viernes, diciembre 13

El derecho a la identidad de las niñas, niños y adolescentes afrodescendientes

En términos de la legislación civil, desde su nacimiento, niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la identidad esto significa que, además de contar con nombre y apellidos, se debe preservar la pertenencia cultural. Ésta se va formando al sentirnos representados por tradiciones, conductas, hábitos, valores, emociones y pensamientos que son parte de la sociedad en la que estamos inmersos. 

Al hablar de identidad de la niñez y juventud afromexicana que existe actualmente, así como de cualquier sector de la población, es inevitable remitirnos a la historia. Desde su ingreso masivo a nuestro país, la población africana formó parte esencial de la construcción social, económica, cultural e histórica de éste. El problema es que la mayoría desconoce esta información, hay ideas erróneas en la población, seguimos con estereotipos como: “las personas de piel oscura son menos inteligentes, aquí no hay negros, los africanos sólo eran esclavos, los negros son extranjeros”, etcétera. Y díganme, ¿a quién le gustaría identificarse con estos ejemplos? A nadie.

Sumado a esto, la falta de información dentro de las aulas desde la educación básica hasta el nivel superior, impide un reconocimiento pleno de los aportes de la población afrodescendiente, a causa de la exclusión de este contenido en los libros de texto, así como en planes y programas de estudio, también en la capacitación de los profesores. 

No podemos olvidar que hay un desconocimiento de nuestras raíces no sólo porque en la escuela no se nos enseñe, sino que la sociedad, medios de comunicación y otros organismos han negado la existencia actual de las raíces africanas. En contraste, encontramos a diario una sociedad que reafirma los estereotipos desde tempranas edades. Un ejemplo de ello se vio reflejado en el video que muestra el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) en el que a distintos niños se les enseña dos muñecos con las mismas características sólo con la diferencia de color de piel, uno negro y otro blanco.

La mayoría relacionó al muñeco negro con maldad, fealdad e inseguridad, lo que refleja la percepción negativa que algunos tienen por el color de piel desde pequeños, esto debido a lo que se nos enseña o escuchamos desde que nacemos. Esto es realmente preocupante porque ¿cómo podríamos formar una identidad con nuestras características físicas y culturales si se relacionan con estos estereotipos? ¿Cómo podemos sentirnos orgullosos de nuestro color de piel, forma de cabello, costumbres etcétera si a una temprana edad ya se nos ha dicho que tienen componentes negativos?  

Hablando de cifras, en México, cinco de cada diez niñas, niños y adolescentes aseguran que en su escuela se discrimina diariamente, según los resultados de una encuesta de (SIPINNA), el 40 por ciento considera que la principal causa de discriminación es el color de piel. 

Un ejemplo de ello, del que fui testigo, fue en una de las actividades que realizo con niños migrantes principalmente centroamericanos. Uno de estos niños fue excluido de los juegos por ser negro. Los niños que tenían entre 4 y 12 años no querían jugar con él porque su piel era demasiado oscura.

Otro ejemplo: al pensar en cómo ha influido esta idea en mi vida, recuerdo que en la preparatoria a un compañero lo llamaban con distintos apodos, no sólo por su color de piel sino también por su origen étnico, ¿qué hice? Me quedé callada. Al reflexionar sobre el porqué no hice nada, la respuesta es que siempre temí que por defender a alguien más, las burlas se trasladaran a mi persona. Tenía miedo de reconocer lo que soy, sin darme cuenta que eso de lo que se burlaban es parte esencial de mi identidad. Una identidad que en muchas de las ocasiones se va llenando de ideas falsas de nuestro pasado histórico.

La discriminación experimentada a diario en un país tan diverso como México, nos obliga a olvidar las costumbres heredadas de nuestros padres y abuelos. Este olvido de nuestro pasado histórico no se hace consciente hasta que nos encontramos nosotros como niños, niñas o jóvenes afromexicanos alaciándonos el cabello, avergonzándonos de las costumbres y tradiciones y comparándonos con los contenidos promocionales que a diario nos muestran los medios de comunicación, en los cuales no nos reconocemos porque al mexicano sólo se le relaciona con un pasado español o indígena. Lo que hace que nos sintamos extranjeros en nuestro propio país, con una pertenencia difusa por la falta de información que existe actualmente. 

Muchas de las ocasiones en las que nos vemos discriminados o discriminadas por pertenecer a una etnia diferente pasan a segundo plano hasta que nos damos cuenta de que en países como el nuestro, el color de piel influye en el desarrollo laboral entre personas que tienen el mismo grado de escolaridad y que además los universitarios de piel clara tienen más probabilidades de obtener empleos mejor remunerados en comparación con quienes tenemos la piel oscura. 

Esta ilusión de igualdad nacida desde que comenzaron las ideas del mestizaje en el que “todos éramos iguales”, se ve desenmascarada cuando las cifras muestran que en nuestro país, las actividades de jornaleros, campesinos o trabajadores domésticos son realizados, en su mayoría, por personas con piel oscura o que por el acento al hablar, tradiciones o costumbres somos blanco fácil de burlas normalizadas y aceptadas en la sociedad; que comienzan en la casa y se van reafirmando en los otro ámbitos de nuestra vida como es la escuela y el trabajo. 

En conclusión, es de gran importancia garantizar el derecho a la identidad de las niñas, niños y adolescentes afrodescendientes, una identidad que haga que estos estereotipos no nos condenen y que se mencione todo el aporte cultural que hemos dado a este país desde que existimos. Una identidad que promueva el respeto a otros de los derechos que muchas veces se ven aplastados como son el derecho a no ser discriminado y el derecho a una vida libre de violencia.


María Celeste Sánchez Sugía 

Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México, se especializa en el área de neurociencias y actualmente es estudiante de doctorado en ciencias biomédicas en el Instituto de Fisiología Celular. Colabora con las asociaciones Pozo de Vida A. C. y Dreams en la prevención y detección de abuso sexual con niñas y niños en espera de deportación como parte del programa de detección de víctimas de trata. Se reconoce como afromexicana, y considera que es de vital importancia trabajar por una sociedad justa en la que todas las diferencias sean un puente para el enriquecimiento intercultural.


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