


Cada año, en torno a las celebraciones navideñas y las cabalgatas de Reyes, la práctica racista del blackface vuelve a ocupar el espacio público en numerosos municipios de la provincia de Alicante. Personas blancas se pintan la cara de negro para representar al rey Baltasar o a sus pajes, exageran rasgos y reproducen una estética racializada que no es inocente.
Lejos de tratarse de casos puntuales o anecdóticos, la reiteración y extensión de esta práctica sitúan hoy a la provincia de Alicante como la zona cero del blackface en el Estado español.
Una práctica extendida en decenas de municipios alicantinos
Según la documentación que hemos recopilado (esto sin contar con las festividades de moros y cristianos), en la provincia de Alicante el blackface sigue muy presente en cabalgatas, representaciones y celebraciones públicas navideñas en los siguientes municipios:
Agost
Agres
Alcalalí
Alcalá de la Jovada
Alcoy
Alicante (Alacant)
Alfafara
Balones
Banyeres de Mariola
Benialí (Vall de Gallinera)
Benejama
Benichembla
Benifallim
Benilloba
Benimassot
Beniarrés
Biar
Castalla
Castell de Castells
Cocentaina
Confrides
Elda
Fageca
Famorca
Gayanes
Gorga
Guadalest
Ibi
Jijona
La Nucía
Muro de Alcoy
Onil
Pego
Penàguila
Petrer
Polop
Sant Joan d’Alacant
San Vicente del Raspeig
Tàrbena
Tollos
Torremanzanas (La Torre de les Maçanes)
Villajoyosa
Villena
Se trata nada menos que de más del 20% del total de los municipios que hemos recopilada hasta ahora en todo el estado español. No pretendemos señalar a personas concretas, sino poner de relieve un patrón cultural y estructural que se repite año tras año en una misma provincia y atraviesa comarcas, tamaños de población y contextos sociales diversos.

Una herencia colonial no revisada
El blackface no surge de la nada. Tiene su origen en prácticas históricas de caricaturización y burla hacia las personas negras, vinculadas a espectáculos racistas que reforzaban jerarquías coloniales y deshumanización.
Que esta estética siga presente en actos públicos dirigidos a la infancia plantea una pregunta..
¿Qué estamos enseñando cuando normalizamos que la negritud sea un disfraz?
La repetición constante de estas representaciones transmite el mensaje de que la identidad negra puede imitarse y trivializarse, que los cuerpos racializados son una escenografía, que la historia de violencia asociada a estas imágenes no merece ser tenida en cuenta. Nada de esto es pedagógicamente neutro.
Las excusas ya no sostienen el silencio
Año tras año se repiten los mismos argumentos:
“somos un pueblo pequeño”,
“no hay personas negras”,
“siempre se ha hecho así”.
Ninguna de estas razones justifica una práctica que hoy sabemos que reproduce racismo simbólico. Ser un municipio pequeño no exime de responsabilidad ética. La tradición no convierte lo dañino en aceptable.
Además, varios de estos territorios han sido noticia en los últimos años por episodios de pintadas racistas, discursos xenófobos o tensiones vecinales, lo que obliga a leer estas prácticas dentro de un contexto social más amplio.
Denunciar el blackface no debería implicar miedo
En algunos municipios, vecinas y vecinos que han alzado la voz contra el blackface han sufrido señalamiento o presión social. Este dato no es menor. Algo falla cuando denunciar el racismo exige esconderse.
Una sociedad democrática no puede sostener celebraciones públicas que generen miedo en quienes cuestionan prácticas discriminatorias.
Este texto no pretende criminalizar pueblos ni enfrentar comunidades. Aspira a abrir un debate honesto y necesario, especialmente entre las familias, el profesorado, las asociaciones culturales y las instituciones locales.
Las cabalgatas pueden seguir siendo espacios de ilusión, y al mismo tiempo espacios de respeto, dignidad y responsabilidad educativa.
Si una persona se pinta para caricaturizar a una persona negra, es racismo, aunque no exista mala intención. Reconocerlo es el primer paso para cambiar la tradición sin perder la fiesta.
¿Debatimos ya?
Alicante tiene hoy la oportunidad de liderar un cambio necesario. No desde la negación ni el silencio, sino desde un trabajo colectivo y sostenido. Las tradiciones no son estáticas, y educar sin racismo también es un acto de amor hacia la infancia.
Afroféminas

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