El Día 25 de marzo es el Día Internacional de recuerdo de las víctimas de la esclavitud y la trata transatlántica de personas esclavizadas, designado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 2007 como complemento del ya existente Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y su Abolición de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Conmemorar este día supone recordar a quienes padecieron y murieron en este sistema de esclavitud, así como generar conciencia de los peligros del racismo y los prejuicios en la actualidad.
Entre los siglos XVI y XIX, en torno a 15 millones de personas de origen subsahariano, hombres, mujeres y niños, fueron trasladados a América y comercializados como mano de obra esclava, suponiendo la mayor migración forzada y uno de los capítulos más horrendos de la historia de la humanidad. Al principio muchos de ellos fueron encaminados a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar, mientras que las mujeres resultaron objeto de explotación sexual. Cuando la trata de personas para las redes de prostitución comenzaron a afectar también a mujeres blancas europeas comienza a hablarse de trata de blancas y se pone de manifiesto la necesidad de abolir esta terrible práctica, algo que evidencia, una vez más, el racismo imperante.
Aunque la esclavitud estuvo presente en multitud de civilizaciones e imperios pasados, constituyendo una institución jurídica en la Antigua Roma, la trata o el comercio de seres humanos tuvo su máximo apogeo en el continente africano, en lo que se ha denominado la trata transatlántica u occidental.
Si bien es verdad que, a finales del siglo XV, los exploradores españoles y portugueses que llegaban a África no buscaban esclavos, sino que era el oro su objeto de deseo, todo cambió con el desarrollo de las plantaciones de caña de azúcar. Los europeos buscaban esclavos para trabajar en esos cultivos, primero en las islas atlánticas orientales, como Madeira y Santo Tomé, y luego en América. Este era un trabajo muy costoso, que ellos mismos se negaban a realizar. Tampoco los pobladores indígenas podían hacerse cargo por las enfermedades que habían provocado las infecciones importadas desde Europa, como la viruela o la gripe, y que diezmó notablemente la población originaria de las Antillas en aquellos años. Además, la Iglesia se había quejado a la Corona española por el trato que la población indígena estaba sufriendo, especialmente tras la publicación de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de las Casas. Es por eso que los africanos esclavizados y sus descendientes se convirtieron en la fuerza de trabajo mayoritaria en las plantaciones a partir de 1600.
El comercio triangular
La trata afectó especialmente a la costa occidental africana, desde la actual Mauritania hasta Angola, así como las islas de Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe. También otras zonas del interior del continente, como la cuenca de los ríos Níger o Congo, padecieron este abuso. La base de esta práctica se sustentaba sobre el llamado “comercio triangular”.
Se denominó así porque este comercio involucraba a tres continentes: Europa, África y América. En primer lugar, desde el continente europeo se exportaban productos manufacturados, como telas, cerámica, vidrio, armas de fuego o, incluso, alcohol, a África, donde eran intercambiados por personas a través de las autoridades africanas. En segundo lugar, transportan a los cautivos a América para que sirvieran como esclavos. Por último, una vez allí, se recogía azúcar, ron, algodón y tabaco, producido por las personas esclavizadas y se trasladaban estos bienes de nuevo a Europa.
Aunque en un primer momento eran los piratas, comerciantes y navegantes particulares quienes se dedicaban a esa actividad, a partir del siglo XVII comenzó a ser ejercido por las grandes compañías. Estas se encargaban e la instalación de factorías y la construcción de fuertes y bodegas para almacenar a los cautivos. Una de las más conocidas fue la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, que hacía de intermediaria, supervisando a los comerciantes privados europeos y regulando su interacción con los africanos.
Pero los europeos se aventuraron pocas veces en el interior de África en busca de personas con las que mercadear. Casi siempre los traficantes eran negros o árabes que sometían a otros. Estos podían bien ser prisioneros de guerra, delincuentes, personas secuestradas o gente pobre que se entregaba a un amo para que los alimentara. Los trasladaban desde sus aldeas hasta la costa en hileras encadenados. Allí la espera se prolongaba hasta que el capitán del navío consideraba que el barco estaba completo y listo para zarpar.
El viaje en estas embarcaciones, denominadas negreras, podían hacinarse más de cuatrocientos cautivos. El trayecto, conocido como middle passage o pasaje medio, duraba de media entre dos y tres meses. En él los pasajeros sufrían muchas calamidades, entre las que destacan los golpes, la hambruna y la falta de higiene. Normalmente los hombres permanecían desnudos, mientras que a las mujeres se les entregaba ropa ligera, pero sufrían a menudo violaciones por parte de la tripulación y el capitán.
Los principales destinos eran las Antillas, las Guayanas, Brasil y el sur de Estados Unidos. Una vez llegados a América, estos esclavos eran vendidos al mejor postor y, posteriormente, empleados en la caña de azúcar, ron, café, cacao, tabaco, algodón o en las minas de oro y plata. Su destino no era otro que pasar el resto de su vida esclavizados, trabajando en las plantaciones.
La resistencia
El trato que recibían podía depender de la humanidad de los compradores, pero, por lo general, era nefasto. Estos tenían potestad para ejercer cualquier tipo de abuso hacia sus esclavos. Y también aquí fueron las mujeres esclavizadas quienes padecieron los mayores actos de violencia, llegando a ser agredidas sexualmente en repetidas ocasiones y obligadas a la procreación forzada para la venta de sus hijos, aunque también fueron ellas las que desempeñaron un gran papel en el mantenimiento de la dignidad de sus comunidades. Precisamente, este papel ha sido reivindicado por diferentes movimientos de afrodescendientes en América latina, como el que lidera Susana Blanca, artista y exministra de Cultura de Perú.
Las personas esclavizadas, aun con todo el calvario al que se vieron sometidas, trataron de resistir y rebelarse, dentro de sus posibilidades, ante su opresor. La resistencia constituyó la contrapartida de la esclavitud. Es por eso por lo que los esclavistas los sometían a verdaderas torturas como las cadenas, el látigo y la marca con hierros caliente para asegurar su propiedad. Ellos gritaban, luchaban y trataban de huir, como fue el caso de los participantes en el ferrocarril subterráneo en Estados Unidos. Hubo muchas rebeliones en estos siglos, pero posiblemente la más famosa tuvo lugar en Haití en 1791, después de la cual, tras una ardua lucha, el país consiguió liberarse y configurarse como la primera república negra.
Otra forma de resistencia fueron los palenques, que eran núcleos donde los fugitivos se reorganizaban en comunidades independientes, ubicados en lugares estratégicos según la topografía del terreno, contando con fosos y trampas por si sus amos trataban de encontrarlos. Uno de los más famosos es el Palenque de San Basilio en la costa colombiana, que llega hasta nuestros días.
Abolición
La abolición de esta práctica, o, más bien, su ilegalidad, no llegó hasta el siglo XIX, a partir de los cambios de mentalidad que supusieron la Ilustración y la Revolución francesa. Primero, se prohibió la trata de personas; luego se promulgó la ley de vientre libre, por la que los hijos de una mujer esclavizada dejaban de tener la condición de esclavos. Hubo, no obstante, que esperar varias décadas para la abolición de la esclavitud.
El primer país americano en abolir este comercio con personas fue, precisamente, Haití en 1803. Lo siguió el Imperio británico en 1807, que 26 años después ilegaliza la esclavitud. Aunque en Francia se decretó en 1794, Napoleón restauró la trata en 1802 y la prohibición definitiva fue en 1848. Estados Unidos, por su parte, abolió el comercio de personas en 1808, aunque la prohibición de la esclavitud no llegó hasta 1865, tras la Guerra de Secesión entre los territorios confederados. Los últimos países en dar fin a esta práctica fueron España y Brasil, en 1886 y 1888, respectivamente. Y, a pesar de este logro, las potencias europeas siguieron manteniendo su dominio sobre África y trazaron el reparto del continente durante la Conferencia de Berlín organizada por Otto Van Bismarck entre 1884-1885. Fue, precisamente, la lucha colonial, entre otras cosas, lo que provocó el inicio de la primera guerra mundial.
La esclavitud, sin embargo, se mantuvo bajo diferentes formas a lo largo del siglo XX y no por ello significa que se haya acabado con todas las formas de abuso contra seres humanos en muchas partes del mundo, pues seguimos viendo hoy casos de trabajos forzosos, explotación sexual o reclutamiento de niños para utilizarlos en conflictos armados.
Consecuencias
¿Cuáles fueron las consecuencias de esta práctica durante tantos siglos? Es evidente que millones de personas fueron sacadas a la fuerza de África, en su mayoría jóvenes y sanas, dando lugar a una importante brecha demográfica que ha debilitado el continente y la consecuente improductividad y falta de mano de obra. Además, provocó el enfrentamiento entre diferentes pueblos y tribus, entre quienes colaboraban con los esclavistas y quienes eran apresados, así como un fuerte desarraigo y una notable inseguridad crónica en la población, incluso en el momento presente. Y también debemos considerar el saqueo paralelo que hubo de aquellos pueblos por parte de los traficantes, llevándose cosechas, ganado, marfil y pieles. Para los países americanos y europeos implicados, sin embargo, supuso un enriquecimiento y una gran expansión en el comercio mundial a costa de la explotación de la población negra esclavizada y torturada.
En la resolución de la ONU que dictaminaba la conmemoración de este día también se planteaba la necesidad de desarrollar un programa de divulgación destinado a las instituciones educativas, principalmente, con el objetivo de informar a las futuras generaciones sobre “las causas, consecuencias y lecciones del comercio transatlántico de esclavos, y para comunicar los peligros del racismo y sus prejuicios”.
Otro día significativo es el 23 de agosto, Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, pues se conmemora con él la insurrección de un grupo de hombres y mujeres esclavizados en Saint-Domingue en 1791. La UNESCO, con su proclamación, quiso recordar la importancia de la memoria para conocer lo que ocurrió y luchar contra todas las formas de opresión y racismo existentes.
Natalia Ruiz-González
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