¿Te has detenido un segundo a contemplarla en su inmensidad?, si lo hicieras, notarías los surcos que el paso del tiempo ha ido formando sin piedad por las largas jornadas bajo el sol, sembrando, arando la tierra, recogiendo la cosecha que los pájaros amenazan con llevarse, construyendo casas, pueblos y nuevas civilizaciones en nuestro continente.
Mírala bien, es profunda, inmensa como su cuna, poderosa como los ancestros que guían nuestros caminos.
No te detengas, observa sus cicatrices. Han estado ahí por años, llevan el peso de la opresión de otros pueblos, la pobreza material de los suyos, la discriminación y la barbarie están marcadas en mi piel, pero sigue siendo bella, admírala.
Es elegante y altiva, está pintada con orgullo y memoria, la adornan pedacitos de riqueza, de esa que cultivan los hombres, de esa que muchos desconocen. Tiene líneas de dolor, no te preocupes, están bien delineadas, fueron trazadas con sangre para no olvidarlas, alimentadas con odio para marcarlas y una que otra vez vuelven a ser pintadas.
Pero mi piel es fuerte, no importa cuánto la dañes, no se marchita, ella rejuvenece, renace y deslumbra. Sabe sanarse sola y es especialista en luchas. Sabe defenderse, es una leona protegiendo a sus cachorros, la reina de su tierra, el mando de su gente. No la subestimes.
También es maternal, amorosa y entregada. Vela por los suyos, los reza y los acompaña, nunca abandona, nunca corre, nunca desampara. Esta empoderada de fuerza, de sueños, de anhelos, de berraquera y de músculos, de agallas y valentía. Mi piel es una guerrera, tiene sabor a victoria y a gloria, a triunfos y a derrotas.
Sabes, mi piel huele a gloria, a ritual, a campo. Huele a esperanza, a sudor y a sacrificio. Su aroma es única, no se cambia ni se vende, impregna mis días y me baña con el mejor de los perfumes.
Mi piel es sabia, nació antes que muchos y se formó pedazo a pedazo, año tras año, día tras día. Conoce la historia del olvido y el camino de la vida, sabe de espíritus y luchas, de sangre y de batallas.
Mira su color, es hermoso, es neutro como ninguno, no opaca a los otros, los embellece, les da vida. Combina perfecto contigo, con los tuyos, con los míos. Es radiante y no se acaba, se queda, soporta el borrador, la tinta y el pincel. Está hecho para durar, para no ser olvidado, para reinar en la noche y engalanar el día, para ser admirado, deseado y honrado.
Sabes algo, mi piel también es baile y fiesta, se hizo al son de los tambores, la danza y la chirimía. Lleva escrito cada nota, cada compás, cada paso. Es movimiento, es risa, es alegría.
Tiene tatuados a sus hijos, a sus padres, a sus abuelos, a sus taitas, a sus ancestros, a los que están ahora y a los que ya murieron, a los que siguen presente y a los que nos olvidaron, a los que lucharon en la esclavitud y a los que somos libres, a los que cantan y a los que lloran, y a ti si quisieras también te tatuaría.
Mi piel no discrimina ni reclama, es memoria, es historia, es identidad, es fuerza, es amor y belleza.
Mi piel es bella por donde la mires, está llena de sorpresas y de cuentos tan reales como tú o como yo. Está cargada de lucha y sentido, de raíces y de cuna, de saberes y enseñanzas, está hecha de gente que no muere, que se mantiene…
… y por todo esto te pregunto, ¿por qué te ofende mi piel? ¿Ya la miraste bien? ¿Ya la leíste bien? ¡¡Hazlo antes de ofenderte!!
ANA LÓPEZ: socióloga, especializada en sociología del diseño y con interés en el estudio de la estética afro desde una mirada conceptual y simbólica.
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