Desde mi nacimiento mi vida ha tenido un alto nivel de mezclas culturales y fusiones raciales. Nacida en Venezuela y criada en Colombia con una gran familia llena de combinaciones y mixturas; abuelos blancos, negros, azules y de más colores ostentosos. Recuerdo la piel fuerte y oscura de mi bisabuela materna, con tanta lucidez, sus manos grandes y rugosas, un cabello rizado de los más frondosos. A los 90 años de edad se paseaba por las calles de Cartagena, a pleno sol de mediodía, la superficie de su cuerpo cada vez más achocolatada y hermosamente quebrantada por la vejez.
Mi niñez, y sobre todo mi adolescencia, fue un completo alboroto. Recuerdo querer ser siempre otra persona, una que se alejara de lo que yo era, viviendo en un contexto en el que no se sabía qué era mejor, si ser completamente negra o ser de una vez por todas blanca.
“La belleza del hombre desnuda el corazón de su conciencia”
Ese color oscuro y parejo me alucinaba, al mismo tiempo veía a mis compañeras de escuela y de barrio expresar sus inconformidades y sus quejas acerca de su cabello, su color de piel, sus dientes, sus pestañas y hasta el olor de sus axilas. Los comentarios hacia mi persona eran siempre encontrados, tales como: “Oye, tú no eres ni una cosa ni la otra” o “mejor tu que eres más tirando a blanquita” y yo que por dentro tenía un corazón de canela ardiendo decía: “no sé que soy, soy una mezcla rara”, siempre concibiéndome en una frontera estática de la cual no podía salir.
A los 14 años decidí alisar mi cabello, una decisión a la que fui empujada por la fuerza de la regla normalizadora, que me impulso a entrar en el círculo de las “comunes” a encajar. Mi cabello frondoso y con identidad se había reducido a un par de ramas secas quebradas por el sol y la sal del caribe colombiano.
Luego de unos años rape mi cabeza y luche en contra de las miradas corrientes, libere mi afro que vino con más fuerza, recordándome los antepasados que existieron, la mezcolanza de mis raíces y todo aquello que había olvidado entre químicos y peluqueros.
Hoy me pregunto ¿la categorización social define tu belleza? No soy negra, no soy blanca, tengo piel de atardecer y cabellos de palmera, no me determino como nada y no me limito a hacerlo.
Gracias a mi experiencia de vida emprendí un proyecto llamado Fémina Natural, el cual se lleva a cabo en Argentina, mi actual país de residencia. He traído el proyecto como una propuesta de trabajo con mujeres de raíces Europeas y Nativas. Se trabaja con turbantes y el valor cultural del mismo. La fotografía es la herramienta base, además de los tips de belleza natural que se publican en una página de facebook y en otros espacios virtuales.
En Argentina realmente hay poca cultura Afrodescendiente, por ello decidí trabajar con las mujeres que pertenecen a este lugar y trabajar justamente con una belleza autóctona y autentica.
En Fémina Natural mostramos las distintas formas de cuidar el cabello con productos naturales, las diversas maneras de usar un turbante, algunos tratamientos para la piel y por supuesto información relacionada con la cultura afro, la multiculturalidad en el país, la mujer en sus diversas formas de expresarse y la belleza natural filosófica y profunda, independientemente de la categoría en la que se la encasille.
Soy libre y me acepto en mis oposiciones, soy un collage de la vida, un cuerpo llenito de caminos abiertos, una especia de café con leche con mucha agua.
Transformo mi realidad y por consecuencia la de otros.
Tengo una belleza mezclada, pero un solo corazón, que en la tierra encuentra sus raíces, como un árbol que se arraiga al suelo queriendo volver a ser lo que un día con tanta fuerza fue.
Asami Ortiz es un afrocolombiana residente en la Patagonia de la Argentina
Aquí puedes visitar su proyecto:
https://www.facebook.com/F%C3%A9mina-natural-784043705016383/?fref=ts
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mi esposa es de st vicent and the grenadines vivimos en ny y yo amo su negrura y su cabello natural es como DIOS la creo,es una bella persona,musica bajista y la caribena comida que prepara es de lo mejor