Desde la salida de prisión de los violadores de «La Manada» he visto a miles de mujeres salir a las calles para protestar. Es doloroso saber que tantas mujeres son víctimas de violaciones, agresiones y acoso sexual, que muchas no denuncian, y que viendo los resultados de este caso, seguramente, lo harán menos. Sin embargo, la ola de indignación social muestra a las claras que hay una nueva conciencia y que ya nada será igual. ¿Pero es así para todas?
Yo como mujer también he sido víctima de acoso, y en más de una ocasión. Mi primera vez fue antes de los diez años. Crecí en un barrio donde había un pervertido que perseguía a los niños enseñándoles sus genitales . Todo el mundo conocía a esta persona en el barrio, pero a nadie le importaba, se tomaba incluso a broma. Hablo de hace 20 años, y normalmente se nos comentaba que no debíamos preocuparnos porque era una persona enferma. Esto lo cuento solo para mostrar como en aquella época se normalizaban este tipo de comportamientos.
En mi etapa de estudiante, tanto en el instituto como en la Universidad, me he encontrado con profesores que me tocaban de manera inapropiada. Sé que esto le ha pasado a muchas chicas. Profesores sobones que hacían todo lo posible por frotarse contigo. Entonces no había tanta conciencia del acoso sexual. Han tenido que pasar años para darme cuenta de que muchas cosas que me han pasado en la vida pueden enmarcarse en esa definición.
Luego está la forma en que nosotros los afrodescendientes tratamos estos asuntos. En España somos un colectivo heterogéneo, de muy diversas procedencias y que aún no se articula como «comunidad». Se podría decir más bien que somos comunidades separadas por lengua, origen, religión, etc. Somos las segundas generaciones las que estamos construyendo esa comunidad en singular.
En consecuencia la forma en que nuestras comunidades tratan estos asuntos juega un papel importante en la forma en que nosotras, como víctimas, los tratamos. He conocido muchísimos casos en que no se les da importancia, o se considera que es mejor callar y esconder este tipo de cosas. Casos donde las víctimas de violación y violencia física son alentadas a perdonar a sus agresores por no crear enfrentamientos familiares. Incluso en nombre de los lazos de parentesco, nacionalidad o etnia se fomenta el pasar página. Se exige que si algo así te sucede, no pienses en ello, debes levantarte y avanzar. Hay que olvidar. Algunos casos incluso acaban en matrimonio. Las propias víctimas terminan normalizando estas cuestiones lo cual hace que se perpetúen por generaciones.
De lo que estoy hablando es del problema en las comunidades negras. En muchos casos a las mujeres negras se nos educa para ser fuertes y resistir tanto, que no sabemos cuándo está bien no serlo. No se nos permite ser emocionales o mostrar cualquier dolor. Cuando algo te sucede, debes lidiar con eso, levantarte y seguir con tu vida. Ni siquiera podemos llorar (la mujer negra fuerte). Muchas mujeres negras, en su mayoría migrantes, están fuera de los espacios de asesoramiento y ayuda a las víctimas. Piensan que eso no es para ellas, y en demasiadas ocasiones el círculo que las rodea intenta evitar que accedan a estas ayudas. Es una mezcla de miedo, falta de información y tradición. Nadie piensa nunca en los efectos psicológicos que esto tiene a la larga.
También existe dentro del activismo (no todo por supuesto) un silencio autoimpuesto con la intención de no dar argumentos a los racistas y xenófobos, a los que no nos quieren aquí. Yo misma siento ese temor cuando escribo este texto, ya que soy consciente de que nuestro principal problema es el racismo, y se que alguien lo utilizará para atacarnos. Pero creo que hago lo correcto.
Hay que dejar de tolerar el silencio por el bien de la comunidad, hay que verbalizar lo que nos pasa, hay que hablar de las agresiones y necesitamos que nuestras familias y amigos nos digan que está bien no estar bien, que está bien no ser fuerte todo el tiempo. No hablar de esto y silenciarlo no nos beneficia en nada; ni a las comunidades, ni a las mujeres negras.
Y sí, también necesitamos enseñar a los varones de nuestras comunidades a respetar a las mujeres. No todos los problemas están fuera.
Marián Cortes Owusu
Educadora. En mis ratos libres redactora en Afroféminas
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Qué tristes y whitesplainers los 2 comentarios a este texto.