viernes, diciembre 5

Lo que aprendí al releer a Schopenhauer desde los feminismos negros

Hace un tiempo decidí retomar lecturas que, en mi juventud, apenas había rozado o que directamente no pude leer porque no tenía acceso a los libros. Hoy, con cincuenta años, con más vida y más experiencias a mis espaldas, vuelvo a ellas con otros ojos. Uno de esos textos es El arte de tener siempre la razón, de Schopenhauer.

Leerlo ahora me resulta una experiencia extraña. Por un lado, me interesa su lucidez para desnudar cómo funciona la vanidad humana, cómo lo que importa muchas veces no es la verdad, sino el poder de la retórica. Es un espejo de nuestro presente, donde parece estar de moda la crueldad y se celebra, incluso, el cinismo de ser “mala persona” como si eso fuera inteligencia.

Pero también hay algo inquietante en ese pensamiento. Schopenhauer no cree en la bondad ni en la posibilidad de verdad. Para él, la humanidad está corrompida por naturaleza, atrapada en una voluntad ciega que solo genera sufrimiento. Esa mirada pesimista, aunque lúcida, deja poco margen para imaginar salidas.

Y aquí es donde la experiencia de haber leído a pensadores y pensadoras negras me cambia la perspectiva. Porque, si algo caracteriza al pensamiento negro —desde Fanon hasta bell hooks, desde Aimé Césaire hasta Sylvia Wynter— es que nunca se permite el lujo de quedarse en el puro pesimismo. La realidad del racismo, de la esclavitud y del colonialismo siempre fue brutal, pero, al mismo tiempo, había una neceisdad de esperanza.

No una esperanza ingenua, sino una esperanza radical. Fanon transforma la rabia en acción política. hooks convierte el amor en práctica de resistencia. Wynter desmonta la idea de que lo humano es naturalmente corrupto y muestra que ese “hombre universal” es una ficción colonial. Césaire encuentra en la poesía la capacidad de rehacer la humanidad después del desastre.

Esa diferencia es clave, Schopenhauer habla desde un mundo donde se puede filosofar el pesimismo porque, en última instancia, no hay una amenaza que aniquile tu existencia por ser quien eres. Los pensadores y pensadoras negras hablan desde una historia donde el pesimismo absoluto no es opción, porque sin esperanza no habría supervivencia.

Leer a Schopenhauer a mis cincuenta, después de haber transitado el pensamiento negro, me deja esta enseñanza: sí, la humanidad puede ser vanidosa, corrupta y cruel. Pero también, en medio de esa oscuridad, las comunidades negras hemos cultivado la esperanza como una ética vital. Y es esa esperanza —lejos del cinismo y la crueldad— la que sigue sosteniendo la posibilidad de un mundo distinto.

Antoinette Torres Soler

Directora y Fundadora de Afroféminas
Lic. Filosofía. Máster en Comunicación de Empresa y Publicidad.
Cubana y española


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