La crítica feminista negra a la agenda feminista hegemónica y burguesa que históricamente relegó a un segundo plano a las cuestiones raciales, tiene un largo recorrido. Si bien muchas coinciden en apuntar el pionerismo de Sojourner Truth en el trazado de esta crítica (cuando cuestionó a la hegemonía blanca con su incisiva interpelación: ¿acaso yo no soy una mujer?), fue en los años 80 que fueron lanzadas diversas publicaciones de feministas negras que comenzaron a visibilizar esta crítica de forma más consolidada.
Figuras como Angela Davis, bell hooks, Lélia Gonzalez y Sueli Carneiro lanzaron diversos materiales escritos que fueron cruciales para operar la denuncia del racismo dentro del movimiento de mujeres y feminista, abogando por otras formas de producir teoría y activismo feminista, siendo fundamental el compromiso antirracista como un pilar ético y político de este quehacer.
Sin dudas, los derechos sexuales y reproductivos fueron una de las arenas políticas en las que esta crítica tuvo un papel relevante para dilucidar la dimensión racial de la salud reproductiva, una cuestión que hasta los días actuales es objeto de disputas. Una de las primeras reivindicaciones del movimiento feminista del Norte Global fue precisamente el derecho a alegir la maternidad, como expresión de un ejercicio de autonomía de las mujeres. Sin embargo en la medida en que esta demanda representaba la realidad de mujeres blancas, de clase alta, firmaba así su pacto con el racismo. Veamos algunos ejemplos que definen las principales disputas del feminismo negro en este ámbito:
- En el contexto de la esclavitud la apropiación de los cuerpos de las mujeres negras con fines reproductivos de mano de obra, constituyó una expresión flagrante de racismo y sexismo.
- En los finales de los años ’60 y comienzos de los ’70 en Estados Unidos la reivindicación del derecho al aborto ganó una centralidad en la agenda feminista. Entre otras cosas se señalaba la necesidad de acceso al aborto legal y seguro; sin embargo muchos de los discursos que circulaban en este sentido apelaban a retóricas racistas tales como que la disponibilidad del aborto sería una forma de combatir o detener la proliferación de la pobreza de sectores negros de la sociedad norteamericana. En tal sentido, la expectativa detrás de este tipo de discurso era que las mujeres negras y empobrecidas vieran su descendencia reducida, como si la responsabilidad por la pobreza fuera de ellas y no de condiciones estructurales de desigualdad. De esta forma, el arbitraje que comenzó a operarse sobre las decisiones reproductivas de mujeres negras tuvo un carácter racista que también reflejaba una premisas eugenistas e higienistas según las cuales la sociedad sería más civilizada mientras menos proliferara la raza negra. Si para las mujeres blancas y de clase alta los derechos reproductivos significaban poder planificar su maternidad, ya para las mujeres negras el aborto y otras técnicas de control de la natalidad se tornaron una imposición.
- De manos dadas con estos discursos racistas de los que se hiciera eco el movimiento de mujeres y feminista, se constató una política de esterilización en masa de mujeres racializadas en países como Estados Unidos y Brasil. Angela Davis expone en su libro «Mujeres, Raza y Clase» que en 1932 al menos 20 estados americanos habían aprobado leyes de esterilización compulsoria. La última ley de esta índole fue revocada en 1979 en el Estado de Virginia. De forma similar en Brasil, país en el que la ideología de emblanquecimiento fue un proyecto político que comenzó con el incentivo de la inmigración europea en el período pos abolición, en los años ’80, la esterilización forzada gana fuerza y contornos como política pública. Investigaciones como las de Jurema Werneck denunciaron políticas de control de la natalidad que se concentraban en la población negra del Norte de Brasil. De forma específica en los años ’80, en el estado de São Paulo fue elaborado un documento bajo el amparo del entonces gobernador Paulo Maluf que mostraba preocupación por la ascensión social de la población negra y, consecuentemente proponía políticas Pro-Familia dirigidas al control de la natalidad de esta población. En los años ’90, el Instituto de la Mujer Negra —Geledés— se hizo eco de las denuncias de la esterilización.
- De forma particular, en mi Tesis de Doctorado expuse que la práctica establecida por parte de los servicios médicos de reproducción asistida que imponen como un criterio reproductivo a la similitud fenotípica entre donantes y receptoras de gametas en el caso de la fertilización in vitro, es una práctica racista que establece una segregación racial de la población en este ámbito. Propuse nombrar esta práctica como racismo reproductivo en la medida en que refleja premisas eugenistas, de pureza racial y refuerza el papel del poder biomédico como árbitros de las decisiones reproductivas de las personas que acuden a los servicios de reproducción asistida para la realización de la fertilización in vitro por donación de gametas. Defiendo que el argumento de similitud racial entre padres e hijos que es accionado por los equipos médicos para la institucionalización de esta praxis, retirando de la autonomía de las personas esta decisión, puede ser considerada un tipo de colonialidad, en la medida en que coloca a las personas usuarias de estos servicios como infantilizadas, sujetas a las decisiones médicas, suspendiendo su autodeterminación.
- Otro punto importante de la crítica feminista negra es la relación entre la violencia obstétrica y el racismo que toma a los cuerpos de mujeres negras como susceptibles de ser objeto de tales violencias tanto por su pertenencia racial como por la objetificación sexual que históricamente se cierne sobre ellas
Es fundamental que sigamos sometiendo a escrutinio a las políticas reproductivas para continuar dilucidando el modo en que las ideologías racistas socavan la autonomía reproductiva.
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
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