sábado, diciembre 21

Yolanda Perea, activista por las víctimas de violencia sexual del conflicto armado en Colombia

La defensora de derechos humanos Yolanda Perea durante la entrevista en Bogotá, Colombia. EFE / Carlos Ortega

«¿Pero vamos a salir muy lejos a la calle?», pregunta Yolanda Perea con una cautela que choca con su determinación y su porte impávido cuando le proponen fotografiarla en el exterior, en la capital de Colombia. No quiere alejarse demasiado del hotel donde se aloja ni exponerse abiertamente en la calle porque sus escoltas aún no han llegado a Bogotá, y las decenas de amenazas que ha recibido por su labor de defensa de los derechos humanos no la han amedrentado pero sí la obligan a que la cautela domine su vida.

Perea es una de las líderes sociales más reconocidas en Colombia, es sobreviviente de violencia sexual y lleva décadas luchando por los derechos de las mujeres y la población negra. Su voz suena potente y cuando no lo hace, no duda en elevarla, a pesar de que, como a centenares de defensores de los derechos humanos y la paz en Colombia, la han intentado acallar en innumerables ocasiones.

Yolanda Perea es una de las ocho constructoras de paz a las que Efeminista, con motivo del 8M, ha entrevistado en ocho países diferentes por su labor en la defensa de los derechos humanos en sus respectivos territorios, pese a la dura realidad que enfrentan cada día dentro y fuera de ellos.

«El reto más importante de ser defensora en Colombia es sobrevivir», dice en una entrevista con Efeminista esta mujer oriunda del Chocó, un selvático departamento del Pacífico colombiano azotado por la violencia y la desidia estatal cuya población es mayoritariamente negra o indígena. Una violencia que afecta y ha afectado, en el marco del conflicto armado, principalmente a las mujeres, por lo que cree que ellas son las más abocadas a reclamar el derecho de vivir una vida libre de violencia y en paz. «Por eso todos los movimientos de mujeres, desde distintas esquinas y zonas, nos estamos moviendo para defender esos focos de derechos que históricamente han sido vulnerados y que primordialmente lo que reclamamos es la paz».

Acaba de celebrar, rodeada de sus hijos, un cumpleaños que dudaba posible porque el año pasado alguien le envió, como regalo empaquetado a su casa, un corazón de vaca con clavos y una nota que decía que «el último es el mejor». «Muchas y muchos seguimos resistiendo en medio del miedo, así nos toque ambular por el país para protegernos, pero también proteger a nuestros hijos e hijas», afirma.

La trayectoria de Yolanda Perea

Pregunta (P): ¿Quién es Yolanda Perea?

Respuesta (R): Lo más lindo que tiene Colombia (risas). Yolanda Perea es una mujer de Río Sucio, crecida en estas hermosas tierras donde se vive de la pesca, la agricultura y lamentablemente la tala de árbol, pero que creo que es un departamento que se vive las mil sonrisas. Además soy una mujer, madre, cabeza de familia, defensora de derechos humanos, activista afrocolombiana, pero estoy orgullosa de tres cosas: de ser mujer, ser negra y ser colombiana.

P: Cuéntenos sobre su trayectoria y los desafíos a los que se ha enfrentado como defensora de los derechos humanos y activista por la paz.

R: Yo creo que la trayectoria es primero haber sido víctima de violencia sexual, un aborto y el asesinato de mi madre a mis 11 años. Mi madre era una gran lideresa y lo que me lleva a mí a no sentirme culpable de todo lo que ocurrió fue tomar esas banderas de mi madre y empezar a defender a su gente, su comunidad y todo aquel que se ve afectado en el marco de sus derechos, porque soy sujeta de derecho, no pobrecita.

Y ahí es donde una saca fuerzas de lo más profundo y empieza a trabajar para construir ese proceso que permita que esas voces no sigan siendo revictimizadas. Prefiero un acuerdo imperfecto a una guerra en permanencia. A raíz de la paz uno puede hablar, puede negociar, puede hacer ese cambio de tomar la palabra en vez de las armas y poder construir conjuntamente en medio de las diferencias.

El despertar de las víctimas

P: ¿Cómo se pasa de ser víctima a hacer de eso una causa política?

R: Tuve primero que entender que lo que viví no fue mi culpa y cuando lo entendí, separé las dos cosas: Soy víctima, pero soy sobreviviente. Siquiera yo puedo hablar; hay muchas otras que no han podido hablar porque han sido asesinadas, desaparecidas o están siendo calladas. Y de ahí parte tomar ese coraje y esa fuerza de las entrañas y poder defender nuestros derechos.

Hay más de 38.000 víctimas de violencia sexual, donde 34.000 son mujeres. El 22 % de esas víctimas somos mujeres negras, muchas fuimos violadas siendo niñas; hay más de 1.000 niños nacidos de la violencia sexual y de resto son hombres y población LGTBIQ. Más del 2 % son mujeres indígenas…

P: Porque al final hay muchas mujeres que han sufrido violencia sexual en Colombia que siguen silenciadas, ¿no?

R: En el contexto colombiano actual se construyó una paz con la FARC, paz con el ELN, pero sigue habiendo violencia sexual sistemática, desplazamiento, homicidio, reclutamiento en los territorios.

Es muy difícil que se hable de violencia, porque lo primero que hace la sociedad colombiana es (cuestionar) ‘¿por qué lo buscó?’, ‘¿por qué se vistió así?’, ‘¿por qué salió?’, ‘¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?’, mas nunca se dice ‘esto no debió pasar, debimos de haber prevenido esto’. Y es ahí donde nosotros constantemente levantamos la voz para que se mire a la víctima porque fue víctima de un horror y que hay que prevenir para que otras no pasen por el horror que nosotras ya pasamos.

Ser defensora de los derechos humanos en Colombia

P: ¿Qué supone ser defensora de derechos humanos en Colombia?

R: El reto más grande de ser defensora en Colombia es sobrevivir. La tarea más difícil es ser defensor o defensora por las amenazas, la persecución… Acabo de cumplir años el 21 de enero y estaba temerosa de cumplir años en mi casa, pero me fui un día antes porque hace 1 año me llegó un corazón de vaca clavado con clavos y una nota que me decía que «el último era el mejor».

P: ¿De dónde se sacan fuerzas para seguir alzando la voz?

R: La vida no es fácil, pero es también sacar ese coraje porque nosotros ya vivimos en carne propia cuál es el horror de la guerra, qué es ser víctima de violencia sexual, un aborto, el asesinato de mi madre, el desplazamiento constante y las amenazas latentes. Eso nos hace más fuertes porque queremos que nuestros hijos e hijas no repitan nuestra historia.

Por eso una saca coraje de lo más profundo y en medio del miedo, porque el miedo sigue estando. Yo no puedo salir, no puedo salir a rumbear, salir a paseo, yo salgo a lo mínimo; no salgo a mercar, sino que pido las cosas por teléfono. Pierdo mi libertad como una ciudadana a raíz de defender una lucha y unos derechos humanos que han sido vulnerados históricamente. Si yo sueño con que mis hijas y mi hijo vivan una vida libre de violencia, tengo que esforzarme y así mi libertad esté un poco coartada, tengo que hacerlo, quiero hacerlo, me nace hacerlo.

El rol de las mujeres en la construcción de paz

P: Las mujeres en muchos países y en Colombia se han destacado en muchas tareas dentro del conflicto, ya no solo en la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos, sino en un liderazgo por la paz, ¿cuál es el papel de las mujeres constructoras de paz en Colombia?

R: Siempre digo que yo soy porque otras fueron antes que yo, y la voz que yo tengo es gracias a mis mayoras que dieron su vida y, entre ellas mi madre, por defender nuestros derechos. De ahí parte esa construcción de paz y tejido social. Ahora esa oportunidad es más amplia ya que se está hablando de paz con el ELN, se está invitando a otros grupos armados a dialogar, a que reclamen derechos a través de la palabra y el diálogo, y no con las armas.



Ahí es donde entra un rol mucho más fuerte de las mujeres en pro de construir la paz y esa reconciliación, porque siempre hemos sido el pilar fundamental y las dadoras de vida y son nuestros hijos e hijas las que al final terminan envueltos en la guerra. Hay que darle a entender al país la importancia que tiene que las mujeres hagamos parte de la construcción de paz porque son nuestros vientres los que están dando a luz a unos hijos que deben de ser el pilar fundamental de la sociedad y no generadores de guerra.

P: ¿Qué papel cree que el Gobierno le está dando a las mujeres en los procesos de paz?

R: Aquí no esperamos que el Gobierno nos dé un papel, sino que nosotras como mujeres nos estamos tomando esos papeles, nos estamos tomando ese rol porque siempre en el marco del conflicto armado las que terminan llevando la peor parte son las mujeres y en ese marco de ideas siempre estamos prestas y dispuesta a construir desde las distintas orillas paz.

Por ejemplo, el 8 de marzo se llevará a cabo una movilización desde la (organización comunitaria de mujeres) Ruta pacífica de la mujer al Chocó en torno a esas mujeres constructoras de paz y tejido social, y esa juntanza que nos permitirá levantar la voz y decir: «Ni una mujer y ni un hombre más para la guerra».

Las voces de las víctimas de violencia

P: Háblenos del papel que ha adoptado en el proceso de paz con el ELN.

R: Desde el Consejo Nacional de Paz me delegan provisionalmente a la Mesa Nacional de Participación, donde se está construyendo la metodología participativa frente a los diálogos entre el Gobierno y el ELN. Ha sido muy complejo porque cada vez que el diálogo fuera del país hace un giro, también afecta en el territorio.

Entonces, una tiene que entrar a mediar y dar a entender que hemos vivido más de 60 años en conflicto y que de la noche a la mañana no vamos a llegar a la paz. Por ende, hay que seguir dialogando, hay que seguir aportando, hay que seguir construyendo una metodología participativa donde toda la sociedad colombiana, en medio de su diferencia, haga parte de esa construcción de paz.

P: ¿Qué puede aportar Yolanda Perea a ese proceso?

R: Yo puedo aportar que en medio de mi resiliencia estoy dispuesta a construir paz y no la guerra. Es necesario que las voces de las víctimas que ya vivimos el conflicto en carne propia, hagamos parte de la construcción para poner en la mesa esas formas de violencia que se vivieron, que se siguen viviendo y que toca buscar una ruta para prevenir.

P: ¿Cómo puede aportar la agenda feminista a la construcción de paz?

R: La agenda feminista está constantemente reclamando igualdad de derechos. Este año ha sido bastante violento para las mujeres y las niñas y aquí lo que estamos reclamando es una vida libre de violencia para poder construir un tejido social igualitario donde todos podamos respirar el mismo aire sin temor a perder la vida.

Construir el tejido social en Colombia

P: ¿Qué acciones son necesarias para avanzar hacia esta paz feminista?

R: Yo creo que la agenda primordial es todo ese tejido social enmarcado a respetar nuestros derechos. Aquí toca mirar también, por ejemplo, la agenda de las mujeres trans, todas esas formas de esas violencias que ellas han vivido por el hecho de defender su sexualidad y que parte de entender que por un derecho no pueden arrebatarle la vida.

Es necesario al momento de construir un tejido social y más como es nuestra Colombia, un país diverso, un país hermoso, un país de miles de sonrisas, se comprenda que la vida de la mujer, la vida de la niñez es importante y que es necesario construir la paz en medio de esa diferencia que nos permite una rejuntancia transparente, directa, constante y que sea una agenda de país. Esto no es del Gobierno de turno, es una agenda de toda la sociedad colombiana.

P: Si pudiera hablarle a los líderes mundiales, ¿qué le diría?

R: Que hay que entender que el problema no es de una, el problema es de todas. Por ende, el llamado a ante espacios que tienen que ver con la toma de decisión, pero también de garantizar nuestros derechos humanos, es que se implemente, por ejemplo, la 1325 (la resolución de la ONU para la protección de las mujeres en los conflictos), las 1257 (la ley colombiana sobre violencia contra la mujer), que se articule a través del acuerdo de paz con la FARC, que está al punto étnico, el punto de género que no se ha implementado a cabalidad. Pero también es mirar que en este construir de paz las mujeres desde ya tenemos unas agendas comunes, pero no tenemos recursos para poder realmente darle cumplimiento.


Yolanda Perea asegura sentirse orgullosa de ser mujer, ser negra y ser colombiana. EFE / Carlos Ortega

Tenemos la ley de víctima, la 1448, que requiere recursos para implementarla. Somos 10 millones de víctimas donde el 51 % somos mujeres, entre las que están las mujeres negras, indígenas, campesinas, raizales, palenqueras. Y es necesario construir el tejido social, cerrar la brecha y acabar con la violencia contra las mujeres. Este es el momento, si no es ahora, ¿entonces cuándo? Llegó el momento a que nos tomemos en serio la vida de las mujeres y las niñas.

P: ¿Qué piensa sobre el perdón? Porque en los procesos de paz después de la firma viene la reconciliación y el perdón, pero usted como víctima -o superviviente-, ¿cómo lo ve?

R: Yo te voy a un caso puntual: la necesidad que se tiene frente al perdón como víctima directa del conflicto armado colombiano. Y aquí estamos frente al macro caso 11 (de la JEP) que tiene que ver con violencia sexual y violencia basada en género y ahora la gran esperanza que tenemos como víctimas es que nuestros agresores se responsabilicen de esos daños que hicieron y acepten estas verdades.

Cuando se habla de perdón, yo no soy Dios para perdonar a nadie, ese es mi punto de vista, pero sí puedo en medio de las diferencias y en medio del dolor que me causaron, dialogar y empezar ese construir conjuntamente para que lo que a mí me pasó no se quede en la impunidad, pero que tampoco se repita en otras niñas y mujeres. Para ello es necesario hablar, reconciliarnos en medio de esas diferencias, poder tener verdad. Necesitamos verdad para empezar ese camino de esa verdad restaurativa y esa reconciliación.

Irene Escudero | Bogotá. EFE


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