi lugar de destino y no encontraba una repuesta a ello, me daba la impresión que los actos de racismo ocurrían tan rápidos que no me daban tiempo de reaccionar, me dejaban en una pieza. La verdad no me los esperaba.

Era una joven de 14 años de edad que asumía que mi temperamento fuerte, buena educación y pilera bastaba para conquistar ese leviatán, pero qué! No contaba con la nueva asignación que me darían en ese territorio mayoritariamente mestizo, todo lo opuesto a mi Buenaventura mayoritariamente Afroascendiente. A partir de ahí, me convertí ante los ojos del otro (no Afro) en un recipiente nuevo; ya no era nombrada “la hija de mi madre y la nieta de mi abuela” – como diría un rapero venezolano- sino la negra, esa negra que se inundaba de ira e impotencia a la vez, cuando un conductor ofendía mi existencia y la de mis ancestras con su verborrea racista, esa misma que pedía explicaciones en los momento que no quería bailar, reír o hacer “lo que hacen” las negras.

Ahora, heme aquí en Buenos Aires con el ánimo de continuar mi formación profesional, y oh sorpresa! – No mentira, no fue una sorpresa-; me encuentro con un escenario similarmente hostil, donde lo negro es un eufemismo para lo malo y la naturalización de este desacierto no se compara ni con el hecho de respirar, en donde el mínimo contacto visual de una mujer Afro con un hombre no Afro, constituye la “aprobación” a cumplir sus deseos más pecaminosos, y el encontrar un interlocutor que te mire a la cara y no a sus pertenencias se convierte en un verdadero milagro. No dudo que este tipo de acciones lamentablemente sean la constante en muchos lugares del mundo, pero en lo que a mi concierne, me niego a callar cuando se refieran a una persona mal educada como “negra o negro de mierda” o en el momento de señalar a un ladrón digan “chorro negro” y lo más perverso de todo, es que al romper tu silencio alegan con la frese célebre argentina “no es negro de raza, es negro de alma”; ¡racismo puro!, es aquí donde entiendes que ser diferente no es el inconveniente, el verdadero problema es la jerarquización histórica de las diferencias.

Y sí ,14 años después camino por las calles de la gran capital “cosmopolita” de Argentina, con sentimiento encontrados (no lo niego), pero también avanzo con algo que en ese momento (en el año 2004) no era visible y es el paroxismo identitario que me inquieta, que hedionda, que me emputa y deslumbra en un mismo instante, que acepta que existen ciudades de las oportunidades esperando a unos y a otros no, que comprende que sin equidad no hay oportunidad, que el mundo en el que me mueva no cambia per se, que nacimos con el derecho pero nos asiste el deber, el deber de sufrir una metamorfosis que rechace esas oportunidades de segunda y que luche por el derecho a ser nombrada como joven, chica, mija, señorita y por qué no Nelly Yendy.

Y la respuesta a la pregunta ¿cómo te gusta que te llamen? Es simple, Nelly Yendy! Así completico, para eso mi Mami me parió a mí y a mi nombre, para existir y ser nombrada.


Nelly Yendy Arrechea Riascos 

¡Porque soy la hija de mi madre y la nieta de mi abuela!**Oriunda del planeta tierra @nellyyendy


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