Las mujeres negras y racializadas estamos atrapadas entre los más conservadores de nuestras propias comunidades, que son reacios a reconocer el daño específico basado en el género, y por otro lado, por los perpetuadores del racismo sistémico que utilizan a las mujeres como coartada para justificar sus reglas y leyes opresivas.
Ya se trate de hombres negros retratados como depredadores sexuales o de hombres árabes descritos como salvajes que oprimen a las mujeres, la injusticia de género también es una herramienta del racismo sistémico. Las mujeres en el movimiento antirracista hemos pasado por varias fases históricas. Empezamos quedándonos fuera de las opiniones y las decisiones, ya que en ese momento solo importaban las cuestiones raciales en el movimiento. Luego logramos imponer las ideas del feminismo desde adentro, con el surgimiento del Feminismo Negro. Fuera de nuestros movimientos, las mujeres racializadas también tuvimos que luchar contra los clichés del “feminismo blanco” y el riesgo de ser utilizadas como coartada para fines racistas. Finalmente, nos convertimos en la primera línea de la batalla antirracista.
Black Lives Matter fue fundado por tres mujeres: Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi. Algunos de los rostros principales del “nuevo antirracismo” en Francia son mujeres, como Sihame Assbague y Fania Noël. En Latinoamérica y en el Estado Español las voces más reconocibles del antirracismo son y han sido mujeres negras y racializadas. Grandes mujeres negras han llegado a puestos de poder desde el antirracismo como Francia Márquez, Anielle Franco o Epsy Campbell Barr. De nuevo en el Estado Español, mujeres como Gabriela Wiener o Rita Bosaho están en la cabeza o apoyando a movimientos antirracistas y las iniciativas como #RegularizaciónYa. Todas estas son demostraciones del papel protagonista que han asumido las mujeres en esa lucha.
Las mujeres afrodescendientes, negras o norteafricanas se están uniendo en Instagram, Facebook y Twitter para cuestionar el feminismo mayoritario y reinventar la lucha. Las redes, como demuestra nuestra propia existencia como medio, han sido muy relevantes en este camino.
En cuanto al Feminismo Negro, sigue siendo necesario crear estructuras por y para mujeres negras y racializadas. Hablar del sexismo de los hombres negros y racializados en un entorno con prejuicios raciales a menudo puede usarse para justificar que los hombres de esas comunidades son, por lo tanto, más sexistas que los hombres blancos. Es un dilema para las feministas racializadas. El afrofeminismo es un resultado clave de esta lucha. La cineasta y comediante Amandine Gay lo define como “una forma de resolver el conflicto de lealtades y decir que no tenemos que elegir entre nuestras distintas identidades”.
Una razón crucial de la necesidad de que los movimientos feministas incorporen un análisis racial se manifiesta en el continuo debate sobre el hiyab, sobre todo en Francia, pero también en otros lugares de Europa. Este tema ha producido una escisión dentro de las feminismo, entre las que ven la islamofobia y el racismo subyacentes detrás de atacar a las mujeres que usan hijabs y las demás. Esta discusión se enmarca como feminismo “universalista” versus feminismo poscolonial, o la unidad del feminismo versus la necesidad de reconocer las diferencias.
El surgimiento del afrofeminismo abre nuevos debates cuando las mujeres racializadas son hijas de la migración y nacidas en países como Francia, España o Alemania. Ellas se identifican a sí mismas como nacionales y ponen sobre la mesa el tema de la ciudadanía y hablan de sus países desde dentro, no desde fuera como las generaciones anteriores. El argumento contra este feminismo consciente de las dinámicas raciales suele ser “mira lo que está pasando en África y en los países árabes”, a pesar de que las feministas negras y musulmanas son nacionales y nativas francesas, españolas o alemanas, y defienden sus derechos como ciudadanas.
En todas estas sociedades, las mujeres racializadas están ahora más que nunca al frente del movimiento antirracista y el objetivo no es tanto asumir un papel de liderazgo, como recordamos a los hombres en esos movimientos; sino defender la claridad y la inclusión trayendo un análisis sistémico.
Como dijo Audre Lorde: “Es posible tomar eso como una metáfora personal y luego multiplicarlo a un pueblo, una raza, un sexo, un tiempo. Si podemos mantener esto funcionando el tiempo suficiente, si podemos sobrevivir y enseñar lo que sabemos, lo lograremos”.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora.
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