
Debemos establecer la autoridad sobre nuestra propia definición (…) Significa que afirmo mi propio valor comprometiéndome a mi propia supervivencia, en mi propio yo y en el yo de otras mujeres negras. (…)
Audre Lorde
Reclamando algo de poder sobre lo que elegimos ser, y sabiendo que ese poder es relativo dentro de las realidades de nuestras vidas. Sin embargo, sabiendo que sólo mediante el uso de ese poder podemos efectivamente cambiar esas realidades.
Entonces, ¿qué es Siempre bruja?
Apenas, una entretenida serie colombiana interpretada por un grupo de simpáticos jóvenes, con algún que otro mensaje feminista salpicado de incitaciones a revalorizar el poder de la magia.
Ansiosamente se aguardaba sin embargo su première en Netflix, el 1ro de febrero, coincidiendo con la celebración del Black History Month en los Estados Unidos; porque en el anuncio divulgado meses antes, la sola presencia de su protagonista adelantaba un hecho extraordinario en la producción audiovisual latinoamericana: Angely Gaviria, bellísima actriz negra colombiana, interpretaría a la esclava Carmen Eguiluz.
Se esperaba que Siempre bruja contara su historia: una esclava acusada de bruja y quemada en la hoguera en 1646, que reaparecería en las playas de Cartagena en el 2019. Se esperaba que, a través de Carmen Eguiluz, se abordaría la experiencia de las mujeres negras en América Latina. Se esperaba, en fin, que gracias al alcance global que tendría esta serie colombiana, se abrirían nuevas posibilidades para narrar nuestras historias afrolatinoamericanas.
Pero inmediatamente después del lanzamiento en Netflix, en los medios sociales se desató la crítica a los desaciertos de Siempre bruja, llegando a ser considerada un gran fallo dentro del contexto del Black History Month. Ese es en mi opinión el verdadero problema. Siempre bruja prometía contar la historia de una afrocolombiana y así nos mantuvo en vilo hasta la mitad del primer capítulo; cuando descubrimos que las aventuras de Carmen serían dirigidas por el único objetivo de regresar al momento de su ejecución y salvar a su amante Cristóbal, hijo del amo, supuestamente asesinado mientras ella era en apariencias quemada viva. Viajaba en realidad al siglo XXI enviada por un brujo, Aldemar El Inmortal (Luis Fernando Hoyos), que desde su primera aparición en las mazmorras de la Inquisición me hizo saltar espantada no más empezar a recitar rezos yorubas (“omi tutu, ana tutu, laroye ilé”), que en la santería cubana se utilizan para invocar a Elegguá, pero que en las escenas de Siempre bruja resultan simplemente absurdos.
Es entonces que empezamos a comprender que en Siempre bruja no conoceremos la historia de una mujer negra colombiana; sino la de los personajes blancos que trazan su destino.
Carmen Eguiluz es una bruja innata. Tiene poderes superiores que son codiciados y utilizados por los otros. Así se arman los diez capítulos de la serie: un divertido ir y venir entre el pasado y el presente donde Carmen escapa o se refugia en un brujo u otro, Aldemar o Lucien, las fuerzas del bien y del mal; en un amor u otro, el amo Cristóbal (Lenard Vanderaa) o el profesor Esteban (Sebastián Eslava); poniendo siempre sus facultades al servicio de causas ajenas. Porque Carmen Eguiluz, a pesar de su gran poder, nos es presentada como una de las tantas mansas sirvientas que pululan en la literatura, la televisión y el cine latinoamericanos, siempre dispuestas a resolver los problemas creados por sus amos y a mejorarles la vida. Una vez más, encontramos a la mujer negra interpretando un personaje que no le cae bien sobre la piel, porque no es suyo. Esta no es su historia. El brujo Aldemar que la lanza al futuro es blanco; como Lucien, Esteban y Cristóbal; como los profesores de la universidad, los dueños de la casa donde se hospeda en la Cartagena contemporánea, los policías y sus amigos universitarios -con la excepción de un chico, Daniel (Dubán Andrés Prado).

Podría argüirse que es quizás a causa de la inaudita ausencia de negros en la sociedad cartaginense que Carmen descubre en el siglo XXI, que en Siempre bruja no aparece rastro alguno de tensiones raciales. Diríase que las diferencias raciales son un problema exclusivo de la esclavitud, y que han muerto con ella. ¿Habrá entonces llegado la Colombia actual al paraíso post-racial? Lamentablemente, no creo que los activistas antirracistas colombianos concuerden con la imagen que nos proponen los realizadores de la serie.
Aunque tampoco es que, en Siempre bruja, los negros hayan desaparecido completamente de la nueva Cartagena. Carmen los encuentra cuando visita el barrio en que nació. Como si la historia no hubiera cambiado, allí siguen, concentrados -¿encerrados?-, bailando, bebiendo y celebrando a la Candelaria, virgen negra. Sólo en ese barrio -¿un gueto?- aparecen los negros colombianos. Fuera de este enclave, los únicos negros son la mágica Carmen y su amigo Daniel.

Que Siempre bruja no problematice ni la esclavitud colonial ni el racismo contemporáneo podría comprenderse si la consideramos como una simple telenovela más, cuya única función es entretener. En tal caso, la pregunta sería: ¿por qué haber hecho de Carmen Eguiluz una esclava negra? ¿Acaso no es sabido que desafortunadamente en Occidente el color de la piel no es nunca un factor anodino?
El alboroto que causara el brillo de su piel negrísima cuando apareció su imagen anunciándola como protagonista de la serie, fue sin dudas un poderoso gancho promocional. El error de cálculo reside en que quienes decidieron utilizar el cuerpo y el rostro de la radiante Angely Gaviria no han comprendido que, en ningún lugar de las Américas, es posible usar a un personaje negro -y esclavizado- y evitar al mismo tiempo toda discusión sobre la esclavitud y la discriminación racial.
Sobre todo hacia los últimos episodios son lanzados explícitos mensajes feministas, que posiblemente han de ser considerados en relación a la alta composición femenina de su equipo de creadores. Basada en la novela Yo, bruja, de la escritora costarricense Isidora Chacón y adaptada por Ana María Parra, la serie fue producida por Dago García, María Cervera y Juliana Barrera. La dirección corrió a cargo de Liliana Bocanegra y Mateo Stivelberg.
Pero Carmen Eguiluz no es sólo mujer. Es negra. Fue esclava. Condiciones que resultan deliberadamente ignoradas en los recurrentes discursos feministas.
Siempre bruja constituye en fin de cuentas un doloroso recordatorio de la incapacidad de quienes dirigen los medios de difusión audiovisual y literaria para reconocer el trabajo de las creadoras negras. Por eso, mientras penosamente intentaba alcanzar el final de la serie, no logré evitar preguntarme cuán diferente esta habría podido ser si su equipo incluyese una escritora, directora o productora negra. Quizás así consiguiésemos aprehender algo de los verdaderos pensamientos y las emociones de una mujer negra constantemente utilizada, denigrada y considerada fuera de lugar. Quizás, sólo entonces, podría lograrse que la negra esclava Carmen Eguiluz fungiera como la verdadera protagonista; y que fuese realmente su historia la que es contada en Siempre bruja.
Pero más allá de lo que pudo haber sido y no fue, que perdure una certeza: nos toca únicamente a nosotras, las mujeres afrodescendientes, recuperar la fuerza cimarrona de nuestras antepasadas y escribir quiénes somos; porque nadie va a contar nuestra historia.
Nuestra lucha es ahora.

Odette Casamayor Cisneros
Escritora y profesora cubana. Actualmente enseña estudios culturales latinoamericanos y caribeños en la Universidad de Connecticut.
Twitter @odettecasamayor
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A mi me hubiese gustado una historia más centrada en ella como bruja poderosa.
Pero a parte de eso… veo un error tremendo el tema de quema de brujas de la Inquisición española. No es cierto. De hecho España fue el único país que se libró de esos actos atroces. Sólo sucedió en el País Vasco donde el pueblo quemó a 30 personas acusadas de brujería.
Pero en cuanto la Inquisición se enteró puso fin a esa locura.
Con haber estudiado un poco de historia o haberse leído un libro hubiesen subsanado ese error tan grave.
A Latinoamérica nisiquiera llegó esa fiebre de brujería.
Pongo por ejemplo Alemania, donde se quemaron unas 30.000 supuestas brujas. Eso sí es una bar avidad y nadie lo sabe. Pero las leyendas negras sobre la Inquisición Española supongo que siguen sin dar tregua.
Otto tema es la esclavitud.
Bajo el reinado de los reyes Católicos se escribieron varios libros de leyes sobre los indígenas constatando que eran personas y que no pertenecían a nadie. La esclavitud estaba prohibida. Que habia gente que tenía esclavos o que los vendía, pues claro, pero todo fuera de la ley.
No como en Francia, Inglaterra o Portugal cuyo comercio de esclavos era un negocio en toda regla y legal. Iban a África a buscarlos. Cosa que los españoles no hacían.
Respecto a la Inquisición, concuerdo. Ejemplos históricos de castigos impuestos por el tribunal en Cartagena en el siglo XVII:
-Ana de Armas, que dijo reconocer a Lucifer como su señor besándole a un poseído en el trasero y bailando a su alrededor con candelillas [cien azotes, 1634]
-Juana de Mon, Ana Juares, Dorotea de Palma y Rafaela de Nava, que celebraban aquelarres detrás de mataderos copulando en orgías con vecinos durante estas [confiscación de bienes, cien azotes y destierro, 1634]
-Paula de Eguiluz, proveniente de la Habana, asesinó un niño y declaró haberle chupado su sangre [condenada a servir perpetuamente a los pobres en un hospital, 1623]
-Paula de Eguiluz, nuevamente por formar brujas entre vecinas fraternizando con un diablo llamado Mantelillos [doscientos azotes y condenada a llevar habito y tiempo en cárcel, 1630]
-Leonardo Alvarez de Valdés, proveniente de Cuzco, que declaro entregar su alma a los demonios haciendo pacto con sangre [cien azotes y servir varios años en un presidio militar, 1630]
[Archivo Histórico Nacional/Archivo de Indias, Consejo de Inquisición 1474-1834 (Libros 1020, Varios Folios); Ibid, Libro 497-Sección Torquemanda]
Respecto a la esclavitud, hay que reconocer que el puerto de Cartagena sí fue un puerto de mayor volumen en la transacción de esclavos negros y blancos (moriscos) ingresados hacia varios puntos de la América (superado a lo grande por Brasil y un siglo después los EE.UU.). Por lo menos el 70% del trafico de esclavos pasaba por esta vía.
Claro, bajo las reformas Borbónicas del siglo XVIII hubieron restauraciones instituidas por cédulas reales en los virreinatos españoles como la del 31 de Mayo 1789 (“Educación, Trato y Ocupaciones de los Esclavos”, cual cambiaba las condiciones de reconocer a los esclavos como individuos “sujetos e inmersos en la sociedad” y forzando las condiciones disponibles de manumisión) pero la resistencia de los amos últimamente hizo estos muy difícil para muchos alcanzar.
Sobre el rezo Yoruba, no es invocación es saludo a todos los orishas antes de invocar, algo no enunciado por completo.