viernes, diciembre 5

Romper el silencio sobre la violencia obstétrica racializada

Parir debería ser un acto de cuidado, respeto y autonomía. Sin embargo, para muchas mujeres negras en Europa, el parto se convierte en una experiencia marcada por la violencia, la desconfianza médica y el racismo institucional. Esta forma específica de violencia obstétrica se manifiesta con especial crudeza cuando se cruza con la raza. No se trata solo de una negligencia o una falta de empatía, sino de una estructura que reproduce estereotipos coloniales y deshumaniza sistemáticamente a las mujeres negras en uno de los momentos más vulnerables de sus vidas.

La violencia obstétrica incluye prácticas como tactos vaginales innecesarios, procedimientos sin consentimiento, comentarios humillantes, negación de la anestesia o separación injustificada del recién nacido. Cuando estas prácticas se ejercen sobre mujeres negras, adquieren una dimensión mayor, ya se apoyan en prejuicios históricos y racistas que siguen vigentes en los sistemas sanitarios europeos. Se parte de la idea de que las mujeres negras «aguantan más el dolor», que «exageran», que no comprenden las instrucciones médicas debido a su escasa cultura o que no son capaces de criar a sus hijos sin supervisión. Estas creencias, herencia directa del racismo colonial y esclavista, tienen consecuencias médicas, emocionales y vitales.

En España, el testimonio de Adama, una mujer senegalesa residente en Valencia, es revelador: “Mi parto fue rápido, pero muy doloroso. Pedí la epidural varias veces. Me dijeron que no la necesitaba. Me sentí invisible. La matrona ni me miraba a los ojos.” En Francia, un estudio del colectivo Tantines & Cie documenta decenas de testimonios de mujeres negras que relatan cómo sus quejas durante el parto fueron ignoradas o minimizadas. Fatou, madre de dos hijos, cuenta: “Sentí que no les importaba si yo vivía o moría. Solo me veían como un cuerpo resistente. No como una mujer con miedo y dolor.” En Italia, organizaciones como Razzismo Brutta Storia han denunciado cómo la combinación de racismo y misoginia afecta especialmente a las mujeres migrantes negras, que en muchos casos ni siquiera entienden el idioma del personal médico, sin que se les proporcione traducción o mediación cultural adecuada.

Aunque los sistemas sanitarios europeos insisten en su “neutralidad”, los datos dicen lo contrario. Un Informe anual del Parlamento Europeo sobre derechos fundamentales (2022-2023) confirma que las mujeres negras y racializadas tienen un mayor riesgo de complicaciones obstétricas, mayor tasa de cesáreas no justificadas y peores experiencias postparto. En Reino Unido, la una rtículo de la Universidad de Oxford / MBRRACE-UK (octubre 2023) «Abordar las persistentes desigualdades subyacentes a la mortalidad materna» revela que las mujeres negras tienen cuatro veces más probabilidades de morir durante el embarazo, parto o postparto que las mujeres blancas. Este dato no se explica por diferencias socioeconómicas, sino por prácticas discriminatorias en la atención. En España, diversos estudios y organizaciones han documentado que la violencia obstétrica afecta de forma desproporcionada a las mujeres racializadas. Según el Observatorio de Violencia Obstétrica, casi la mitad de las mujeres (45,8 %) afirma que no se les pidió consentimiento informado antes de cada procedimiento médico durante el parto, lo que evidencia un patrón de intervencionismo sin previa autorización. Además, estas prácticas se agravan cuando intervienen factores como el origen étnico, la clase social o el estatus migratorio: las mujeres migrantes, negras, gitanas y en situación de vulnerabilidad denuncian con mayor frecuencia experiencias de medicalización excesiva, infantilización, falta de información y trato deshumanizado.

La violencia obstétrica racializada está vinculada a una larga historia de control sobre los cuerpos negros. Durante siglos, las mujeres negras fueron utilizadas como «objeto de experimentación ginecológica», como ocurrió con esclavas africanas en EE.UU. sin anestesia, o con mujeres africanas esterilizadas sin consentimiento en contextos coloniales europeos. Hoy, aunque se hable de derechos y protocolos, los cuerpos negros siguen siendo vistos como “otros” a los que se puede someter, cuestionar o tratar con desconfianza. A muchas mujeres negras en Europa no se les pregunta, directamente se les ordena. Casi se las vigila.

Muchas mujeres negras callan por miedo a no ser creídas, a represalias si aún están en proceso de regularización, o a que se cuestione su capacidad como madres. Las quitas de custodia a mujeres extranjeras son muy frecuentes. Algunas relatan incluso haber sido amenazadas con los servicios sociales tras expresar no estar de acuerdo con los procedimientos médicos. Este silencio forzado perpetúa la violencia y dificulta que las instituciones reconozcan el racismo como un factor estructural en la atención obstétrica.

Hablar de violencia obstétrica racializada no es “polarizar” ni “politizar” el parto. Es reconocer que la salud no puede ser tratada como una esfera neutral cuando hay desigualdades tan profundas. Se necesitan ¿ya! formaciones antirracistas obligatorias en los equipos médicos, protocolos específicos de atención interseccional que consideren la raza, la lengua, la clase y el estatus migratorio, presencia de mediadoras culturales y doulas racializadas que acompañen los partos, y espacios seguros donde las mujeres negras puedan compartir sus experiencias sin juicio ni estigmatización.

Ante esta realidad, muchas mujeres negras están organizándose para protegerse y acompañarse mutuamente. En Francia, colectivos como Maman Noire ofrecen círculos de escucha y asesoría legal. En España, doulas afrodescendientes están creando redes de apoyo a mujeres migrantes para garantizar partos más humanizados. Además, la lucha de activistas como Rachel Cargle y Reni Eddo-Lodge han contribuido a visibilizar este tipo de violencia en el espacio público, reclamando mejores condiciones médicas y el derecho a parir con dignidad.

En un continente que presume de derechos humanos pero ignora el racismo que atraviesa sus hospitales, parir siendo mujer negra sigue siendo, en demasiadas ocasiones, muy duro. Hablar, denunciar, organizarse y cuidar unas de otras es una forma de ganar ese respeto que merecemos.

Redacción Afroféminas



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