Hace algún tiempo comencé (por mi propia salud mental) a revisar las relaciones que tenía en mi vida. Descubrí una tendencia muy inquietante: mensajes constantes de personas blancas con las que apenas había tenía relación y que no se habían molestado en hacer un esfuerzo por conocerme realmente, pero que cuando necesitaban conseguir su validación como aliadxs, por arte de magia me convertía en su mejor amiga. Esto me pasa tanto con las amistades «virtuales», como con las de mi vida, llamémosla real.
Ya hace tiempo que venimos diciendo que “no somos vuestras maestras”, pero las personas blancas continúan persistiendo e imponiendo su derecho a saber a las personas racializadas, en lugar de tomarse un tiempo para examinar su propio comportamiento y confrontar realidades incómodas. Confiar en los conceptos binarios de que ser racista te convierte en una mala persona y no ser racista significa que eres una buena persona es negar la existencia del hecho de que muchas personas blancas están socialmente condicionadas para pensar en el mundo de una manera racializada, mientras que al mismo tiempo se eximen a si mismas de esta misma realidad.
Cualquier hombre blanco de izquierdas estaría de acuerdo con esto. En una pirueta increíble de hipocresía, estará de acuerdo contigo en todo, e incluso pueden quejarse de que tu otro amigo blanco haya hecho todas las cosas que el mismo hace.
Alguien que no es racista no necesita que su falso feminismo interseccional o su alianza se afirmen continuamente, especialmente después de que le hayan dicho en numerosas ocasiones que usar a personas racializadas para hacer su trabajo emocional tiene detrás una historia muy violenta y opresiva. La igualdad no es posible si los blancos no están dispuestos a trabajar, o si se depende de los grupos oprimidos para realizar el trabajo mental, emocional y físico. Este es el síndrome de la alianza performativa: un estado del ser en el que una persona blanca se niega a comprometerse con el material y el conocimiento con el que la equipas, pero en cambio quiere una premio de su amigo negro más cercano para poder llamarse orgullosamente antirracista o feminista interseccional.
Los espacios de Internet para personas de racializadas existen como refugios seguros contra las microagresiones que enfrentamos todos los días en el mundo real. Esta es nuestra oportunidad de escapar temporalmente a otra realidad. Aquí podemos expresar nuestras quejas, nuestros pensamientos más profundos. Muchos de estos lugares están abiertos tanto para blancxs como para racializadxs. Si bien el primero domina en muchas áreas, se establecen reglas y límites claros, y la mayoría de ellos giran en torno al concepto de inclusión. Una inclusión que se basa en el respeto y en no reproducir en nuestros espacios los mismos clichés, cuestionamientos y agresiones que existen fuera de ellos.
Algunas personas blancas que circulan por estos lugares no respetan estas reglas. Son fácilmente reconocibles. Si te fijas un poco podrás ver su comportamiento errático y sus reacciones. Suelen dar respuestas con las que muchas mujeres negras están familiarizadas. Una actitud muy defensiva y, por supuesto, lágrimas de fragilidad blanca que aparecen siempre cuando se les cuestiona. Normalmente aparece el clásico «eres muy agresiva» si no tienes un discurso sumiso y obediente.
El lenguaje basado en la Misogynoir es una vivencia diaria para las mujeres negras, abarcando los dos privilegios más obvios que no tenemos: blanquitud y masculinidad. Si te atreves a cuestionar a la mujer blanca intocable que no puede hacer nada malo, los hombres blancos correrán a su rescate. El resultado es aún peor si tienes el valor para pasar por el proceso emocionalmente agotador de desafiar a los Tío Tom , ya que te reducirán a tus cualidades arbitrarias básicas, en lugar de comprometerse con lo que dijiste.
Declararse una feminista antirracista o interseccional no significa que nada de lo que se diga no pueda ser cuestionado, especialmente si menosprecia públicamente a una mujer racializada. No utilizar a las personas racializadas para validarse es un primer paso. Simplemente hay que sentarse y escuchar.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora.
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