César estaba resplandeciente y cada una de las palabras que pronunciaba estaba llena de pasión y de fuerza y de alegría. Acababa de regresar a Malabo procedente de Puerto Rico. Parecía haber encontrado en San Juan su lugar, en mitad de una concentración de gente que, al igual que él, amaba las palabras, cada una de ellas, por su profanación del fondo blanco en el que se dibujan, por el sonido que cada persona le da cual melodía inédita, por su significado personal y universal.
Había ido al Festival de la Palabra, un encuentro literario que narraba como si se tratara de un concierto de rock. Detrás de ese gran evento estaba, Mayra Santos Febres, escritora boricua incansable.
Para mí es un auténtico placer entrevistar a alguien que consiguió llenar de ganas de continuar en el difícil camino que es escribir desde un pequeño país hispanohablante en mitad de África a mi amigo César Mba.
Les presento a Mayra Santos-Febres, un referente femenino y negro de altura que, con menos de 20 años, había publicado su primera novela y que en la cincuentena, generosa, sigue soñando, construyendo, creando puentes para que el Sur y el Sur se abracen, se lean y se escuchen y, que cómo no, continúa creando.
Un regalo de mujer. Un tesoro de persona.
Y ahora, pasen y lean.
¿Quién leía sus textos cuando Ud. era pequeña?
Nadie leía mis textos cuando era pequeña. No se los enseñaba a nadie. Luego, cuando tuve 13-14 años, una maestra me arrebató mi libreta de apuntes porque no estaba haciendo caso en clase. Fue lo mejor que me pudo pasar. Ella sí leyó mis poemas. Me pidió que le trajera más. Los criticó y empezó a formarme.
¿Leía mucho en su niñez?
Es extraño. No recuerdo lecturas seminales de mi niñez. En casa no se leía mucho, a menos que no fuera por trabajo, escuela, tareas de mis padres como maestros. Leía cuentos de hadas, la cenicienta, etc. Sobre todo unos que venían narrados en español, colección Disney y que mi mamá me compró para poner en el tocadiscos. Oí esos discos hasta que se hicieron polvo. Mi primer recuerdo de libro que me haya cambiado sucedió en la adolescencia. Tenía 13 años. léi dos libros que me conmovieron profundamente, no, 3 libros: el poemario «El mar y tú» de Julia de Burgos, «Trilce» de César Vallejo y «A separate piece» de john Steinbeck. Después de esas lecturas me dije «yo quiero hacer esto para el resto de mi vida». No sé si era leer o escribir. Desde entonces, las dos cosas se me confunden.
¿Guarda alguno de los consejos que le dieron en aquella época?
Nadie me aconsejó nada acerca de leer. Tan sólo me pusieron un buen libro, un libro pertinente , en las manos. Acerca de escribir, mi maestra de Español, Ivonne Sanavitis, me dijo que escribiera todos los días. Nunca he podido seguir ese consejo, pero escribo en libretas de notas continuamente, no todos los días, pero continuamente. Eso sí me ha servido mucho para cultivarme como escritora.
¿Qué provocó que tan joven necesitara volcar historias sobre el papel?
El mundo no cabía en mi cabeza. Lo que veía, lo que sentía, no me cabía dentro. Además, no entendía nada. Escribir se convirtió en mi manera de ir descubriendo verdades y buscando respuestas dentro de mí y de mi cabeza.
¿Ha evolucionado su manera de escribir desde esos primeros textos?
Esa pregunta es demasiado compleja. No sé si ha evolucionado mi manera de escribir desde la adolescencia hasta hoy, que soy una mujer de casi 50 años. Me imagino que sí. Una cosa permanece igual, sin embargo, esa pasión por las palabras y la sensación de que me conecto con algo más grande que yo cuando tomo el papel o me siento frente al teclado. Ese trance que me permite escapar de mi mundo cotidiano, tan gris y lleno de cositas vacías que hacer para sobrevivirlo. Escribir me da la oportunidad de observar, de observarme por dentro, de observar la realidad por dentro y de tomar nota. Escapo hacia otra dimensión de la realidad menos trivial, más llena de significado. Vuelvo a la palabra «pertinencia». El mundo mediado por las palabras es más pertinente para mí. Tiene sentido. Además, me dejo atrás. Dejo atrás a la Mayra llena de cosillas, defectos, preocupaciones que tampoco son muy pertinentes que digamos. Vuelo.
¿Y los temas sobre los que escribe?
Son 3 desde que tengo conciencia: el Caribe, las sensaciones de estar viva en el Caribe (raza, género), las historias de mis ancestros.
¿De qué fuentes de inspiración bebe?
Leo mucho de diversos temas, desde neurociencia, hasta historia, hasta hematología, hasta física, hasta literatura. También observo mucho mi realidad. De todas esas fuentes abrevo.
¿Qué lee Mayra Santos- Febres?
Leo libros y personas.
¿Prefiere leer o escribir?
Prefiero siempre leer a escribir. Además, miento si digo que escribo más de lo que leo.
¿Qué haría si no hubiera sido escritora?
Esa es una pregunta que me he hecho y contestado de mil maneras. Cuando chiquita quería ser oceanógrafa, bailarina y escritora. Después quise ser profesora de literatura. Lo he estado haciendo por un rato, me gusta, pero ya quiero parar. Entonces, quise ser directora de un festival literario y entrenadora de escritores. Eso lo comparto con ser profesora porque si no, me aburro. Ahora creo que quiero tener una residencia de artistas. He querido ser cineasta, neuróloga y arquitecta. Pero lo que soy es escritora.
SUSCRÍBETE A PREMIUM AFROFÉMINAS
¿Qué peso tiene Puerto Rico en su obra?
Puerto rico es el lugar desde el cual escribo. Tiene todo el peso gravitacional que le compete. Mi isla, su luz, su temperatura material, espiritual y emocional me ha marcado siempre. No creo que pueda escribir sin llevar a Puerto rico en cada pensamiento que surge cuando escribo, aunque no esté hablando directamente de mi país.
¿Y el hecho de ser mujer negra?
La raza es una experiencia demasiado definitoria para la gente negra en este momento en la historia. Te aman, te odian, te respetan o desvalorizan porque eres negra. Ser negra es la razón primordial por la cual soy escritora. Le doy gracias a ese invento cultural que es la raza, a su terrible y fantástica historia y a la consmovisión y saberes que se desarrollan desde el tiempo y la melanina por el regalo de insistir en la escritura.
Usted comenzó un congreso sobre en San Juan con las siguientes palabras : «Tuve miedo de ser una mujer negra que escribe». ¿De dónde venía ese miedo y cómo lo ahuyentó?
En LASA, Conferencia inaugural, me pidieron que hablara acerca de ser escritora. Se me ocurrió decir la verdad. Ese miedo a ser negra y pensar, escribir, viene desde antes de que yo naciera. Desde el Código Negro de Juan Prim del 1804 , en el cual prescribían 25 latigazos a cualquier negro o negra, pardo, mulato liberto o esclavo que se le encontrara portando material impreso o que se le atrapara leyéndole a alguien. De saber que ese horror existió y existe, viene ese miedo. No lo he espantado del todo todavía. Ahora tengo menos miedo, eso sí. Me voy recuperando. Parte de la terapia es decir la verdad, que tengo miedo a ser una negra que escribe.
¿Cree que como colectivo afrodescendiente seguimos teniendo miedo a crear o a llegar a ser?
No debemos tener ese miedo, pero no podemos negar la sociedad en la que vivimos. Los otros días un hombre blanco asesinó a 9 negros en una iglesia de Carolina del Norte. Estaban estudiando la Biblia. Me preguntas si debemos tener miedo como afrodescendientes de lo que para nosotros constituye saber, conocer, expresarnos en este mundo, en este momento de la historia. No tenemos de otra que tener miedo. La cosa es sobrevivir ese miedo. Los que queramos y podamos, no debemos dejar que ese miedo nos paralice.
¿La afrodescendencia en términos literarios sigue siendo un tema de investigación anglófono o francófono?
Mayormente hablando, si.
Es curioso teniendo en cuenta que entre Latinoamérica y Guinea Ecuatorial y España no somos pocos…
Sí somos pocos en academia, con doctorados en estudios culturales y literatura.
Ud ha creado el Festival de la Palabra, ¿podría decirnos qué es y cuál es su objetivo?
El festival es muy complejo. Lo hice porque sabía que Puerto rico no podía insertarse en el mundo del libro si no entraba en el circuito de Festivales Literarios.
¿Contribuye ese festival a que otros se quiten el miedo?
Creo que en el Caribe, en Latinoamérica entera, todos le tenemos un poco de miedo a la inteligencia, al conocimiento, sobre todo al que es nuestro. Ese conocimiento nos hace «primitivos». El conocimiento Occidental, siempre nos es ajeno. ¿Entonces? ¿nos conformamos con ser los indios, los negros, los criollos salvajes, tocados por el calor y las epidémicas sensuales de la isla? «Oh, the horror»- diría Kutz, el de heart of Darkness. Hay que crear otros circuitos de compartir saberes y preguntas que no sean Norte-Sur, sino Sur-Sur y diásporas. Sólo eso nos salvará.
Si su obra sonara, ¿qué canción sería?
Un bolero de Sylvia Rexach.
¿Y si se oliera, qué fragancia evocaría?
Aguacero sobre el mar.
¿A qué saben sus libros?
A alcapurrias de jueves y a ron El Barrilito. También saben a jugo fresco de Tamarindo o de parcha
¿Son rugosos? ¿suaves? ¿ásperos?
Muy suaves, pero muerden.
¿En qué proyecto está sumergida ahora?
Es un secreto……
Pues… desde Afroféminas la seguiremos para no perdernos sus nuevas andanzas…
¡Muchas gracias y muchos éxitos!
Lucía Mbomío
Periodista
Descubre más desde Afroféminas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
[…] Mayra Santos-Febres, escritora puertorriqueña, nos recomienda “Poesía completa: Georgina Herrera”: Este libro recoge toda la poesía de Georgina Herrera (1936, Cuba). Georgina es la Poeta Madre y Master de toda la afrodescendencia en lengua hispana. Sus hermosos poemas rescatan reinas olvidadas de Luanda, hacen homenaje a África, cuentan la historia de nuestra piel desde el lenguaje lucum’i-español. Es un hermoso tomo, al fin editado por la Cámara del Libro en Cuba, que todas y todos los afrodescendientes debemos leer. […]