Hay que hablar del racismo en los lugares de trabajo. Como mujer negra lo sufro. Padezco casi a diario una serie de comentarios, sesgos y estereotipos. Nuestro lugar de trabajo tiene un gran impacto en nuestras vidas, y cuanto más podamos cambiar las normas opresivas para cultivar ambientes de trabajo que sean seguros para todxs, mejor.
Sé en que mundo vivo y no me hago ilusiones, pero las empresas deberían fomentar una cultura de apoyo para sus empleados racializados, porque el nivel de racismo es, en muchas ocasiones, insoportable.
Es una tarea es tan grande, y será tan difícil conseguir que se impliquen en ello las instituciones, que como en todo, cuando se trata de racismo, debemos empezar por educar a las personas de calle, a la gente corriente.
En primer lugar, debemos cambiar las ideas sobre la raza que perjudican a las personas racializadas en el trabajo.
Habría que comenzar eliminando la creencia común de que una persona racializada representa a toda su etnia. Así que si tenemos un compañero negro sus opiniones no son definitivas sobre el racismo. Hay que pensar que las personas racializadas no están exentas de prejuicios, y además se suele tender a tomar como referencia a personas cuyas ideas reflejan y validan por completo las del grupo dominante. Si no te quejas caes mejor.
Ninguna persona racializada puede hablar por las necesidades diversas y autónomas de los demás. En lugar de tratarnos como representaciones totales de nuestra raza, necesitamos que nuestros empleadores respalden nuestras necesidades individuales.
Tenemos que tener en cuenta que nosotrxs vivimos en un mundo donde lo blanco es lo «normal» y la presencia de una persona negra se convierte en una atracción. En seguida pasas a ser la otra, o en la mayoría de las ocasiones «la negra». Y vienen los comentarios de siempre: “No, pero ¿tú de dónde eres realmente?”, «¡Déjame tocar tus rizos!»o «eres super exótica»
Este tipo de comentarios pueden parecer inofensivos o comprensibles, pero para una persona negra que las ha escuchado durante toda su vida, son microagresiones que nos recuerdan que somos vistos como «diferentes», como algo fuera de lo normal.
Muchas sabéis de lo que hablo. ¿Cuantas de vosotras os sentís presionadas para no llevar vuestro cabello natural, para pareceros a vuestrxs compañerxs? ¿Cuantos comentarios de mal gusto sobre vuestra sexualidad? ¿Cuantas preguntas indiscretas en torno a vuestra intimidad, físico o gustos?
Estas reacciones de otras personas a nuestras «diferencias» generalmente conducen a experiencias opresivas como estereotipos, marginación, miedo, fetichización, etc.
Después están las creencias no confesadas de que ser un buen trabajador es ser un trabajador blanco o autóctono. Lo que está relacionado con nuestra identidad es considerado poco profesional e inadecuado para el trabajo. Hay muchos lugares de trabajo donde rastas y afros están prohibidos, o simplemente no son bien vistos, y en un mundo laboral tan precarizado eso equivale a una prohibición. Imaginaos que significa que asocien tu esencia, tu ser y tu identidad, lo que tú eres, a la calidad del trabajo que puedes realizar, pero eso si, de una manera negativa.
Esta imagen poco «trabajadora» de las personas racializadas, mezcla un prejuicio colonial, con una cantidad enorme de estereotipos, ignorancia a toneladas y muy poca empatía. Porque ser un buen trabajador suele equivaler a la masculinidad blanca y autóctona, sobre todo en contexto de migraciones.
Después está la ceguera racial, eso de «No veo las razas». Esta miopía selectiva, que solo conviene a los que no sufren el racismo, es la excusa perfecta para no abordar el problema. La raza es relevante en el lugar de trabajo, y un enfoque «daltónico» no funcionará. Negarse a hablar de raza no elimina el racismo.
Hablo desde mi experiencia personal, que sé que es la de muchxs. Tengo que hacer una nota aparte para el acoso, racismo y sufrimiento que pasan muchos hombres negros, sobre todo migrantes, que tienen trabajos de poca cualificación y en condiciones muy precarias. Ellos sufren de manera más brutal un racismo, sin cortapisas ni trabas. Allí donde no llegan los medios, ni las denuncias, ni la publicidad, ni nadie. Mi solidaridad inmensa con mis hermanos. Inmensa pena.
Intentar abordar los problemas profundos, complejos y delicados de la raza es un trabajo difícil, y no hay una respuesta fácil sobre cómo hacerlo bien. Pero saber de la opresión que los empleados racializados enfrentamos a diario, puede hacer que cambien algunas mentalidades.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora.
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Muy buen artículo, lastima que veamos la paja en el ojo ajeno y no la viga…..
Que pasa cuando esas actitudes provienen de «hermanos» que te hacen dudar de quien eres y de lo conseguido?
Qué sucede cuando te dicen tienes ese trabajo porque eres una negra fácil para los blancos.
O incluso cuando por el simple echo de opinar diferente al colectivo racializado ya el dialogo se convierte en ataque.
Ojalá también deis voz a los que pensamos diferente y sufrimos constantes ataques por ello tanto en nuestro puesto de trabajo ,como en nuestro día a dia