viernes, diciembre 20

Palabras que discriminan. Racismo en el Lenguaje

Palabras que discriminan

El  lenguaje cotidiano refleja los valores de nuestra sociedad. Los prejuicios contra cualquier grupo social que se siente desfavorecido, perseguido o proscrito en algún momento de la historia, por razón de su sexo, etnia, o cualquier otro factor, inmediatamente pasan al lenguaje cargando de connotaciones negativas los términos empleados para designarlos.

El habla no es inocente y las palabras a veces, consciente o inconscientemente, están cargadas de dolor  y agresión. No podemos volver la espalda a esta realidad que es una perpetuación de la discriminación y aquí nos proponemos mostrar algunos ejemplos de cómo la presión racial también puede venir de la palabra.

El símil “trabaja como un negro” (lo mismo que su equivalente “como un esclavo”) es un fiel testimonio de la servidumbre y sumisión de los negros llevados al continente americano. Debido a esta fuerte asociación, en español el término negro se ha metaforizado pasando a designar al escritor anónimo que realiza un trabajo para una persona destacada sin que se le reconozca su autoría. También se aplica a quien escribe las memorias de algún personaje. Los ingleses, eluden aquí lo racial y lo llaman ghost-writer (escritor fantasma).

Algunas metáforas contienen referencias más denigrantes. Al negro se le ve como una persona desordenada, sin reglas sociales. La imagen queda plasmada en la frase “una merienda de negros”, empleado como sinónimo de confusión y desorden, y que tampoco encontramos en inglés.

Pero en inglés, la voz negro tiene un matiz más despectivo que en español desde su mismo nacimiento. La palabra black solo empezó a utilizarse a partir del siglo XIX coincidiendo con unos aires más democráticos y liberadores, y hasta entonces no se había aplicado en el sentido de raza. Con el tiempo esta voz serviría para arrinconar y teñir de una fuerte carga negativa a negro, así como a nigger, mucho más peyorativa. Como sucediera con homosexual en inglés, black tiene una connotación más neutra, desprovista de reminiscencias coloniales.

De todos modos la palabra black tampoco es inocente, pues las connotaciones de que son portadores el blanco y el negro en el habla diaria son muy diferentes. La blancura es sinónimo de muchos atributos de carácter positivo: puro, honesto, bello; por el contrario, lo negro es impuro, atemorizante, malévolo, oscuro, difícil. Lo blanco es salvífico; lo negro es generador de mala suerte.

Un estudio que comparaba los sinónimos de white `blanco’ y black `negro’ que aparecen en un conocido diccionario de sinónimos llegó a la conclusión de que whiteness tiene 134 sinónimos, de los cuales 44 tienen una connotación favorable y sólo 10 tienen un matiz ligeramente negativo; y blackness tiene 120 sinónimos, de los cuales 60 son claramente desfavorables, y ninguno de ellos es ni siquiera ligeramente positivo.

En la lengua española existen montones de expresiones idiomáticas que reproducen también esta visión. Hay una “suerte negra” (“tener la negra”, “un día negro”, etc.) que con actitud supersticiosa algunos tratan de inculpar a los gatos de ese color; hay una “mano negra” que corroe muchas instituciones, una mano invisible pero bien fuerte, extendida por personas y grupos con “negras intenciones”; un “mercado negro” y un “dinero negro”, así llamados por su ilegalidad; y un “garbanzo negro”, una “oveja negra”, un “pozo negro” … Todo en negativo. En ninguna de estas expresiones el blanco está presente, y cuando lo está, el contraste es bien significativo: existe una “magia negra” pero, al contrario que la blanca, implica a poderes maléficos e infernales. No es casual tampoco que en el juego del ajedrez las piezas blancas sean las primeras en moverse.

Hay infinidad de términos en español para adjetivar al individuo de raza negra. Los términos son infinitos y esto es común en la lengua española con todos los colectivos a los que se quiere señalar. Son más de dos mil las expresiones empleadas a lo largo de la historia para referirse a las prostitutas, según un recuento del lexicólogo Miguel Casas (1986). Lo mismo ocurre con los homosexuales, drogadictos, etc. las expresiones son innumerables. Beatriz Varela, en su libro El español cubano-americano (1992), ha recopilado un buen número de singulares y pintorescas expresiones, entre ellas charolitos, morenos, pardos, tizones, chocolates, así como otras no menos humorísticas como caimitos, zanates cuscos, monos. I.L. Allen, en un estudio monográfico sobre el tema (The language of ethnic conflict, 1983), ha recopilado 233 alusiones a la raza negra en el inglés de Estados Unidos. Tales designaciones, y las variadas asociaciones a que dan lugar, describen de una manera muy plástica la visión estereotipada que la sociedad blanca tiene de los negros.

“gente de color”, “personas de color”

Todo esto contrasta con lo políticamente correcto. En este caso las expresiones utilizadas son muy pocas, pero no por ello afortunadas. La más conocida la calificación de color (“gente de color”, “personas de color”), y su correlato inglés colored (colored people), que parece ideada para tranquilizar a los bienpensantes. A pesar de la buena intención, su imprecisión y ambigüedad, le restan utilidad.

Otro término muy distinto por sus connotaciones es Afro-American (afro-americano). La premio Nobel de Literatura Toni Morrison, haciéndose eco del sentir de algunos intelectuales negros, decía que no era negra sino afro-americana. Tal expresión proporciona unas referencias etno-históricas positivas, al evocar con orgullo el origen africano de sus antepasados; además se aprovecha de la analogía de formaciones de similar composición como Cuban-american, Latin American, Mexican-American, etc. Su uso es, sin embargo, excluyente, pues sólo puede encontrar aplicación en el contexto norteamericano.

Resulta muy difícil eliminar las expresiones racistas o xenófobas del lenguaje. También las sexistas. Pero es una lucha que nos concierne a tod@s. Poco a poco se puede hacer camino y si no damos concesiones a la intolerancia lo conseguiremos. Las palabras son importantes. También para nosotr@s.


Elvira Swartch Lorenzo

Colaboradora.


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