
¿Cómo honramos el legado de bell hooks cuatro años después de su partida? La pregunta se hace imprescindible mientras asistimos a la consolidación del trumpismo, al genocidio en Gaza y a la emergencia de un feminismo que se alinea con la derecha para excluir a las mujeres trans. Quienes leemos su obra sabemos que hooks desmontó el feminismo blanco y el clasismo que lo atraviesa, denunciando cómo invisibiliza a las mujeres negras, racializadas y empobrecidas. Su crítica demoledora al patriarcado capitalista imperialista supremacista blanco sigue siendo una brújula cuando todo parece desmoronarse.
La interseccionalidad que hooks defendió no era un eslogan académico. En su ensayo fundamental Teoría feminista: de los márgenes al centro, señaló que «las mujeres de clase baja y las comunidades empobrecidas, particularmente las que no son blancas, no habrían definido la liberación de las mujeres como mujeres que ganan igualdad social con los hombres ya que continuamente se les recuerda en su vida cotidiana que las mujeres no comparten un estatus social común». Raza, clase, género y sexualidad no pueden ser separados en la lucha feminista. Hoy, cuando ciertos feminismos optan por jerarquizar opresiones y pactar con el poder establecido, recordar esta premisa se convierte en insurreccional.
bell hooks, el patriarcado y las identidades de género
En su obra, hooks no abordó explícitamente la identidad trans en el sentido contemporáneo del debate. Su trabajo se sitúa en una época donde estas discusiones aún no habían alcanzado la centralidad que tienen hoy. Sin embargo, sí criticó con contundencia la rigidez de los roles de género y defendió la necesidad de desmantelar el patriarcado como estructura violenta que oprime a todas las personas que no se ajustan a los estándares normativos. En El deseo de cambiar. Hombres, masculinidad y amor, su última obra publicada antes de morir, hooks profundizó en cómo el patriarcado daña también a los hombres, encerrándolos en una masculinidad tóxica que les impide conectar con sus emociones y participar del amor.
Hooks propuso la masculinidad feminista como alternativa, mediante la cual los hombres estén comprometidos «con la igualdad de género y la reciprocidad como cruciales para la interacción y la asociación en la creación y el sostenimiento de la vida». Esta apertura a la transformación de las identidades de género tradicionales deja un espacio conceptual para incluir identidades diversas. Su énfasis en desmantelar la categoría de «hombre» tal como la construye el patriarcado nos permite leer su obra como un proyecto político que abraza, no que excluye.
No encontramos en sus textos publicados referencias directas a personas trans, pero su crítica al marco binario en el que las identidades sexuales y de género se suponen fijas y monolíticas abre puertas. En Teoría feminista: de los márgenes al centro, hooks argumentaba que el feminismo debe incluir a los hombres en la lucha contra el sexismo, porque la opresión patriarcal los daña a ellos también. Esta visión anti-separatista, que rechaza crear jerarquías entre oprimidos, es incompatible con cualquier forma de exclusión.
Lo que bell hooks criticó incansablemente fue cualquier exclusión dentro del feminismo. En ¿Acaso no soy una mujer? Mujeres negras y feminismo, advirtió sobre la importancia de la solidaridad sin jerarquías, señalando que el feminismo blanco burgués construía una plataforma falsa basada en la idea de una opresión común entre mujeres, ignorando las diferencias de raza y clase. «No hay ni que decir que son las feministas blancas burguesas las que sostienen el sueño romántico de la opresión común, una plataforma falsa y corrupta que disfraza y tergiversa», escribió. Esa crítica se aplica hoy a quienes construyen un feminismo excluyente basado en la biología como destino.
Hoy, sectores feministas adoptan discursos transfóbicos y se alían con la derecha y el neofascismo en su cruzada contra la Ley Trans y los derechos de las personas LGTBIQ+. En España, figuras del feminismo trans-excluyente (TERF) han compartido plataforma con medios ultraconservadores, han recibido apoyo de partidos de extrema derecha y han reproducido retóricas que históricamente se usaron para justificar la exclusión de las mujeres negras y lesbianas del feminismo. El discurso biologicista que sostiene que «las mujeres trans son hombres» replica la obsesión colonial por definir quién es realmente humano basándose en categorías rígidas e inmutables.
Hooks nos enseñó que el feminismo que excluye es un feminismo que reproduce la violencia patriarcal. Cuando algunas feministas comparan la transexualidad con el blackface, instrumentalizan la historia del racismo para legitimar la transfobia. Esa apropiación racista del dolor negro es precisamente lo que hooks combatió toda su vida. Las mujeres negras trans como Marsha P. Johnson, quien fue clave en los disturbios de Stonewall y fundó organizaciones para apoyar a jóvenes trans en situación de calle, han estado en primera línea de las luchas por la liberación. Borrarlas del relato feminista es borrar la historia.
Gaza, violencia y feminismo occidental
Bell hooks señaló repetidamente que el feminismo occidental ha sido ciego a la opresión de las mujeres palestinas, racializadas y del Sur Global. En una entrevista para Contranarrativas, hooks afirmó que «el imperialismo y el capitalismo juntos es una fase desastrosa. La guerra en su esencia es otra forma de capitalismo. Las guerras enriquecen gente, y empobrecen a otra gente». Denunció cómo la supremacía blanca y el colonialismo configuran subjetividades que naturalizan la deshumanización del otro.
Hoy, mientras Israel comete un genocidio en Gaza, el feminismo hegemónico guarda silencio o emite declaraciones tibias que no comprometen. Más de 70.000 palestinos han sido asesinados desde octubre de 2023, el 80% de los niños muertos en conflictos armados durante 2023 y 2024 perecieron en Gaza, y la ONU confirmó en septiembre de 2025 que Israel está cometiendo un genocidio. Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre derechos humanos en territorios palestinos ocupados, concluyó que «en menos de seis meses Israel ha destruido Gaza, borrando o dañando gravemente casi toda la infraestructura civil y las tierras agrícolas».
El llamado de hooks a la solidaridad internacional y a la denuncia de todas las formas de violencia estructural sigue vigente. En sus reflexiones sobre el imperialismo, hooks reconoció que «las cooperaciones transnacionales están borrando las identidades nacionales. Todas estas identidades se suman al enfoque imperialista del dinero y del poder». La complicidad de Estados y empresas en el genocidio palestino evidencia lo que ella denunció. La blanquitud colonizadora, que hooks definió como «esa blanquitud colonizadora imperialista que ha dominado buena parte del planeta», sigue operando cuando se silencia la masacre de un pueblo entero.

Trumpismo y la consolidación de la violencia estructural
Hooks advirtió que el feminismo no puede limitarse a la defensa de privilegios dentro de un sistema opresivo. En Teoría feminista: de los márgenes al centro, escribió que «el feminismo liberal refuerza los valores capitalistas sin liberar económicamente». Hoy, el trumpismo representa una consolidación de la violencia patriarcal, racista y excluyente que hooks ya criticaba en su obra. Trump ha construido toda su carrera política sobre la deshumanización del otro.
Su administración ha intensificado las deportaciones masivas, ha blanqueado las instituciones despidiendo a funcionarios negros de posiciones históricas, ha emitido órdenes ejecutivas para atacar museos que documentan la historia afroamericana, y ha recortado drásticamente programas sociales que sostienen a las comunidades más vulnerables. Como hooks señaló, «el enemigo de esta batalla no son los hombres, sino el pensamiento sexista instaurado tanto en hombres como en mujeres». El trumpismo encarna precisamente ese pensamiento: no cuestiona las estructuras de poder, las refuerza.
Hooks nos enseñó a identificar la fragilidad de la blanquitud como motor político. En una sociedad donde la diversidad se percibe como amenaza al dominio anglosajón blanco, la narrativa trumpista aspira a devolver privilegios perdidos. Como nos recuerda un análisis reciente sobre las políticas migratorias de Trump, «la migración podría considerarse un elemento fundamental en los procesos de construcción de la blanquitud». El discurso que presenta a los migrantes latinoamericanos como «la escoria humana que ha invadido su país» es el mismo que históricamente justificó la esclavitud y el colonialismo.
Seguir pensando y actuando
¿Cómo honramos el legado de bell hooks hoy, en medio de estas tensiones? Honrar su pensamiento no significa santificarlo ni convertirlo en citas descontextualizadas para Instagram. Significa leer críticamente, discutir con rigor y aplicar sus enseñanzas a los conflictos actuales. Hooks nunca esperó ser siempre popular. Se sentía cómoda haciendo que la gente se sintiera incómoda, desafiándolos a hacer preguntas difíciles. Como ella misma dijo, «para mí, el perdón y la compasión siempre están vinculados: ¿Cómo responsabilizamos a las personas por sus malas acciones y, al mismo tiempo, permanecer en contacto con su humanidad lo suficiente como para creer en su capacidad de ser transformados?»
La respuesta feminista a la transfobia, al genocidio palestino y al trumpismo debe ser la misma que hooks defendió toda su vida: una lucha contra todas las formas de opresión simultáneamente. Racismo, transfobia, clasismo, patriarcado, imperialismo. No hay liberación parcial. No hay justicia que se construya sobre la opresión de otros. La emancipación es colectiva o no es.
Hooks definió el feminismo como «un movimiento para terminar con el sexismo, la explotación sexista y la opresión». Ese proyecto sigue vigente, pero requiere que nos atrevamos a escuchar lo que incomoda y a cuestionar nuestras propias complicidades. ¿Estamos dispuestas a construir un feminismo que incluya a todas las mujeres, incluidas las mujeres trans, las mujeres palestinas, las mujeres migrantes, las mujeres empobrecidas? ¿Estamos dispuestas a romper con quienes pactan con la derecha en nombre del feminismo? ¿Estamos dispuestas a denunciar el genocidio aunque eso signifique confrontar a gobiernos y alianzas cómodas?
bell hooks nos dejó las herramientas. Usarlas es nuestra responsabilidad.
Tania Castro
Historiadora
Santander (España)


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