Desde que somos pequeños e intentamos siempre fijarnos en modelos a seguir, de manera inconsciente lo hacemos en los que son similares a nosotras. Por ejemplo buscamos una muñeca que se parezca a nosotras o intentamos emular a alguna famosa por su aspecto, su personalidad o su manera de pensar.
El punto de partida es la infancia. Desde niños, escogemos los juguetes, las muñecas, todo lo que nuestros padres puedan proporcionarnos en base a nuestros gustos. Para una niña, por lo normal, se espera que juegue con muñecas y por regla general, las niñas siempre buscan muñecas que se parezcan a ellas ¿correcto? ¿Pero qué pasa cuando el tono de piel de esa niña es diferente al de la mayoría de niñas de la sociedad en la que vive?
En mi caso, yo nací con un color de piel distinto al de la mayoría de la gente con la que vivo en mi ciudad. Cuando eres una niña de raíces dominicanas y de piel oscura, es difícil encontrar ejemplos positivos a tu alrededor, al menos en mi infancia. Esto es muy difícil de superar y de asumir, especialmente cuando sientes que algo tan íntimo e identificable de ti se sale de la norma general, tanto que incluso a mi misma me llegó a causar rechazo.
La primera vez que me dí cuenta de esto, fue cuando debía tener unos 8 o 9 años. Entre las niñas se puso de moda el muñeco Baby Born, y yo, como todas las niñas de mi edad, ansiaba tenerlo. Cuando mi madre me llevó a la tienda de juguetes de la calle Atocha a elegir el muñeco, me quedé parada enfrente del estante rosa. Había dos variantes de muñecos frente a mí, uno era blanco y otro era negro. Recuerdo quedarme mirando el muñeco negro recordando que una niña de mi clase había dicho que le parecía mono porque era como tener un bebe de África o eso le había dicho su madre. Al final acabe llevándome el muñeco blanco, porque era el mismo que el de todas mis amigas. El mismo. Y en eso se resume casi toda mi infancia, en intentar ser igual a ellas, en que me acepten, porque cuando eres distinta, eres fuera de lo común, y ser fuera de lo común, es una buena cualidad por la que te acaban rechazando, al menos a esa edad.
Si miro la vista atrás, admito que hay momentos y recuerdos de los que podría sentir auténtica pena de mi misma, cómo le puede pasar a cualquier persona a esa edad me imagino, pero ojalá pudiera hablar con esa niña de nueve años y decirle unas cuantas cosas que su yo de 26 años piensa que le vendrían bien:
-Rebélate con tu madre por el pelo, no dejes que te ponga tanto alisado. Te va a encantar aprender a querer poco a poco tú pelo afro natural (y no hubiera estado mal, dejarlo al natural desde niña, porque ahora lo tendrías más largo y sabrías antes cómo cuidarlo)
-Acércate a niñas o niños negros. Créeme, valorarás tener cerca a gente como tú y que entiendan tus inquietudes respecto a los prejuicios raciales .
-En 2009 saldrá por fin una princesa Disney, que se parezca a ti y por tanto nadie te mirará de una manera rara cuando la menciones y es Tiana. (En 2009 ya tenía 15 años, pero bueno, una puede desear que hubiera salido antes, porque hubiera arrasado con el vestido de princesa)-Y por favor, por ti, por tus raices dominicanas y africanas, coge ese baby born negro, coge ese y coge todas las pocas muñecas negras que encuentres. Porque por muy diferentes que sean al resto de niñas con las que vas a clase o la mayoría de personas en Madrid, ese muñeco, se parece a ti y en el fondo sabes que lo único que quieres es lo mismo que todos los demás niños. Buscar un modelo o referencia con el que identificarte. Que puedas ser tú.
Chawnny De la Cruz
Joven afrodominicana, volcada en el turismo y la escritura.
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