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sábado, julio 27

Myrna Dickson: “El arte deconstruye discursos opresivos estructurales”


Conozco a Myrna Dickson a través de una foto que veo en un portal de mujeres afrocubanas. En sus manos lleva algunas obras de arte con rostros y cuerpos de personas afrodescendientes. La imagen es potente y atractiva. Me conquista por sus colores, su expresión, pero más aún, por la posición de sus brazos: abiertos de par en par. Siento curiosidad por saber más sobre ella, conocer su historia, su trabajo y su vida en Cuba. Al día siguiente, busco su contacto y le mando un mensaje para proponerle una entrevista. Me responde: Hola, ¿estás en Cuba? Le explico que soy una periodista argentina y vivo en Buenos Aires. Luego, se toma unos minutos para revisar con atención la información que le envié por mail. Me agradece y me dice que nuestro próximo encuentro será en dos días. 

Myrna nació en 1964, en Cuba, y es la hija menor de una familia matriarcal. Desde el 2007 decidió sólo llevar el apellido de su madre: Dickson. Es curadora de arte, educadora popular y activista afrofeminista. Vive con su novia en el barrio Marianao, en La Habana, con quien comparte su activismo. Fundó dos proyectos socio-artísticos, brinda talleres y seminarios sobre género y diversidad sexual, y coordina una iniciativa desde su casa para el apoyo comunitario del vecindario, la comunidad LGBTIQ+ y el movimiento antirracista. 

Por su carácter hacendoso y la percepción liberadora sobre la vida, ella dice que se siente activista desde niña. Pero más aún porque siempre le asignaron el rol de decisión o consulta para resolver situaciones difíciles. Ese espíritu libre, fuerte y empoderado, que nació desde su infancia, sigue creciendo hasta el día de hoy. “Para mí refutar o señalar libremente es parte de nuestro existir. No tengo que esperar a que nada, ni nadie me diga qué sentir o hacer”, dice con orgullo. 

Sus primeras acciones en el activismo afrofeminista fueron de manera independiente como investigadora o promotora cultural en distintos eventos socio-culturales. Con una mirada antropológica desde el arte, abordó la influencia de África en la cultura popular y tradicional cubana, acentuando que el racismo es el eje central de todas las discriminaciones. La lucha antirracista toma fuerza en Cuba, gracias al activismo que llevan adelante mujeres como Myrna, que se proponen dar visibilidad a la problemática desde el afrofeminismo. Un objetivo que lograron cumplir fue incidir en las estadísticas del censo de población para transformar el indicador de color de piel. También trabajaron mucho en la aceptación de la tendencia afro, y ahora se puede observar a mujeres negras con su estilo y naturalidad afro en espacios académicos y medios de comunicación. Pero aún queda mucho trabajo por hacer porque dice que todavía hay mujeres negras que no asumen el movimiento, aún sabiendo que su andar del día a día es sinónimo de rebeldía, resistencia, sumidas en exclusiones y lejos de privilegios, tanto de ellas como de su descendencia. “Visibilizar nuestros discursos, estéticas y acciones hizo que la oficialidad, la academia y la población que nos rodea desmonte el término feminista, ya que era muy genérico, y se empiece a hablar de luchas de mujeres, blancas y negras”, expresa.

En 2009, tuvo su primera relación con una mujer, conjuntamente con la salida del closet, “o mejor dicho de las gavetas del closet”, aclara con humor. Desde ese momento, participa como promotora de salud en acciones, actividades y talleres de capacitación en el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y el Centro Nacional de Prevención a las ITS-VIH/Sida.  Con respecto a la situación de derechos y libertades de las identidades sexogenéricas disidentes, desde una mirada interseccional, reflexiona que el racismo es el eje transversal de todas las discriminaciones: siempre son más vulnerables las personas negras. Y si a esto se le suma ser trans, con bajo nivel escolar y vivir en zonas periféricas, es aún mayor la discriminación. También, confiesa que dentro de la comunidad LGBTIQ+ ha observado situaciones de racismo y portadores de estas conductas negativas. 


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El año pasado, Cuba se convirtió en el país número 34 en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, -“a mi juicio de manera injusta ya que este derecho se llevó a plebiscito”, aclara-, y también, el nuevo Código de familias abrió las puertas a la adopción de hijos por parte de parejas LGBTIQ+ y la gestación subrogada sin fines de lucro. “Sin embargo, se mantienen opresiones y marginalización con consecuencias negativas para la comunidad. Es brutal el asedio en las calles de la policía a las personas trans, quienes exigen espacios independiente dentro de las prisiones donde se les respete su identidad de género. Además, hay ausencia de sanción jurídica para cualquier manifestación discriminatoria. Y falta un lenguaje inclusivo o lenguaje de género en el sistema educacional”, agrega con firmeza. 

La violencia de género es una problemática que atraviesa a todas las sociedades. Para Myrna, aunque en Cuba se aboga por la no violencia de género, dice que desgraciadamente está acreditada por el carácter patriarcal estructural en el que no escapan (sin generalizar) individuos policiales, políticos y jurídicos. Y agrega que hay actos de violencias a mujeres y niñas que son reiterativos, graves, ocultos y solapados. Muchas veces la víctima queda culpable ante pretextos infundidos por aquellos que deben impartir justicia o por el lenguaje sexista y la misógina. Algunas frases que suelen decir: “No me meto en eso, le toca a ella denunciar. Por qué le permitieron vivir en la casa. Ella es mayor de edad, por qué aceptó la invitación. Si estuviera bien vestida no provocaría celos de él. Cuando una se casa obedece y se debe al marido”. Por último, explica que no hay refugios custodiados por la oficialidad para estas mujeres.

Por otro lado, en su rol de curadora de arte y gestoría cultural fundó dos proyectos socio-artísticos. MirArte diaDía es uno de ellos y nació cuando comenzó su relación lésbica abierta y decidió trabajar de manera independiente fuera de las instituciones gubernamentales. El segundo proyecto se llama Casa Tomada mirArte, surgió cuando tuvo que asumir el rol de cuidadora de su madre con Alzheimer hasta su deceso. “Se me hacía difícil salir constantemente, asistir a eventos, reuniones y actividades fuera de casa. Entonces decidí establecer mi casa como residencia de perfil didáctico para artistas, activistas, individuos o grupos en situaciones de vulnerabilidad. Durante el transcurso de esos seis años fue relevante el apoyo incondicional, el desvelo y empeño de mi actual pareja Siria Guibert”, dice emocionada. 

El arte audiovisual también es una disciplina que la apasiona. “Desde niña me sentí  atraída por el cine, la televisión y la radio. Luego, descubrí que los personajes principales y creadores, por años y años, en su mayoría eran personas blancas, generalmente monitoreados por hombres blancos”, reflexiona. Por eso, en los últimos años, realizó curadurías audiovisuales y organizó eventos para visibilizar artistas y creadores afrodescendientes de las artes plásticas y el videoarte. En 2020, participó del taller audiovisual en periodismo independiente, en el marco del Festival Oneworld, con el fin de representar y darle crédito a la mujer negra. 

Myrna encuentra en el arte una herramienta que proyecta discursos narrativos con la finalidad de generar procesos que reinterpretan la realidad y promueve la conciencia individual y colectiva. “El arte deconstruye discursos opresivos estructurales. Favorece la interacción entre personas. Desplaza paradigmas que ya no dan respuestas a visiones específicas. Da acceso al entendimiento de la libertad. Y es un refugio para el amor”, concluye. 


Belén Ruiz Jelenic 

Periodista, productora y curadora audiovisual. Escribe artículos sobre cine y género para diferentes medios de comunicación. Desarrolla contenido para medios digitales y audiovisuales. Es co-fundadora y directora de programación de la plataforma de películas solax.tv y organizadora del Festival de cortometrajes Bendita tú, cine perspectiva de género y diversidad. 


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