viernes, noviembre 22

La representatividad tiene poder

Hace poco vi un documental titulado Disclosure en Netflix cuyo objetivo es hablar sobre la visibilización de las personas trans en Hollywood. Por supuesto, el documental señala numerosas representaciones transfobicas y homofóbicas en películas, series y novelas; algo que no es una sorpresa para la audiencia. Una de las prácticas transfobicas más recurrentes que menciona el documental es la de contratar hombres cisgénero para desarrollar roles de mujeres trans. De nuevo, aunque molesta, la denuncia no es desconocida, ya que hemos visto que esta práctica se ha repetido en numerosos proyectos cinematográficos y televisivos. 

Lo que me llamó la atención y me condujo a pensar en escribir esta pieza fue que Laverne Cox resaltó que muchas de esas representaciones violentas de la feminidad trans estaban encarnadas por hombres negros. Ella expuso que los actores negros en Hollywood eran enmasculados en algún punto de su carrera, por lo menos los actores negros cisgénero que hacen comedia, ya que debían aceptar este tipo de papeles tarde o temprano para que los sigan contratando. Laverne habló de una doble falta: por un lado, perpetuar una actitud transfobica y sesgada sobre la identidad de las mujeres trans y, por otro lado, una actitud racista contra el hombre negro que debe ser desprovisto de su masculinidad -percibida como peligrosa- para que no sea visto como una amenaza. Lo que Laverne suscitó en mí fue una pregunta por el poder que ha sido arrebatado una y otra vez de las manos de las personas negras, sobre todo en Hollywood. Aquí pretendo hacer un rápido barrido de esos arrebatos, también dialogar sobre el por qué se nos confiere a las personas negras y afrodescendientes esa etiqueta de amenaza. 

Laverne Cox

Si pensamos en las mujeres negras cisgénero la cosa tampoco mejora mucho, ya que el gigante de la industria cinematográfica y del entretenimiento ha puesto la feminidad negra en cajas bien definidas: la víctima, la estoica, y (the angry black woman) la resentida. Estas representaciones son relevantes a la hora de definir la identidad de muchas mujeres, sin mencionar que dichas representaciones dejan -como mencioné antes- la experiencia de las mujeres trans cien por ciento invisibilizadas. 
La víctima la podemos ver como una mujer resiliente, pese a su condición de un sinfín de dolores y percances, ella sabe poner la otra mejilla. Por lo general sufre en silencio, acepta que la vida que tiene es la que le tocó y es una mártir, posiblemente termina como empezó: siendo víctima de alguien o de alguna circunstancia. Un ejemplo de esto es Viola Davis en The help o Octavia Spencer en La forma del agua.

La estoica es, en lo personal, una de las figuras más tóxicas escritas para mujeres negras, ya que su fuerza se confunde con dureza y se plantea como una figura estricta hasta la intransigencia y fría hasta la deshumanización. Me parece un rol tóxico, porque por lo general son mujeres con poder adquisitivo, es como si Hollywood diera el mensaje de que la estabilidad económica y las carreras prominentes en las mujeres negras les resta humanidad. Aunque es comedia puede verse en Two can play that game en el trabajo que hace Vivica A Fox o Something new con Sanaa Lathan, ambas, por cierto, recuperan su humanidad gracias a sus relaciones con hombres, ¿tengo que decir más? No eres accesible si eres afro, soltera y rica.  

La resentida a veces ni cuenta como personaje, por lo general es parte del famoso tokenismo. Es la señora enojada con el mundo y nadie sabe por qué; lo más triste de este rol es que a veces se sale de las películas o series, y se ficcionaliza mujeres reales. Ejemplos de esto podemos verlos con casos como el de Michelle Obama o Serena Williams, cuya montaña de memes y chismes alrededor de su permanente estado de ira perpetúa la idea de que son poco afables, tiene poco corazón y, por ende, menos humanidad.

Si bien Hollywood ha hecho un esfuerzo por cambiar su narrativa frente a la experiencia negra, sigo pensando en las palabras de Laverne: existe miedo. Ese despojarnos de nuestra humanidad: haciendo de nosotres un cliché, un chiste o a través del ninguneo es la respuesta obvia a una cultura racista que ha sobrevivido por años a través de películas, series y la tv. Las reacciones frente a la muerte de Chadwick Boseman, protagonista de Black Panther y Da 5 bloods, nos prueban cuánto impacto tiene el cine en nuestres imaginarios. Olas y olas de amor, tributos y ofrendas de respeto por el primer héroe negro mainstream que no apelaba a ningún estereotipo. Ya que otros héroes negros como Luke Cage o Blacklightning sigue siendo parte de un escenario de tráfico de drogas, violencia de pantillas y calles dominadas por la ilegalidad. 

Disclosure me obligó a preguntarme qué estamos viendo, qué estamos consumiendo. Sé que la brecha aún es enorme, sé que seguimos detrás de las mismas historias de siempre. Sin embargo, también sé que como nunca lxs consumidores debemos hacer la tarea de exigir contenidos antirracistas y  feministas, Hollywood escucha a sus audiencias, gracias al poder de plataformas como Netflix o Amazon Prime que arrojan estadísticas inmediatas de lo que busca el público.


Carolina Rodríguez Mayo

Egresada de Literatura con opción en Filosófia de la Universidad de los Andes. Especialista en Comunicación Multimedia de la Universidad Sergio Arboleda. Colombiana de Bogotá.  Feminista interseccional y defensora de las preguntas como primer paso al conocimiento. Escribir poesía es lo único que me reconforta. Todo lo demás que escribo es una invitación al diálogo. Viajera, fashionista, cinéfila y amante de la buena comida. 



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