Con frecuencia en mis diversos escritos hago referencia a las personas de ascendencia africana como negra, afrodescendiente o descendiente de africano, criterio que permite al lector sentirse incluido de acuerdo al término que ha definido como más significativo para la construcción de su identidad.
Si bien el término “negro/negra”, fue empleado para denominar a las personas africanas secuestradas y esclavizadas, como a sus descendientes nacidos en territorio americano; dicha nominación cumpliría una clara y definida función social, la cual sería: diferenciar a todo individuo no europeo, descalificarlo y subordinarlo por el color de su piel.
“Lo negro” fue asociado al mutismo, la invisibilidad, la ignorancia, a la noche y en consecuencia a la oscuridad, como lugar por naturaleza inhóspita, desolada, desapacible y llena de vicios, en efectiva contraposición a lo blanco. Por ello, no es azaroso que en nuestro lenguaje cotidiano y representaciones icnográficas, “lo negro” se encuentre estrechamente asociado a tipificaciones envilecedoras, vinculado a lo malo, la desgracia, la desdicha, lo perjudicial. El mercado negro (contrabando, venta, distribución o intercambio clandestino e ilegal de bienes y servicios), el jueves negro (desplome de la bolsa de valores de Nueva York), humor negro (satirización de situaciones sociales oscuras, dolorosas, polémicas), un futuro negro, gato negro (símbolo de mala suerte), dinero negro (aquel proveniente de actividades delictivas), magia negra (brujería), entre otros; los cuales son solo una muestra del carácter significantemente vilipendiado de la negritud.
No obstante, el término “negro”, por si mismo, no posee una carga negativa o degradante del sujeto social, por el contrario, sería en el contexto antes descrito donde le fueron atribuidas significaciones negativas y peyorativas sobre la negritud. Por esta razón apuesto por la resignificación del lenguaje y su dotación de calificativos positivos necesarios en el proceso de consolidación de la resistencia.
Por su parte considero pertinente la implementación del término afrodescendiente pues la afrodescendencia surge como mecanismo de resistencia frente al racismo y endorracismo emanado de las estructuras sociales herederas del pensamiento colonizador. La afrodescendencia es en primer término un concepto vindicativo y reconocedor de la herencia africana de la población negra en América, pero además es un concepto político, de significación de la experiencia propia y apropiación de espacios políticos históricamente negados.
No obstante, no todo afrodescendiente o descendiente de africano es negro -como consecuencia de los procesos de mestizaje desarrollados en América-. De acuerdo a ello, en mí libro “Racismo, endorracismo y resistencia” publicado en 2014 por la Editorial el Perro y la Rana en Caracas me permití categorizar 3 tipos de afrodescendencia:
a) La afrodescendencia visible
Comprende aquellos individuos que por sus características fenotípicas y pigmentación pueden ser identificados y vinculados de forma inmediata con las personas africanas. Estos sujetos pueden o no ser conscientes de su pertenencia étnica-racial, como de igual forma puede que se reconozca o no como afrodescendiente.
b) La afrodescendencia oculta
Producto del proceso de mestizaje e interracialidad desarrollado en nuestro continente, pese a las limitaciones y prohibiciones, surgirán una cantidad significativa de individuos poseedores de africanidad en su carga biológica, aunque no sea perceptible en sus facciones y pigmentación. Es afrodescendiente aquel cuyo núcleo familiar existió un origen, rasgos o pigmentación negroide, no obstante, este puede no manifestarlo de forma perceptible en su piel y rasgos corpóreos. Este al igual que el afrodescendiente visible puede tener o no conocimiento de su herencia, como así mismo, reconocerse, negar su afrodescendencia o estar en proceso de reconocimiento.
c) El afrodescendiente político
Este tipo de afrodescendiente, puede ser cualquiera de los anteriores, visible u oculto, pero que decide reconocerse afrodescendiente como forma de vindicación y vinculación a su herencia africana; también como medio para promover y apoyar los esfuerzos políticos de los movimientos afrodescendientes, por esta razón, el afrodescendiente político nace del reconocimiento.
Ahora bien, uno de los inconvenientes en cuanto al uso de la categoría afrodescendiente es que contribuye a homogenizar experiencias disímiles. Al no ser todo afrodescendiente negro, muchos de estos auto reconocidos como afrodescendientes por su origen biológico, (pero cuya herencia africana no se hace perceptible) no han sido discriminados ni han experimentado de forma directa los embates del racismo. Esto habrá de colocarlos en una experiencia socio-cultural distinta.
El afrodescendiente visible, es decir, aquel de origen africano pero que posee sus características fenotípicas y de pigmentación va a estar ligado a una experiencia específica: subordinado, expuesto al racismo y al endorracismo. La concepción de afrodescendencia permitiría abarcar y comprender experiencias disímiles de origen común. No obstante, no hace referencia ni explicita una sola experiencia, por el contrario, varias y diversas. Por ello la consideración de la afrodescendencia como un manto unificador de la experiencia racial por la descendencia étnica contribuye a la invisibilización de la situación racializada y discriminada del afrodescendiente visible.
Pese a ello, considero ambas categorías como válidas, intentar imponer cualquiera de los términos (negro o afrodescendiente) como identidad única y absoluta será un acto trasgresor, similar a la dinámica operativa del europeo esclavista y explotador. Desde mi perspectiva los esfuerzos deberán orientarse a la desarticulación de la ideología dominante, así como, los procesos de sensibilización y formación para la erradicación del racismo y el endorracismo en nuestras sociedades contemporáneas.
La negritud o la afrodescendencia como la misma palabra lo indica son procesos de AUTO-reconocimiento, por lo cual deben presentarse como una invitación, como llamado al conocimiento, la identificación; quedando a cada uno autodenominarse en los ámbitos públicos y privados –como mencionaba al inicio- de acuerdo al término que ha definido como más significativo para la construcción de su identidad.
Esther G. Pineda
Consultora de género y equidad.
Nació en Caracas en 1985. Socióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister Scientiarum en Estudios de la Mujer (UCV). Conferencista, escritora e investigadora. Ha publicado diversos artículos y ensayos en los medios venezolanos y extranjeros referentes a los estudios de la mujer, género, feminismo, etnicidad, estética, medios de comunicación, música…
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