Me sorprende mucho como las escuelas afrontan las situaciones de pobreza. No me refiero a las escuelas privadas y tampoco a las concertadas, que son una manera que tienen algunos padres de la clase media de expulsar al diferente y al pobre de la cercanía de sus hijos.
Volver a la escuela es una época de ilusión y de reencuentro para muchos niños. Pero muchos de esos niños de la escuela pública, la más importante, acudirán a ella sin sus materiales escolares, sin parte de los libros o vestuario muy deficiente. Estos niños, que crecen pobres, a menudo lucharán más que sus compañeros para avanzar. Sin embargo, gran parte de su lucha podría evitarse si las escuelas, como institución, no avergonzaran a los niños pobres.
Llama la atención la cantidad de materiales que se les exige a los niños y la tensión económica que supone para muchos padres que viven en situación de precariedad. No estoy hablando solo de libros de texto (que ya es un gasto enorme en el modelo español), sino también de cuadernos, bolígrafos, pinturas, etc. Luego además cada profesor puede tener sus excentricidades, que pueden añadir más necesidades, al ya de por si importante monto económico de gasto de cada alumno.
Preocupa especialmente esta situación, ya que en el contexto español y europeo en general, los altos indices de pobreza coinciden, en muchas ocasiones, con la población migrante, por lo tanto con la población racializada. Estos estudiantes no tienen en materiales apropiados porque no pueden pagarlos. Y como ellos o sus familias, no pueden pagarlos, se causa un grado de sufrimiento en ellos al solicitárselos. Más importante aún, se les avergüenza. Se fuerza una situación de comparación entre estudiantes a cuenta de quien dispone de los materiales y quien no puede pagarlos. La clase socioeconómica afecta la experiencia de todos los estudiantes.
Por ejemplo, los materiales escolares cuestan dinero y muchas familias no pueden pagar este gasto junto con otros desembolsos de la vuelta al cole. Quizás sería bueno poner un fondo común de materiales escolares, donde los que no pudiesen pagarlo utilizasen los de los demás. Por supuesto tendría que hacerse discretamente, recabando la información de las familias para saber quien no puede atender esos gastos. También se podría tender a utilizar menos lápices de colores, rotuladores y cosas de ese tipo, en una forma de racionalizar el gasto.
Luego está el tema de los deberes en casa. Hay debate sobre esto en el mundo de la educación, con gente a favor y en contra.
Mi opinión es que el concepto de los deberes/trabajos para hacer en casa, da por sentado demasiadas cosas de lo que es el hogar y la vida en el mismo de un niño. Cuando se asigna la tarea, un maestro está asumiendo que un niño tiene un hogar, tiene un lugar en su casa donde puede hacer las tareas, tiene un adulto alfabetizado disponible para apoyarlos con la tarea, y tiene los medios económicos para la compra de materiales de los trabajos que les encargan.
Estas cosas son relativamente fáciles de superar para los estudiantes con ingresos medios, pero para los estudiantes que viven en la pobreza, estas situaciones pueden acabar en un bajo nivel académico y en un retraso crónico con respecto a sus compañeros de curso.
Cuando la escuela y las AMPAS elaboran los planes académicos y hacen la lista de las necesidades que deben cubrir las familias, deben tener cuidado con las exigencias que le hacen a las familias más vulnerables.
He conocido el caso de las peticiones de dinero para cubrir excursiones y gastos de salidas a 30 euros por alumno. En una familia con tres niños puede suponer la friolera de 90 euros, que en situaciones de pobreza son inasumibles.
También hay que considerar que estas situaciones nunca se comentan al profesorado por no sentir vergüenza. No es un plato de buen gusto confesarle a desconocidos que vives en situación de vulnerabilidad.
No me gusta culpar a los maestros por todas las dinámicas de opresión que hay en las escuelas, pero creo que muchos docentes están avergonzando sin darse cuenta a los niños más pobres.
Siempre un docente debe cuestionarse su posición de privilegio cuando se trata de la pobreza. Debe ser consciente de que el estatus socioeconómico puede ser una barrera para el aprendizaje. Saberlo puede ayudara los alumnos.
Marián Cortes Owusu
Educadora. En mis ratos libres redactora en Afroféminas
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Muy buen artículo…invita a la reflexión de raíz.