
Desde sus orígenes, las mujeres negras están en marcha contra todas las violaciones de derechos y contra el racismo en todas sus formas, pues cargan en su esencia una pesada sobrecarga marcada por los prejuicios raciales, sociales y de género, fruto de la herencia colonial y esclavista que, desde el principio, oprimió y violentó a las mujeres negras, despojándolas de su humanidad, dignidad y subjetividad, así como del reconocimiento de su protagonismo político e histórico.
La escritora y antropóloga Lélia Gonzalez afirmaba que “una no nace negra, se vuelve negra”, porque el sistema heteropatriarcal, de origen blanco, racista, machista, LGBTfóbico y capitalista, reafirma cada día que las condiciones de acceso y de oportunidades no son las mismas en nuestra sociedad entre blancos y negros, hombres y mujeres, distintas etnias y territorios. Este ha sido, precisamente, el legado cruel y perverso de casi cuatro siglos de esclavización en Brasil.
En el proceso de una abolición inacabada, como señalaba la exministra de Igualdad Racial y trabajadora social Matilde Ribeiro, la población negra fue abandonada a su suerte, sin reparación racial ni políticas de inclusión, y sin el reconocimiento de su aporte social, económico y cultural en la construcción del país.

Los datos estadísticos confirman el abismo de desigualdad social y racial existente en la sociedad brasileña —en el trabajo, los ingresos, la vivienda, la salud y la educación—. Es una población excluida, ignorada y desprovista de políticas públicas durante décadas, lo que la ha dejado en el limbo de la marginalidad y el abandono. Al analizar los datos por género y raza, la situación se agrava aún más: las mujeres negras son las más afectadas en todos los niveles de exclusión y violencia. Viven cada día el racismo estructural y sexual, el prejuicio y la exclusión de derechos y oportunidades, junto a su invisibilización y las altas tasas de feminicidios.
La filósofa, escritora y activista Sueli Carneiro afirma que las mujeres negras siempre han sido tratadas como sujetos de segunda categoría, privadas de dignidad y respeto, como resultado de las violencias coloniales ejercidas contra mujeres negras e indígenas. Según ella, la violencia sexual colonial es “el cemento de todas las jerarquías de género y raza presentes en la sociedad brasileña”. Este hecho tiene consecuencias reales en la vida de las mujeres negras: la sexualización de sus cuerpos, la violación de sus derechos, la usurpación de su subjetividad y capacidad política, y la reproducción de todas las desigualdades sociales que observamos hoy.
Las mujeres negras representan más del 26% de la población brasileña, pero figuran entre los mayores índices de desigualdad, pobreza y precarización, además de ser las principales víctimas de la violencia y el feminicidio. Para transformar esta realidad, las mujeres negras en Brasil se han levantado, han hecho oír sus voces y han creado proyectos y acciones para reparar estas desigualdades históricas, marchando contra las violencias estructurales y las múltiples caras del racismo.
A lo largo de la historia, desde el violento proceso de esclavización del pueblo negro, las mujeres han asumido roles de liderazgo y protagonismo al frente de organizaciones y movimientos políticos clave, desde el siglo XIX hasta hoy. En los quilombos, figuras como Dandara dos Palmares, Tereza de Benguela, Akotirene y Luiza Mahim fueron lideresas que comandaron la lucha contra el sistema esclavista y las desigualdades raciales.
Nuestra lucha continúa en los espacios comunitarios, en los partidos políticos, en los parlamentos —con nombres como Marielle Franco, Benedita da Silva y Érika Hilton—, en las instituciones —como Luiza Bairros, Matilde Ribeiro, Nilma Lino Gomes y Anielle Franco—, y en la academia —con Carolina de Jesus, Lélia Gonzalez, Beatriz Nascimento, Neusa Santos, Conceição Evaristo, Djamila Ribeiro y muchas otras guerreras anónimas que sostienen la lucha en el campo, en las ciudades, en los quilombos y en las periferias del país.
Somos muchas, diversas y plurales; mujeres incansables en transformar Brasil en un espacio democrático, representativo, igualitario, libre del odio y del fascismo.

La historia de las mujeres negras en Brasil es antigua, colectiva y sigue en marcha. Como decía la doctora en medicina y activista de derechos humanos Jurema Werneck, “Nuestros pasos vienen de lejos”.
En 2015, realizamos la I Marcha de Mujeres Negras, con más de 100 mil mujeres que tomaron las calles de Brasil para marchar contra el racismo, la violencia y por el buen vivir. Diez años después, estamos en proceso de organización para la II Marcha Nacional de Mujeres Negras, bajo el lema “Mujeres negras en marcha por reparación y buen vivir”.
Esta marcha no es solo un acto político: es un movimiento de transformación social. Está organizada en todo el territorio nacional y tiene alcance internacional, con la participación de lideresas afrodescendientes de varios países.
La II Marcha Nacional de Mujeres Negras, que se celebrará el 25 de noviembre de 2025, espera reunir a un millón de mujeres. Cientos de miles de mujeres negras ocuparán Brasilia, llegadas desde todos los rincones de Brasil y del mundo. Como se lee en la página oficial del movimiento:
“Somos quilombolas, ribereñas, rurales, urbanas, periféricas, académicas, artistas, trabajadoras, niñas, madres, jóvenes y ancianas. Nuestra fuerza viene de la colectividad, del poder de nuestras redes y de la resistencia ancestral. Somos las sociedades anónimas de mujeres guerreras brasileñas que no aceptan más el silenciamiento ni la negación de derechos.”
Estas mujeres se unirán para debatir sobre justicia climática, derechos reproductivos, educación, violencia política de género, igualdad de derechos y democracia.
Para participar, únete a los comités impulsores ya existentes en tu ciudad, estado o región. En Madrid, contamos con el comité de mujeres negras (@comitemmn.madri), creado en mayo de este año con el apoyo del colectivo Maloka, y en Brasil con marchadasmulheresnegras.com.br. Todos hermanados en el mismo propósito: enfrentar las múltiples opresiones derivadas del colonialismo, el patriarcado y el capitalismo.
Recordemos que “las balas que mataron a Marielle son de la misma naturaleza de la violencia, la misoginia y el patriarcado” que intentan silenciarnos e invisibilizarnos todos los días. Pero seremos resistencia, por mí, por nosotras y por las que vendrán.
UBUNTU

Socorro Silva
Doctora en Trabajo Social y Educación, docente de Educación Superior en el IFRN/Brasil, afrofeminista, investigadora, activista de los derechos humanos y columnista de la Revista Matracas y del Colectivo Foque.

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