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viernes, octubre 4

Parte de mi historia. Testimonio

Claudia Kosler

Soy Claudia Kösler Sogoyou; malagueña (y andaluza y española), togolesa y alemana. Sí, puede decirse que mi familia es multicultural. Mi padre es lo que tenemos en mente cuando pensamos en un alemán -erróneamente, porque hay muchos alemanes que no son rubios ni tienen ojos azules- ; nació en Stuttgart , una ciudad al suroeste de Alemania; su madre era suiza. Mi madre nació en Kara, al norte de Togo; un país situado en la zona oeste y subsahariana de África. Mi hermano, mayor que yo, también nació allí. A finales de los 80 nací en la clínica Gálvez de la capital de Málaga, pero casi toda mi vida ha discurrido en Torremolinos, un pueblo de la Costa del Sol.

Hoy es quiero contar vivencias de una parte de mi historia como persona con raíces multiculturales.

Crecí en un seno familiar en el que cada miembro tenia un tono diferente de piel, algo vivido con total naturalidad dentro de mi familia. Viví en un pueblo donde no se veían muchas familias como la mía, se podría decir que era mas bien escaso (esto es notablemente más frecuente ahora). Es obvio que la cultura -se defina como se defina- en la que crecí no era exactamente la de mis progenitores; ¿supuso algún problema? Al contrario, esto solo hizo sumar a mi persona e identidad variedad de valores.

Durante mi infancia, adolescencia y vida adulta a veces he recibido comentarios, miradas y actitudes que van desde la impertinencia al insulto. No es que hayan sido un factor importante en mi vida, pero han existido. Podría escribir relatos cortos sobre esto. ¿Y por qué se dan estas situaciones? Puede aludirse al recelo ante lo diferente y otras causas; pero si tengo que elegir una diría que la ignorancia, a veces oceánica (y perdón por lo rotundo), inunda la mente de algunas personas. Pongo algunos ejemplos: “¿De dónde eres? De Málaga. Ah! Creía que eras dominicana con ese color y ese acento…” (acento dicho sea de paso que no puede ser más malagueño, el “de dónde eres” se repite una barbaridad); “Oye, ¿ y ese pelo? ¿Cómo lo haces? Pues crece solo, este es mi rizo”; “Hablas muy bien español! Lógico, he nacido en Málaga¡”; “¡Negra de mierda vete a tu país! Soy mulata y ya lo estoy”(cuando trabajaba de auxiliar en un parque acuático y llame la atención a unos hombres por saltarse las reglas);etc.

Cuando era más pequeña me ofendían y me llenaban de rabia e ira. No entendía por qué se metían con mi tono de piel. Con mi pelo. A veces lloraba y decía en casa que no entendía por qué la gente era así. No hacia daño a nadie. Mi madre siempre me educó en la firmeza de carácter y me enseñó que a las personas con actitudes necias les resultaba más fácil acudir a cualquier rasgo físico o de origen para agredir, usaban el insulto fácil: ya seas negrx, chinx, gitanx, gordx, con gafas, con pecas, discapacitadx… Daba igual.

A medida que iba creando mi identidad y construyéndome como persona, lo que dura toda la vida, me daba cuenta de cuánta razón tenia mi madre. Si cuando rechazas, aunque sea educadamente, a algún chico te sueltan «y la puta negra esta de mierda”, pues los adjetivos calificativos de respuesta no pueden ser agradables, pero más allá se configura una escena de miseria moral. También los celos usuales ante notas mejores o ropa podían derivar hacia esas coordenadas. Sin embargo, y me parece importante decirlo, la “pseudonegra”, como yo misma me hacia llamar durante un tiempo, nunca ha sentido el odio, crudamente explicitado, o ha sido efectivamente discriminada por nadie ni por ningún colectivo. Me refiero a “odio” tal como lo define la RAE: Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Ni tampoco he sufrido racismo como tal: Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive.

Estudié en un colegio público donde convivían alumnos excelentes y otros no tanto. Mi nota media era de notables y algún que otro sobresaliente. Mis profesores siempre me apoyaron en mis estudios y me felicitaban por mis resultados. Soy cinturón negro de judo y fuí subcampeona de Andalucía. El único impedimento que tuve por parte de la federación para poder competir era que no podía participar con NIE alemán, tenía que ser española (en papeles). Lo cambiamos y solucionado. Nunca más hubo una barrera. Tengo una carrera, un master y una lista de cursos y posgrados. ¿Impedimentos por ser mulata? No tuve ninguno. En cierto modo, cambié las “gafas”, es también como si me hubiera hecho inmune, y comencé a ver a aquellas personas que intentaban ofenderme de otro modo, como personas que volcaban sus frustraciones en otras personas . Entendí que no me odiaban “ a mí” sino que no comprendían que alguien diferente a ellxs estuviera dónde ellxs, que podía tener las mismas oportunidades. Simplemente entendí que no entendían.

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Claudia Kösler ejerce como psicóloga y terapeuta sexual en Barcelona. Fotografía tomada de su blog. http://www.claudiakosler.com/claudia-kosler-psicologa-blog/

Estoy orgullosa de ser quien soy, de tener la familia que tengo y de poder conseguir mis objetivos. A veces no nos damos cuenta que nos topamos con personas tan infelices que necesitan dañar o intentar dañar a otras para tapar sus carencias. Y si eres diferente pues más fácil para ellxs.

Vivo en Barcelona desde 2014 y ejerzo como psicóloga en un centro del barrio de Grácia. Soy psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas. No he notado nunca que un cliente-paciente se asustara o se asombrara por ver a una psicóloga mulata con pelo afro en este ámbito profesional. De hecho, solo he recibido cordialidad y respeto en mi labor. ¿Qué quiero decir? Que a veces podemos confundir racismo con algo que, en principio, es mucho más leve: simple ignorancia, que si no se transforma y se mitiga puede acabar creciendo hacia lo peor. El racismo existe, pero la ignorancia también.

Todos los desaires que he podido recibir me han hecho ver que detrás de todo eso también hay un miedo a la diferencia y no siempre un odio a lo diferente. En mi vida he recibido mucho apoyo y amor por mis cercanos, integración y no exclusión por ser quien soy. Y algunas de esas actitudes negativas han acabado en disculpas; muchas miradas retadoras han acabado por ser ciegas, inadvertidas. Y los intentos de ofensas solo han sido intentos.

Algo curioso: cuando voy a Togo lxs niñxs pequeñxs me señalan con el dedo y me dicen ‘mujer blanca’. Hasta alguno ha habido que se fue corriendo porque nunca vio una persona tan clara. Y alguno más mayorcito me ha mirado con cara de asombro e incluso temor, ¿mi reacción? Sacar mi arte malagueño, acercarme y hacer ‘BUH!’. Sucedió en un mercado y las mujeres del puesto se partían de risa al ver como el chiquillo se quedaba anonadado. Y así hay una larga lista de cosas que me han pasado allí, ¿Son racistas? No, pero casi parece que en España soy negra y en Togo blanca… Hubo una época que me sentía en una película: “Colega, ¿Dónde esta mi sitio?’; pero ya no, estoy en otro escalón de mi vida. Resulta que pertenezco, sin ningún problema y con alegría, a varios lugares, guste o no. En realidad, todos somos así, por razones innatas o por elección. Y no a todas las personas del mundo les vamos a gustar, por la razón que fuere, eso es irracional; pero la diferencia jamás puede usarse para fomentar el odio. No hay excusa para el odio o la discriminación. Nadie merece recibir sentimientos negativos.

Cada persona tiene su historia; todos conocemos momentos desagradables, sucesos desafortunados o crueldades sin nombre por las que han tenido que pasar personas por ser diferentes. Duele mucho comprobarlo; pero también quiero decir bien alto que muchísimas personas aman y respetan las diferencias y en absoluto tienen sentimientos negativos hacia ella. Yo he tenido suerte: me he encontrado con muchas de estas buenas personas y muy pocas de las otras.

 

Claudia Kösler Sogoyou

Psicóloga, terapeuta sexual y de parejas.
www.claudiakosler.com

 


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