Érase una vez un lugar llamado Argentina donde los negros no existían. Allí sus habitantes decían, que no les conocían y que si dado el caso los había, ¡a ellos no les pertenecían! A pesar que, a lo largo de su historia, fueron esos negros que ellos “desconocían”, los que entregaron sus vidas para que a estas alturas, tengan su patria querida. Pero en ese mismo territorio, algo raro ocurría y que aunque al mundo se le escondía allí convivían, era un mundo paralelo, uno en donde los negros resistían, invisibles a los “blancos”, cuando les convenía, porque su servidumbre no sé qué color tendría.
En ese pedacito de tierra, donde el desconocimiento convenía, cada tanto música y tambor se oía y bajo el nombre de Afroargentina entre los suyos se la conocía. Ella no era tan grande y fuerte como la gran nación, Argentina, pero de ella se desprendía. La pequeña Afroargentina, fue oprimida por la esclavitud, diezmada por las pestes, mutilada por las guerras independentistas, pero jamás destruida.
Así pasaba por la vida, proclamando a todo pulmón su canto, hasta que a su voz, se fueron uniendo sus primas, hermanas y ¡hasta las tías! Las del norte, las del sur, las de afuera y más allá. Casi que como producto de un plan, se empezaron a hacer notar. Ya no era solo un grito local. Hermanadas iban a cuanto lugar tuvieran la oportunidad de hablar, marchas, plazas y demás. Afroargentina ya no está sola y se propuso hacer sentir su pregonar.
Resfrescando la memoria
A partir de la deuda histórica del Estado argentino para con sus comunidades étnicas y puntualmente con su negritud, éstas líneas encuentran su razón de ser.Cuando se es inmigrante es casi imposible no estrellarse con el choque cultural. Ahora bien, si se es afrodescendiente y residente en la Argentina, ya sea porque has nacido en este lugar o porque por alguna circunstancia llegas a vivir en él, la transición cultural se hace más intensa. Los motivos son diversos y varían según el lado que se los mire. Son precisamente estos los que dan vida a este relato.
“Llego feliz a esta Cámara de Diputados donde no hay gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir patriotas”, recalcaba Domingo Faustino Sarmiento, ex presidente, escritor, docente, periodista, militar y estadista argentino. En primer lugar, sólo el contexto histórico argentino puede explicar el desconocimiento de la construcción étnica de esta sociedad. Donde desde el discurso de los grandes próceres de la patria, se instaló la negación de todo lo que no respondiera a una “Argentina blanca, descendiente de europeos”.
Prueba de esto, fueron las declaraciones del ex presidente Carlos Saúl Menem en Estados Unidos por la década del 90’ al asegurar que en Argentina no había racismo porque no habían negros y en la actualidad, lo son las declaraciones del actual mandatario, Mauricio Macri, que al pronunciarse el año pasado en el marco del Bicentenario de la Independencia aseguró que en la región principalmente «somos todos hijos de europeos”. Este año, en su intervención en el Foro Económico de Davos resaltó: “Yo creo que la asociación entre el Mercosur y la Unión Europea es natural porque en Sudamérica todos somos descendientes de europeos». De allí se desprende que, para los que se criaron en estas tierras, la extranjerización de la población afrodescendiente sea el pan de cada día y que la sociedad crea casi imposible que la negritud y los pueblos originarios hacen parte de su esencia y construcción cultural.
Más complejo aún, es el encontrar instalado en el lenguaje coloquial, una expresión tan denigrante, ofensiva y clasista como lo es el “negro de mierda” y unas cuantas más que no vale la pena mencionar, donde acto seguido a su pronunciación, viene la nefasta explicación que hace más grotesca la situación. Porque es muy probable, que quienes creen encontrar en esta frase “un buen uso”, no se hayan dado cuenta que esta encuentra su sustento en un discurso divisorio y racista promovido por décadas. A pesar de todo lo dicho, esta declaración, a lo largo y ancho del territorio nacional ha sido adoptada por grandes y chicos, sin distinción de credo, sexo o condición social.
Por último, están los que llegan, que al encontrarse con una sociedad que desconoce su matriz afro e indígena en pleno siglo XXI, es de la única forma que pueden tratar de asimilar la constante hipersexualización de los cuerpos negros, el encasillamiento en las cualidades físicas y destrezas artísticas y los prejuicios entorno a este grupo étnico en este lado del continente.
Dicho todo lo anterior, históricamente esta comunidad ha resistido al olvido y a la negación y sigue organizándose y proponiendo al Estado mecanismos de participación inclusivos, que reconozcan la influencia de la negritud en todas las esferas de la historia Argentina, como lo es la inclusión de la variable afro en en el CENSO de 2010, el «Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro», fecha en la que se homenajea a María Remedios del Valle, la cual falleció un 8 de noviembre de 1847, entre otros.
En este momento, la comunidad negra en el país está conformada por los afroargentinos descendientes de los esclavizados, los hijos de migrantes nacidos en territorio nacional y de la diáspora africana producto de las corrientes migratorias de los últimos tiempos.
Colorín, colorado, el cuento no ha acabado, la lucha de Afroargentina no ha culminado pero tarde o temprano ella y su mamá, la doña Argentina, anunciaran que se habrán reconciliado.
Lisa María Montaño Ortiz
Afrocolombiana nacionalizada argentina. Reside en este país hace siete años, donde concluyó sus estudios en periodismo. Actualmente cursa una Licenciatura en Comunicación Audiovisual. En 2017 fue la primera periodista afrodescendiente en recibir un diploma de reconocimiento en el marco del Premio Lola Morapor transmitir una imagen positiva de la mujer negra libre de los estereotipos de género, promover la igualdad de oportunidades y derechos. Mención otorgada por la Dirección General de la Mujer que nació en 1999, y se entregó por primera vez en el 2000. Más textos de Lisa
Es impensable lógicamente, que pasen siglos y siglos y sigan existiendo este tipo de problemáticas en la Argentina, que es uno de los países que se constituye como nación con una variedad étnica increíble desde sus inicios. Quizás algún día entendamos el valor de reconocerlo, y la riqueza que aporta a nuestra cultura. Muy bueno el articulo. Saludos!