Muchas veces me auto proclamo libre de decidir o de ser, pero cuando miro a mi alrededor me corroe la gran culpabilidad de no poder decidir realmente mi destino, pues la realidad para una mujer inmigrante en un mundo occidental no es más que una gran cantidad de peros a lo largo de su vida.
La gran mayoría de nosotras, cuando dividimos nuestras fuerzas e intentamos abarcar cada ámbito de nuestra vida nos vemos envueltas en una gran cantidad de dudas e incertidumbre que nos minimiza o nos reprime de nuestros grandes deseos. Y la realidad es dura e implacable.
Nos encontramos con la poca libertad de decidir por nuestro voto, vemos como nos arrebatan hasta los más mínimos derechos institucionales, e incluso nos persiguen y nos tachan de ilegales en muchos casos. ¿De verdad podemos decir que vivimos en un mundo dónde somos libres? Se nos hace caso omiso y nos mantienen al margen. Hay leyes que nos desprotegen, al igual que hay muchas otras leyes de extranjería que no permiten a muchxs de nosotrxs regularizar sus situaciones administrativas para más adelante culpar a los inmigrantes de que no hacen un esfuerzo por integrarse.
Querida institución, ¿a caso soy yo la culpable del desorden de vuestras propias acciones? No es más que una de las mil formas de violencia a las que nos someten día a día, obligándonos a trabajar desprotegidxs, a trabajar sin ningún seguro, a recibir una ínfima cantidad monetaria, una representación de la precariedad muy clara e inconfundible.
La burocracia nos crea laberintos sin salida, nos retienen en un bucle del cual nacen mil y uno problemas que se entrelazan y nos dejan, al final, solo con la opción de retirada.
Utilizan la vulnerabilidad de nuestra situación para proyectar su racismo e intentar mantenernos fuera del alcance de cualquier derecho que por naturaleza nos corresponde. Así como los partidos políticos de extrema derecha, como VOX, que en su propio programa electoral nos condena acabando con el ‘’efecto llamada’’ quitándonos el derecho de legalizar nuestra situación en España, por el simple hecho de venir sin papeles por las dificultades que se nos presentan desde nuestros países de origen. Nos dificultan la propia convivencia una vez dentro, y también recurren a la violencia física en las calles contra aquellos que no ven como sus iguales, siendo deshumanizados por su parte para llegar a convertirse en miembros de un colectivo a la cual le han quitado la esperanza y le han condenado a vivir con miedo constantemente.
Y no se quedan atrás los bulos de los medios de comunicación, que vuelvo a repetir, no son más que violencia mediática, pues no se puede esperar menos de un país que nos reprime y después nos culpa y nos representa como la lacra de la sociedad en sus televisiones y en sus diarios. El racismo también es visible en la sociolingüística, es el poder de la palabra y la voz en plataformas que hacen creer al resto de la población, que somos, una vez más, lxs malxs del cuento. Porque nos resistimos a ser agredidxs, nos resistimos a ser humilladxs o porque simple y llanamente existimos. Por eso somos violentxs, porque nuestra propia existencia es una amenaza a los ojos del sistema.
Pero no callaremos a estas injusticias, no devolveremos nuestra propia esencia, ni retrocederemos para calmar la situación. Daremos más pasos adelante que nunca, no dejaremos que los nuestros sean repatriados por ninguna razón. No dejaremos que nuestra gente sea violada por la propia institución, no dejaremos que empleen la fuerza para quitarnos la nuestra, ni tampoco contestaremos con silencio a nuestro exterminio. Ahora es el momento de que se escuche nuestra voz más que nunca, que llevemos las riendas de nuestro destino por una vez y que las leyes de extranjería y el aumento de las ideologías de extrema derecha no vulneren los derechos fundamentales de nuestros jóvenes.
Sara Ould
Soy de origen norteafricano. Estudiante de diseño gráfico y poetisa en mis ratos libres. Feminista interseccional, y activista por los derechos de la mujer migrada y de clase obrera.
Instagram: @rabiadepueblo
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