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jueves, marzo 28

Dudas sobre mi identidad. Mi experiencia en Ghana

Dudas sobre mi identidad. Mi experiencia en Ghana

Antes de empezar a hablar sobre mi experiencia en Ghana, convendría exponer cierta información necesaria para poneros en contexto.

Soy una mujer de 22 años nacida en Barcelona de madre española y padre ghanés. Durante toda mi infancia viví en una ciudad del área metropolitana de Barcelona en una década (1995-2005) en la que apenas había un flujo migratorio de personas provenientes de África. Esto me convertía en lo “único africano” de mi entorno, lo que se tradujo en ser el foco de atención en el colegio así como en cualquier otro lugar.

Mi aspecto físico no correspondía con el de las otras personas con las que me relacionaba, -ni tan siquiera con el de mi familia a exclusión de mi hermana-, y este hecho llevaba de manera implícita miradas, comentarios y preguntas.

A medida que transcurrió el tiempo, un sentimiento de rechazo hacia todo lo que me hacía diferente, o a mi “parte negra”,  fue creciendo; por ejemplo evitaba que mi pelo afro fuera el tema de conversación. ¿Por qué si he nacido en Barcelona, hablo la misma lengua y comparto la misma cultura y tradiciones, tengo que ser tratada cómo una extranjera?

Durante la adolescencia este sentimiento se hizo mucho más notable. Nunca llegué a odiarme, pero sí que es cierto que le di importancia a los comentarios que recibía: “si te alisaras el pelo estarías más guapa”. Finalmente cedí, no fue tarea difícil puesto que estaba dispuesta a hacer lo que fuese para eliminar aquello que hiciera recordar a los demás que era diferente.

Dudas sobre mi identidad. Mi experiencia en Ghana 2
Calles de Accra, Ghana

Me traté químicamente el pelo, borrando así una parte crucial de la identidad de personas negras y esperando así que encajar y confundirme con la multitud fuese solo una cuestión de tiempo. Sin embargo, las preguntas, comentarios y bromas claramente racistas nunca dejaron de venir.

A medida que pasó el tiempo, la percepción que tenía de mí misma empezó a cambiar. Seguía jugando al juego del disimulo planchándome el pelo, pero decidí que el hecho de tener orígenes africanos no debería avergonzarme.

El querer descubrir más sobre dichos orígenes concluyó con la decisión de ir a estudiar un Máster en Ghana con 21 años. Una vez llegué a este país de África del Oeste, me topé cara a cara con uno de los hechos más reveladores de mi vida. Seguía siendo el centro de miradas y comentarios puesto que se me considerada como una extranjera, y no por mis posibles pintas de “guiri” sino porque en Ghana soy una mujer blanca.

La gente me identifica como “obruni”, que en la lengua local significa persona blanca y/o extranjera. Esto se debe a mi tonalidad de piel más clara que me sitúa dentro de los estándares de belleza que se tienen en Ghana y en otros países africanos que he visitado; cuánto menos negra y menos afro sea tu pelo, más bella eres. Aquí no solo se comercializan productos para alisar el pelo, sino que también se comercializan los productos que blanquean químicamente la piel. Esto se traduce en un sentimiento de inferioridad colectiva que algunas personas negras tienen en cuanto a los ideales caucásicos.

Si no soy blanca- eso quedó muy claro en Europa- y no soy negra- según las experiencias vividas en Ghana y otros países subsaharianos- ¿Qué soy? Siempre me había sentido cómoda con el término “mulata”, sin embargo, sería continuar aceptando el uso de un vocablo con orígenes racistas cómo puede ser el adjetivo “exótica”.

Sigo dándole vueltas a este asunto pero cabe decir que tras 6 meses en Ghana y tras estar rodeada de gente que comparte un pelo similar al mío, ha aflorado en mí  la decisión de optar por lo natural. Me he dejado de planchar el pelo, me he animado a hacerme las trenzas africanas y he decidido no ponerme más la crema alisadora.

Quizás el problema que tuve en Europa fue ser minoría y de no haber sido así, no hubiera querido ocultar mis orígenes africanos. En cualquier caso, una valiosa lección que he aprendido es que no hay una “parte europea” o “parte africana” en mí. Alisarme el pelo no me hace más europea y menos africana. Yo soy yo en un conjunto, con mi pelo afro y mi tonalidad de piel, así que las decisiones que tome con respecto a mi aspecto físico, no deberían estar destinadas –bajo ninguna circunstancia- a negar la naturaleza de mi genética.


Paula-Adjo Soli 

Española y ghanesa nacida en Barcelona. Graduada en Derecho y Relaciones Internacionales. Escritora ocasional. En busca de mi negritud de la mano de la lucha antirracista y feminista interseccional.


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7 comentarios

  • eli Perea Garcès

    wow,, yo soy hombre, y no veo en la foto a una mujer negra, ni a una mujer blanca, solo veo a una mujer bella, bellìsima

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