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viernes, octubre 4

Vecinas, amigas, hermanas, madres, generaciones de piel agrietadas

Fotografía by ©Alun Be

Aquella voz que que viene de otro, de un tú que deja de ser música, de un eco pasado que algunos en sus bastos y frondosos privilegios se dignaron a mirar a su alrededor y redirigir alguno de sus provechos en pro de aquella voz en hilo, aquella acuchillada piel hasta el frenillo, para que no pudiera desenmascarar la esclavitud invisibilizada que sufría y sus ojos callaban, mientras el corazón aún latía para tornarse relato, poesía, savia viva y hacer de su vida sus palabras y no un mero eco de experiencias vistas desde la lejanía.

Sin embargo, hasta llegar a ser voz tuvo que recorrer millas en bicicleta, a pie, a rastras,  con un solo atuendo y un solo calzado para recorrer las grietas que su tierra estaban resquebrajando, esquivar las fosas de aquel mineral en que más de un amigo, primo o hermano había perecido. Mitigando el dolor de sus recuerdos y el de su mente, pues no quedaba nadie de su familia más que ella tras la llegada de esas gentes con coches grandes (mientras ella tenía que ir a la escuela a pie aproximadamente unos 15 km), e instauraron aquel rastrojo de hierros. A muchas familias no les quedó más remedio que huir porque usaban a muchos para labores demasiado para nosotros (y eso que éramos  fuertes). Además, como decía mi madre, aquellos hierros y búsquedas bajo tierra ensuciaban más las aguas y el ambiente, y las fiebres y los picores eran de sus actuaciones.

Recordé muchas de esas palabras en cada instante que pedaleaba, caminaba o intentaba descansar… alguien debía de saber al respecto. Mi padre siempre me decía que yo era la mujer más fuerte que había conocido nunca, que heredé la fuerza física de mi madre y la fuerza espiritual de su madre (mi abuela).

Dormí entre arbustos, en ramas de árboles y escondí mi bicicleta cerca de vegetaciones, rocas o cauces de ríos ya que al tener aspecto de abandonada, pensarían que lo estaba.

Aunque la única abandonada en ese lugar era yo.

ESTA ES LA VOZ, QUE NO EL ECO DE LA EXPERIENCIA. ESTA ES MI VOZ, Y LA DE MUCHAS HERMANAS E HIJAS.

He llegado hasta aquí gracias a mis propios méritos, a dejarme la piel literalmente bajo el sol y el raspado de la misma con el árido suelo, tardando semanas en poder ponerme unas meras chanclas o el roce del tacto por las quemaduras.

Pero no me digas lo siento, ni te compadezcas, no estoy compartiendo mi voz para eso, sino para algo más importante. Para hacerte saber que:

No necesitamos tu compasión, necesito personalmente y públicamente que dejes de agrietar mi tierra, que dejes de esclavizar personas, que dejes tu política de valores  en la web y publicidad de mierda y la cojas y te la apliques cada día, que dejes de contagiar el empobrecimiento de otros continentes a través de infravalorar mi persona y mi presencia en cada lugar que compartimos ya sea público o privado en nuestro propio país, que dejes de justificar muertes por conseguir tus objetivos como son petróleo, diamantes, armas, coltán… etc y luego des  tu calderilla para limpiar tu conciencia a algún humano con fe de poder llevar de vuelta la esencia de esas tierras tras tus devastadoras maniobras. Que dejes de hablar de mi, después de haberme saqueado hasta la piel, pero eh, no el alma.

Porque si me vas a llevar de vuelta hasta con la mirada, antes de que lo hagas plantéate que he hecho este recorrido para reclamar todo lo que le has robado a mis generaciones pasadas y has ultrajado a mi y a mis hermanas. Si me vas a registrar, a humillar  y a intentar controlar con constantes preguntas, recuerda que te estarás descubriendo como superior  en poder, en ejecución y sin embargo, vacuo en conocimiento, humanidad y recursos.

Donde el “No creo que sea para tanto” ya no te sirve de excusa, pues ahora tenemos fuerza para reconocer y reclamar lo que nos daña y lo que a costa de otros te enriquece, pero es que a nosotras nos empodera el ser comunidad, colectivo, unidad allá donde la diáspora vuele es fuerte; te propongo que empieces por tener otras bases que no falten al respeto a sus gentes. Porque si vas a hablar de educación, o si se te va a llenar la boca con el tema de ablación, o de salud sexual, o de racismos desde tu medio de comunicación y tu privilegio niquiscocio, permíteme preguntarte ¿Cómo hablas de algo que no sabes ni cómo respetar?

Si como dice la compañera Noemí Ondo Mesa y como vivimos todas a diario, si un español de primera te aborda con cuestiones, no es que quiera saber del tema, quiere saber del origen del color de tu piel  y qué haces y qué te trae por aquí en España e insistirá hasta violentarte y recibir una respuesta que le resulte conforme. Es decir, quiere ejercer control, ese que parece estar muy arraigado en la cultura de la conquista e infravaloración del otro para creerse con el poder, y tamizar de algún modo lo que siempre le faltó, respeto y educación.


Sara del Arco

Humana, persona y afroespañola. Investigadora de campo y educadora en salud sexual y prevención.Técnica en RRHH e Igualdad. Promotora de @snappolis (IG).


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1 comentario

  • Yari

    Hermoso texto. Corajudo, desde los caminos atravesados, acá somos sobrevivientes y sabemos bien que cada paso que damos es la vida de la dignidad.

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