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martes, marzo 19

¡Las personas negras mexicanas existimos!

¿Mestiza? ¿Mexicana? Me preguntaba con frecuencia. Ninguna de las dos “raíces” me identifica. No tengo rasgos indígenas ni tampoco europeos. Mi nariz chata, mis labios gruesos, mis grandes ojos, mi frente amplia, mi cabello rizado, mis caderas anchas, mi cuerpo, no concuerdan con ninguna de esas dos posibilidades; así crecí, sintiéndome extranjera en mi país de nacimiento.
‘¿Mestiza? ¿Mexicana? Me preguntaba con frecuencia. Ninguna de las dos “raíces” me identifica. No tengo rasgos indígenas ni tampoco europeos. Mi nariz chata, mis labios gruesos, mis grandes ojos, mi frente amplia, mi cabello rizado, mis caderas anchas, mi cuerpo, no concuerdan con ninguna de esas dos posibilidades; así crecí, sintiéndome extranjera en mi país de nacimiento.

– ¡Hola! Mucho gusto, ¿de dónde eres?

– Mexicana.

– Nooo, ¿cómo? Nooo, tú no eres de aquí, quizá de Guerrero, o Veracruz, pero tampoco lo creo… pareces colombiana, cubana, de algunos de esos países, eres extranjera.

Estos enunciados encabezan las conversaciones que mantengo con gente nueva y han resonado en mi caminar desde que tengo uso de razón. Cada vez que escuchaba a alguien decirme eso, me hacía sentir lejos de mis espacios, de donde crecí y nací: la Ciudad de México.

Aquí en los libros de textos de la primaria, donde nos cuentan sobre la historia de México en busca de un sentir patriótico, únicamente se habla de dos actores de la historia, los indígenas y los españoles. Estos últimos siempre son los “salvadores”, los “buenos”. De la misma forma, se nos enseña desde pequeños el amor, respeto y orgullo por nuestra nación. Acuñando estos valores a nuestra identidad mexicana, la cual es el resultado de la mezcla entre estas dos culturas, se cree que somos “mestizos”. El mestizaje es un concepto que homogeniza a la población, lo que buscó el nacionalismo del siglo XX. Por consecuencia, las personas negras mexicanas hemos sido invisibilizadas.

¿Mestiza? ¿Mexicana? Me preguntaba con frecuencia. Ninguna de las dos “raíces” me identifica. No tengo rasgos indígenas ni tampoco europeos. Mi nariz chata, mis labios gruesos, mis grandes ojos, mi frente amplia, mi cabello rizado, mis caderas anchas, mi cuerpo, no concuerdan con ninguna de esas dos posibilidades; así crecí, sintiéndome extranjera en mi país de nacimiento.

México, un país que constantemente niega el racismo, pero que cuando eres niña tus compañeros te dicen Tarzán porque “pareces de la selva”. Donde los maestros te dicen que peines tu cabello, aunque lo lleves ya recogido; donde no existe ningún referente ni representación de mujeres negras en la historia o en los medios de comunicación nacionales porque simplemente las poblaciones afrodescendientes en México han sido borradas. Los personajes negros -como Vicente Guerrero- que participaron en los sucesos importantes de México fueron blanqueados en el momento en que la historia se cuenta de manera oficial y las personas negras en los medios mexicanos de comunicación son presentadas como extranjeras.

El racismo se vive día a día en todas las estructuras, espacios e instituciones y continuará ahí toda la vida, escondido tras un ideal mestizo que, es más blanco que nada. Ahí oculto tras el clasismo y el nacionalismo racista y xenofóbico que reluce frente a las poblaciones migrantes en el país.

Frente a todo esto, una tiene que reafirmar su nacionalidad al lado de su identidad todos los días. Decir “sí, rotundamente sí, soy afrodescendiente mexicana”, porque en México también hay negros y no sólo estamos en las costas, también estamos en las ciudades.


Scarlet Estrada

Antropóloga afromexicana, estudia periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México y se encuentra redactando su tesis de licenciatura sobre la sexualización de las mujeres negras en Ciudad de México.


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