Noemí Ondó Mesa nos cuenta a través de su experiencia en Inglaterra las diferencias con España que ha vivido en su propia integración y la de su familia.
Nosotros llevamos viviendo en Inglaterra relativamente poco tiempo. No se pueden determinar diferencias aún definitivas pero sí es cierto que en este breve tiempo aquí, ya se vislumbra una línea de actuación o realidad para con el afro distinta a la que en España hemos venido observando todos estos años.
Primeramente, en referencia al concepto diversidad… En España éramos (mis hijos son) diferentes por el motivo étnia. Aquí somos españoles. La raza en sí no entraña un factor diferencial demasiado relevante. Y el serlo, españoles, infiere una especie de factor añadido no al contrario. Es decir, no somos inmigrantes, ni se nos etiqueta como tales. Leyendo en un foro de educación en España, una maestra compartió su opinión respecto al fracaso escolar… catalogaba y etiquetaba a sus alumnos en una especie de subgrupos (hiperactivos, normales, extranjeros y de perfil bajo, etc…) achacando el mal nivel de la enseñanza a la incapacidad por su parte, y la de otros muchos profesores, de hacer frente al número de alumnos con diferentes «particularidades» ¿? Yo no salía de mi asombro y le pregunté qué primero, por qué etiquetaba y cosificaba en grupos a sus alumnos (de la misma edad, con los mismos derechos y variadas pero no excluyentes aptitudes) También le dije que qué factor negativo entrañaba para ella el que once de sus alumnos fueran extranjeros (cuando según sus propias palabras solo dos no hablaban el idioma común)… Evidentemente no obtuve respuesta.
Con esta breve anécdota, quiero introducir la diferencia de la que hablaba y la perspectiva tan opuesta que en este tiempo hemos detectado aquí, en la escuela de nuestra ciudad en el condado de Oxford.
Mis hijos, como decía, son españoles, es inevitable marcar una diferencia en ese aspecto aunque sea solamente por la cuestión idiomática. Pero son tratados y su pertenencia al entorno escolar es tomada como una fuente de enriquecimiento, como un añadido que puede aportar al resto de compañeros que no son nativos de esa lengua. Tuvieron una acogida tremendamente positiva por parte de todos los compañeros. Joel participa activamente y colabora con su profesora en la dinámica diaria de las clases de español (segundo idioma impartido en optativas). Yahelín tiene postivos («house point») en English class, por su comprensible esfuerzo añadido y su buena progresión en el aspecto idiomático. Por lo tanto, ser diferentes en su entorno escolar no les excluye, les incluye y no les damnifica o grava su proceso educativo sino que además se les premia.
Su rutina no se ha visto perjudicada, se sienten a gusto haciendo actividades extraescolares desde el primer día… Practican tenis los dos y Joel fútbol. ¡Llegó inclusive a ganar un trofeo como «Man of the match» en su primer partido!
El primer concepto entonces, diversidad, se acepta y se recibe como riqueza o valor añadido.
El segundo factor que señalo es el del sentido de pertenencia. Pertenencia no solo a su etnia sino a su comunidad. En España eres negro, eres diferente y tu DNI no determina tu lugar y tu igualdad con respecto a otros iguales en la sociedad. Yo he tenido problemas de racismo continuamente en mi entorno vital, en el trabajo, en la calle, en el colegio… Ellos quizá menos, pero también. No ha faltado en el recorrido vital de ambos un percance, comentario o situación de tintes racistas o inclusive de exclusión en puntuales ocasiones.
Aquí en Inglaterra está mucho más aprehendido el respeto al diferente, al otro. En todos los ámbitos. Uno puede vestir como quiera, proceder de donde sea, profesar la religión que prefiera o ser de la étnia que sea. No hay problema alguno en ello. Todo esto en líneas generales. Como sensación y como sociedad, sin entrar en particularidades. El mundo está lleno de intolerantes, pero no debería ser la norma en una sociedad de derecho, no?
Nos ha llamado la atención por ejemplo, que nadie se haya extrañado ni haya pronunciado mal nuestros apellidos. Lo dices y ya está. Ni caras raras ni suspicacias, ni «escríbelo tú que no lo entiendo»… Nadie les pregunta, aun pudiendo observarlo por su acento, de dónde proceden porque sean negros, ni se sienten diferentes por el hecho de serlo. En España sí. No nos dábamos cuenta de esos pequeños detalles hasta conocer que existe otra realidad, otra forma de pertenecer a algún sitio. Son tratados con respeto, como a iguales y sin percibir ni constatar diferencia alguna con respecto a los demás niños. Se sienten parte plena y con derecho de un lugar en el que no les exponen o relegan a capricho según convenga. Es importante, y por eso yo valoro mucho que crezcan en este tipo de sociedad, que entiendan que pueden alcanzar sus metas y ser ellos mismos en igualdad de oportunidades, sin importar que el resto de sus amigos sean blancos, indios, asiáticos o árabes…
Y no es una mera cuestión de cortesía inglesa o de lo que se considera políticamente correcto. Es una asimilación REAL del respeto al otro en el sentido amplio de la palabra… Y ellos lo notan, lo agradecen y lo disfrutan…
Que no son diferentes, que pueden pertenecer a la Europa en la que nacieron y nadie (esto es impensable) les mandará a su país. O les dirá negro o les mirará con ese halo inconfundible de extrañeza, desagrado o diferencia.
En conclusión, yo como madre, soy más feliz, estoy más tranquila y más esperanzada desde que mis hijos viven en un lugar que no les señala. Que no les castiga por el mero hecho de ser «diferentes».
Esta es mi opinión, desde luego no extrapolable a la vivencia de cualquier otra familia afro en Inglaterra. Es nuestra particular visión.
Besos y gracias!!!
*Fotografías cedidas por la autora.
Noemí Ondó Mesa
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Tengo una sobrina viviendo allí, así que hace unas semanas, fuimos a pasar cuatro días. Como siempre que tengo que viajar con mis hijos, lo hago inquieta. No sé a qué tipo de sociedad me enfrento, si vamos a ser señalados por la calle u objeto de miradas curiosas o desagradables. Y es que mis hijos son negros, y nosotros blancos.
Creo que jamás he estado tan cómoda en un sitio. Ni una mala mirada, ni una buena mirada. Pasábamos totalmente desapercibidos, como si fuera lo más normal del mundo.
Muchísima gente negra, en trabajos «normales». Dependientes, ejecutivos, guías de museo, policías…
Muchas parejas mixtas. Mucho amor!!!!
Mi hija enormemente orgullosa de mi (según ella), porque varias personas negras le dijeron que les encantaba el peinado que llevaba.
Me he quedado con ganas de más. De hecho, me he quedado con ganas de poder vivir allí.
Así que entiendo perfectamente eso de que ahora eres una madre más feliz. Y me das un poquito de envidia, la verdad! jajajajaja
Disfruta mucho!!!!