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viernes, marzo 29

Mi pelo, mi identidad

Imagen tomada de http://www.cosmopolitan.co.uk/

Por muchos años durante mi etapa de descubrimiento personal, mi cabello fue tópico de constantes discusiones con mi abuela y comentarios fuera de lugar que hacían las personas al momento de ver mi cabello alisado (que bonita se ve, que bonito pelo…que pelo tan lacio, etc).

Mi primera incursión en el mundo del cabello lacio fue a los 12 años y cabe decir que la decisión no fue mía, sin embargo al momento de ver el antes y después quedé fascinada. Es importante mencionar que en ese entonces no tenía ningún tipo de conexión con mi perlo rizado, ni mucho menos con mi negritud.

Por mucho tiempo se puede decir que disfrutada ir al salón, porque escuchaba las historias de las viejillas chismosas, las cuales me fascinaban en gran manera. Pero al momento de ingresar en la adolescencia, las visitas al salón se volvían tediosas e infernales (digo infernal porque después de un tiempo, aquellos químicos que ponían en mi cabeza me daban malestar estomacal y dolores fuertes de cabeza) pero a petición y obligación de mi amada abuela debía estar esos appointments (you know… para verme presentable según ella).

Para no cansarlos con el cuento, todo empieza en mi época universitaria, en donde empiezo a descubrir mi estilo personal y en donde comienzo a leer/educar sobre mis raíces, lo cual me lleva a estar en contacto con lo que llamo la etapa del desarrollo de mi identidad.

Durante ese tiempo de introspección y búsqueda insaciable de quien soy, no solo como ser humano sino como ser cultural… caí en razón que fui por muchos años parte del concepto ideológico de nuestros antepasados en donde nuestro cabello es sinónimo de algo malo, poco presentable (ya que Dios nos libre salgamos de la casa con nuestras greñas) o de algo feo. Después de todo ese trajín de descubrimiento cultural llegué a la conclusión que la negación de nuestro cabello es un problema profundo y es simbolismo de la negación cultural subconsciente de nuestras raíces, el cual está asociado con el bombardeo de modelos de belleza erradas que se han establecido por décadas.

Después de que tuve todas esas epifanías y respuestas, decidí cortarme todo mi cabello. Si bien es cierto que fue la mejor decisión de mi vida, debo admitir que alargue el proceso de corte por al menos unos seis meses. Y no es porque no quería, era más que todo por el miedo a la opinión de los demás y de que quizás no me vaya a gustar mi pelo al momento de verme al espejo.

Para ese proceso de transición tengo que darle el crédito a tres personas; a mi hermana (porque ella tomó la decisión 1 año antes que yo), a mi amiga Eli (que me refirió a la estilista y me motivó) y a mi amiga Yus (que también me motivó), bueno fue una decisión en donde mis miedos y anhelos colapsaron, pero que al final mi anhelo por ver mi cabello rizado crecer nuevamente era más grande del que dirán.

Una vez que corté todo mi cabello lacio, empecé a sentir una liberación inexplicable y una conexión profunda con mi identidad, mis raíces. Ese día me sentí tan empoderada y fabulosa, que creo que solo Dios era capaz de bajarme de las nubes en donde según yo estaba caminando.

En ese momento sentí que pertenecía a algo y ese algo era a mí misma. Descubrí también mi valor étnico, experimenté la valentía de mis ancestros y empecé a vivir mi cultura. Tengo la convicción que el devolverme a lo natural fue una de las decisiones más asertivas que tomé en mis veintes y es símbolo de la aceptación del ser afrodescendiente.

Por último, es esencial que mi persona enfatice que mi valor como individuo no está en mi cabello o en cómo me veo físicamente, pero sí puedo decir que el aceptar mi pelo y su textura fue una forma de alinear la conexión que hay entre mi identidad, mi historia y antepasados.

Ayshell H Grant _AfroféminasAutora: Ayshell H. Grant

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5 comentarios

  • Bravía tu decisión. Sensible, claro y profundo tu artículo. Es importantísimo abrir los ojos y mirar sin los «lentes de valores eurocéntricos», para poder ver la belleza en todas sus variaciones y comprender por fin, que los seres humanos somos hermosamente diversos, distintos, únicos y por supuesto, bellos.

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