Recorrer de nuevo esos pasillos significaba regresar al pasado. Volver a varios recuerdos felices, aunque la mayoría de ellos sabían a amargura y acidez, al alcohol
que escuece en las heridas.
Durante mi estancia en el instituto, tuve que lidiar con comentarios y actitudes muy
discriminatorias hacia mi persona. Incluso pensé que la discriminación adoptaba a
veces forma humana y me hablaba. Directa y sin pelos en la lengua. Soberbia y altiva,
como ella es. Sin embargo, cada vez que intenté quejarme de su presencia, o hacer
entender a un adulto o docente mi situación, siempre terminaba escuchando las
mismas frases:
“Ves cosas donde no las hay, el racismo no existe. Estás exagerando”.
Así que iba lidiando y cargando con el peso a diario. Aprendiendo a callar por miedo a que mis notas pudieran bajar. Ya bastante condicionada estaba, ya que debía esforzarme el doble que mis compañerxs para optar a un cinco o un seis, que estaba bien para alguien como yo, según mis propios profesores. Pero esa es otra historia.
Lo que jamás podré olvidar lo que sucedió durante una clase de lengua castellana en 1ro de bachillerato. Leíamos una de las lecturas recomendadas del curso, un clásico de la Edad de Plata de la Literatura Española: “Tres Sombreros de Copa” de Miguel Mihura.
El problema apareció cuando entra en escena Buby, un personaje de la historia. Los que conocéis la obra, sabréis que Buby es negro, y el resto del reparto de la historia se dirigen hacia él de manera despectiva y muy racista. Un discurso lleno de humor ofensivo hacia lxs negrxs. Aquí un ejemplo donde Buby conversa con Dionisio, personaje principal de la obra:
• Dioniso: «¿Y hace mucho tiempo que es usted negro?».
• Buby: «(…) Yo siempre me he visto así…».
• Dionisio: «¡Vaya por Dios! ¡Cuando viene una desgracia nunca viene sola! ¿Y de qué se
quedó usted así? ¿De alguna caída? (…)».
Cuando aparece Buby recibe lindezas como: “No es idiota… Es que como es negro… hubiera sido mejor haber quedado manquito”
La burla, la mofa y las risas fueron la reacción del profesor y lxs alumnxs, como yo
ya esperaba. A medida que la lectura iba avanzando varixs compañerxs se iban
sintiendo incomodxs.
El docente continuaba la lectura riéndose de los comentarios racistas hacia la
persona de Buby y justificándose en el discurso de que la sociedad española de los
años 30 era así. Que había que contextualizar.
Llegamos a un punto donde mi hermana y yo no podíamos más; yo, siendo más
fuerte, aguanté, pero mi hermana echó a llorar. Nos sentíamos solas y nada
respaldadas, burladas incluso por la cultura. Solo un compañero se solidarizó con nosotras y dijo que no deberían leerse ese tipo de cosas, y menos aún reírse ya que no tenía gracia.
Nuestro querido maestro reaccionó. Al fin. Pero esperad. No toquemos trompetas
aún. Él se enojó, se ofendió, se molestó. Y yo ahí me hice la misma pregunta que os
formuláis ahora, ¿por qué?
Nos dijo que no permitiría que faltáramos el respeto a una gran obra de la lengua castellana y la literatura española. Mi hermana continuaba llorando de rabia e impotencia. Acabamos callando, ya que este maestro cuestionó bastantes veces nuestra presencia durante el bachillerato. Decía que no entendía que hacían algunas personas sentadas allí si esta formación requería mucha inteligencia, destreza, capacidad, habilidad y rendimiento. No calentar una silla que otrx persona podría aprovechar mejor. Lo decía por supuesto mirándonos a nosotras.
Lo que quiero explicar es que podríamos haber estudiado ese clásico literario de otra manera, ¿por qué no? Podíamos haberlo hecho trabajando con una metodología que promoviera la reflexión y el espíritu crítico a lxs alumnxs, además de trabajar valores como el respeto, la empatía y la humildad, entre muchos otros.
No creo que se deban dejar de estudiar estos clásicos. Lo que creo es que deberían estudiarse de una manera crítica y de denuncia de aquellas sociedades. Esto ayudaría a que no se volvieran a reproducir actitudes xenófobas y racistas como la que tuvimos que vivir mi hermana y yo en su momento.
Lo triste es pensar que esas sociedades no están tan lejos de la nuestra, como se puede comprobar por la reacción del profesor y mis compañerxs. Hoy no me hubiera callado.
Fatu Dembaga
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Hola, al igual que tu creo que tu profesor debió abordar la lectura de otra manera, más crítica, contextualizada y simétrica con la actual sociedad. También comparto que los libros no deberían prohibirse, porque se censuran ideas y es mejor que uno mismo decida el «valor» de un libro. Pero desde el punto de vista de tu profesor creo también que los libros no son racistas, las personas lo son, la sociedad lo es…no estoy familiarizado con la obra o el autor pero un uso de las «bromas» es ser críticas con lo que se dice y con quien lo dice…a mí me pareció gracioso que el personaje las diga porque lo que hoy demuestra es su poca empatía con su semejante, propio de una persona desalmada y vil, sin duda una persona insegura que busca sobresalir despreciando a los demás. Me rio, pero no comparto lo que dice…Todo depende de la «intención» del autor…si fue la de ofender es un racista y su obra es racista, si fue crítica, pues su broma no es racista en sí…Considero que el entorno en el que vives si es racista, y por ello consideraste la obra racista y ofensiva inmediatamente..Deseo que el racismo alguna vez acabe, o al menos disminuya…y nos veamos como lo que somos…seres humanos…suerte