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jueves, marzo 28

Trenzas desde Dominicana hasta Buenos Aires

Leticia Sánchez Garris

Cuando era muy niña solíamos ir los fines de semana a Boca Chica, una playa ubicada a menos de 40kms de Santo Domingo. A parte de la arena blanca, el agua transparente y un caloraso infernal, también había música fuerte, sillas coloridas, y mujeres que cargaban una ponchera (balde) en la cabeza lleno de utensilios para hacer trenzas a las gringas que rondaban siempre la zona. Pocas eran las dominicanas que veía con trenzas en el pelo, era como un peinado destinado para las turistas exclusivamente. Aunque algunas veces había una que otra niña local correteando y emitiendo ese sonido que hacen las bolitas de plástico que nos ponían en las puntas como decoración de las mismas.

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Después dejamos de ir a esa playa, dejé de ver a esas niñas y dejé de hacerme trenzas yo también. Empecé a alisar mi pelo cuanto tenía 7 años y no fue hasta que cumplí 21 que dejé de hacerlo, pero recién cuando cumplí los 24 volví a hacerme trenzas por primera vez desde aquella época. Ya no estaba mas en esa playa paradisíaca del mar caribe escuchando a mi papá gritar con una sonrisa y un vaso de foam en la mano. Tampoco estaba mi mamá con los sandwichitos que preparaba la noche anterior. Mucho menos mi tía que llevaba la olla con los famosos espaguetis, ni tampoco mis hermanos jugando en la orilla con la arena.
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Esta vez fue en Constitución, un barrio de la Ciudad de Buenos Aires en donde conviven la mayor cantidad de Dominicanos. En la peluquería de Daniela, una compatriota que en ese momento tenia 18 años y ya sabía hacer todo lo referente a la ¨belleza¨ que se puede hacer una mujer, dígase: lavar el pelo, rolos, secar con blower (brushing), maquillaje, depilación, pedicuria y manicuria, color, corte, alisado, perfilado de cejas, y por supuesto mis tan queridas y añoradas trenzas. Casi 6 horas estuve sentada en esa peluquería, obviamente al ritmo de Anthony Santos, comiéndome una bandera dominicana, y bebiendo cerveza. Esto ayudó a que en ningún momento estuviera aburrida, la verdad es que fue bastante divertido.

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Cuando hice mi trenzas aquella vez me sentí muy bien. Había leído sobre la historia de estos peinados, me sentí hermosa, me sentí orgullosa y me sentí especial. Así que volví a hacérmelas varias veces después. Esta vez me las hizo Paz, mi nueva amiga argentina que aprendió a hacerlas gracias a una compatriota dominicana. Estuvimos toda una tarde en casa, charlando, comiendo, riendo y disfrutando ese momento. Porque las trenzas son mas que un peinado. Es ese momento que compartes parte de tu femineidad con otra mujer, es ese cumplido que te da esa otra chica en el tren que no conoce nada pero le encanta, es esa sonrisa que le sacas a tu compañera afrodescendiente caminando por la calle. Pero sobre todo es la inspiración que le puedes dar a cualquier otra persona a que se atreva a llevarlo y a conocer su historia.

Por mas chicas trenzadas en Buenos Aires, Boca Chica y todo el mundo!

 

Leticia Sánchez Garris
Leticia Sánchez Garris
Dominicana viviendo en Buenos Aires.
Publicista y RRPP por profesión, coolhunter y bloggera por decisión.

11 comentarios

  • Juan Piazzolero

    Oye Leticia..! Me gustó mucho tu artículo..!
    Llegué aquí buscando direcciones de salones dominicanos donde se pueden hacer las trencitas.
    Resulta que mi novia es brasilera, y dentro de poco a va venir a Buenos Aires y ella es fanática de sus trencitas.
    Si tienes direcciones de salones dominicanos estaré agradecido.
    Saludos..!

    • Hola Juan! claro que si. Yo me hago siempre con una chica dominicana que es excelente. Es en Belgrano, en la calle Monroe al 2006, se llama dominican flow. Espero les guste. Abrazos!