En Buenos Aires, las miradas que hablan a veces se materializan en palabras. En algunos, los filtros del racismo se caen más rápido. Quizá sea una tendencia mundial en las grandes ciudades: aquí los mundos íntimos e individuales se volvieron tan débiles que muchos buscan fortalecerse con las supuestas debilidades del otro.
Ya les conté en el post anterior de la pesadilla que sufre mi hija Evangelina a diario por su pelo afro. La pesadilla está encauzada: «El pelo no se toca», ya es regla fuera de casa. Corre también el «Te tocamos el pelo si le tocás las motas sin permiso» para los más irrespetuosos. Les devolvemos el gesto.
Pero siempre hay un nuevo episodio que te pone en guardia. Vamos por el episodio II de racismo sútil.
El fin de semana pasado volvíamos con Eva muy tranquilas en el colectivo y de la nada, una chica con maletas invadió: «¡¡¡¡qué linda nena!!! No se parece nada a vos. Debe ser igual al papá…»Decime, vos que estás leyendo este texto, ¿cómo seguís frente a tanta irreverencia?
Yo respondí lapidaria: «Se parece al papá y a mí. Es afroargentina». La mujer de las maletas siguió… «¿Pero dónde está el papá?»… Estuve por responderle ´Y a vos qué te importa¨ -la próxima lo hago- pero apelé al «Plan Motas» y contraataqué: «Está en Africa. ¿Y vos? ¿Tenés familia?»
La mujer de las maletas empezó a callarse. Su verborragia inicial se transformó en palabras sueltas. Confesó que había tenido dos hijos con una persona de etnia gitana que finalmente se había casado con otra mujer y que ahora ella veía a sus niños una vez por semana porque estaban con él. Y se silenció.
«Uh, qué historia la tuya…», acoté.
Ya cerca de la parada, nos despedimos. A punto de tocar el timbre para bajar, se nos puso a hablar otra mujer. Me contó amorosamente que estaba en Buenos Aires desde hacía cinco años por trabajo, que era de Rio de Janeiro y que mi hija le hacía acordar a su nieta. Que la veía una vez por año. Se emocionó al abrirse. Me hizo emocionar también.
Dos mujeres. Dos puntos de vista en poco tiempo en un mismo lugar.
Nos bajamos del colectivo hablando con mi hija de Brasil. Del alma afro que es su alma.
Me quedé pensando en la necesidad de algunas personas de invadir y no respetar la diferencia. De mirar la paja en el ojo ajeno sin preguntarse qué pasa con la viga en el propio.
Hoy lo nuestro con Eva es devolver la pelota y que pique en donde tiene que picar. Me propuse para la próxima ser más directa sin levantar la voz. Diré: «lo que estás haciendo es racismo sútil» y continuaré la marcha.
Valeria López
Mamá de Evangelina. Periodista y productora de TV. Creadora de los blogs Mamás Solteras Actívense y Mamá Ultimo Momento. Escribe «El Diario de Eva» en el sitio digital tn.com.ar
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Hola Valeria, cómo estas! Lei muy atentamente tu post y creo comprenderte, tambien tengo una hija afroargentina ( soy argentina casada con un senegales) y me ha ha sucedido y sucede esto que contas y la verdad es que reaciono de diferentes maneras de acuerdo a la energia de quien se acerca. Como mi niña es muyyy parecida a su padre, sólo sus ojos tiene parecido a mi, no me molesta que no la vean parecida a mi, y creo se debe a que amo la hermosura de su familia paterna.
recuerdo que hace años me preguntaban si era adoptada y yo muy orgullosa decia : no, crecio en mi panza.
Mi padre cuando la recogia del jardin de infantes hace años volvia a casa y me decia: la gente mira a la nena y me mira a mi, mira a la nena y me mira a mi.
Todavia hay personas que se asombran al ver a un niño afro, otras se estan acostumbrando, otras se quedan mirando porque son muy bellos. Yo, la verdad llevo tan naturalmente esto que olvido que para otros es “raro”.
y es su problema. Mi mirada y mi lucha está en las situaciones que hacen que esa “diferencia” que cierta personas notan y convierten en discriminacion no queden invisibilizadas. Y he sido siempre asi en mi vida, muuucho antes de enamorarme de mi esposo.
pero si es verdad que molesta que a veces hay gente que actua de manera idiota, sin respeto. una vez le tocaron el cabello a mi hija y luego la estupida mujer dijo: ayyy, pero es suave!, que creia que era una esponja de metal la cabeza de mi hija?, pero como dije antes, era una estupida y lo sigue y seguira siendo esa mujer.
La actitud de esa mujer con la que te cruzaste es de ignorancia, sin dudas! esta de mas decir o afirmar si tu niña se parece al padre o no, etc. Fijate que como contas mas adelante, la otra señora tambien se acercó a hacerte un comentario pero en otros terminos,es la diferencia. La discreción, el tacto, el respeto.
Te envio un abrazo grande y otro para Eva.