
Cuando Megan Thee Stallion lanzó “Hiss” el 26 de enero de 2024, y el tema debuta en el número uno del Billboard Hot 100, lo que escuchamos trasciende el diss track. Es la materialización sonora de décadas de teoría feminista negra convertida en performance, en ropa, en actitud desafiante que rechaza cualquier tipo de domesticación emocional. La canción, brutal y sin concesiones, ataca a quienes la han difamado y celebra su derecho a estar enfadada. Ese debut marca historia como su tercer tema en alcanzar el top 1 en las listas, consolidando lo que ya era evidente en la música de Cardi B o SZA: las jóvenes afrodescendientes han dejado de pedir disculpas por su rabia.
La rabia negra tiene genealogía. Audre Lorde escribió en 1981 que «la ira está cargada de información y energía», ubicándola como herramienta legítima de supervivencia y resistencia para las mujeres negras frente al racismo. Angela Davis construyó su activismo sobre el reconocimiento de que la ira frente a la opresión estructural es racional, necesaria. bell hooks teorizó sobre la «oppositional gaze», esa capacidad de las mujeres negras de observar y cuestionar las representaciones que las oprimen, devolviendo la mirada con desafío. Estas pensadoras dejaron claro que lo que la cultura dominante etiquetaba como «angry black woman» (la mujer negra enojada, según el estereotipo estadounidense) era, en realidad, lucidez política encarnada. Durante décadas, esa rabia fue estigmatizada, convertida en amenaza, en signo de peligrosidad que justificaba la exclusión de las mujeres negras de espacios de poder. Mostrar enfado significaba confirmar el estereotipo, perder oportunidades, ser catalogada como «difícil» o «agresiva».
Lo que está ocurriendo ahora en la música, la moda y el discurso público de jóvenes afrodescendientes es el rechazo radical de ese mandato. La rabia ya no se oculta, se exhibe. Se convierte en look, en letra de canción, en performance que interrumpe la exigencia histórica de que las mujeres negras sean amables, contenidas, digeribles para el confort ajeno. Megan Thee Stallion, quien sufrió violencia armada y tuvo que lidiar con el escepticismo público sobre su testimonio, responde con «Hiss», un tema donde cada verso es un golpe directo a quienes cuestionaron su verdad. Su rabia tiene destinatarios específicos y la va a expresar con toda la contundencia que merece. Cuando canta sobre Megan’s Law, la legislación que obliga a registrar públicamente a agresores sexuales, está haciendo política con su enfado. No hay suavidad ahí, hay reivindicación.
Cardi B, colaboradora habitual de Megan, construyó su carrera sobre la premisa de que no tiene por qué ser otra cosa que lo que es. «WAP», el tema que lanzó junto a Megan en 2020, causó escándalo precisamente porque dos mujeres negras hablaban sin filtros sobre sus deseos sexuales. La canción alcanzó el número uno del Billboard Hot 100 y fue celebrada por la crítica como un himno al empoderamiento sexual, pero el conservadurismo estadounidense la atacó con ferocidad. Políticos republicanos la acusaron de «destruir la cultura americana», de «retrasar a las mujeres cien años». La rabia conservadora frente a la autonomía sexual de las mujeres negras es vieja, pero lo nuevo es que artistas como Cardi B y Megan ya no se disculpan. Responden con más canciones, con performances más desafiantes, con una estética que celebra el exceso, el brillo, la ocupación del espacio sin pedir permiso.
Esta estética tiene manifestaciones visuales concretas. La ropa ajustada, los colores vibrantes, los peinados elaborados, el maquillaje dramático, la joyería ostentosa: todo eso es lenguaje. Es la afirmación de que sus cuerpos merecen ser vistos, celebrados, deseados en sus propios términos. Lizzo, quien ha sido una de las voces más potentes del body positivity en la industria musical, ha usado su plataforma para desafiar las expectativas sobre qué cuerpos pueden existir en el mainstream. Su presencia escénica es una declaración política: una mujer negra de talla grande que toca la flauta clásica, rapea, canta R&B y baila con total libertad. Cuando en 2024 compartió su rutina de ejercicio en Instagram, tuvo que enfrentar acusaciones de «traicionar» el movimiento de body positivity. Su respuesta fue contundente: «Amo este culo gordo. Amo mi cuerpo». La rabia de Lizzo está en la negación rotunda a justificarse. En su derecho a cambiar, a moverse, a existir sin que su cuerpo sea material de debate público.
La escena latinoamericana tiene sus propias voces en este movimiento. En Brasil, MC Soffia representa una nueva generación de raperas afrobrasileñas que no separan el empoderamiento negro del feminismo. Con apenas veinte años, esta artista de São Paulo ha construido un discurso donde la identidad racial es inseparable de la lucha por la autonomía femenina. Su música habla directamente a las jóvenes negras brasileñas que crecen navegando el racismo estructural y el machismo. Karol Conka, pionera del rap feminista brasileño desde Curitiba, estableció las bases de este discurso hace más de una década. Sus letras desafían tanto la misoginia de la escena del rap como el racismo de la sociedad brasileña, sin suavizar ninguno de los dos frentes. MC Carol, desde las favelas de Río de Janeiro, lleva el funk a territorios políticos. Su música celebra la sexualidad femenina negra desde la perspectiva de quien la vive, rechazando las narrativas impuestas por la industria musical dominada por hombres.
La rabia como estética tiene características reconocibles. En lo sonoro, se manifiesta en bases agresivas, en voces que no se suavizan, en letras que nombran directamente a quienes han causado daño. En lo visual, en la ropa que desafía las expectativas de «decencia» femenina, en los peinados afro naturales que rechazan el alisado como norma, en el maquillaje que no busca verse «natural» sino impactante. En lo discursivo, en la negación a explicarse, a justificar emociones, a traducir la experiencia para hacerla cómoda para audiencias que históricamente han exigido que las mujeres negras sean accesibles y no amenazantes.
La industria musical ha intentado, como siempre, comercializar esta estética. Convertir la rabia en producto, en tendencia que se puede vender sin su contenido político. Ese riesgo existe y es real. Cuando marcas de moda contratan a artistas negras para sus campañas pero siguen sin incluir a mujeres negras en sus equipos directivos, cuando plataformas de streaming promocionan música afrofeminista pero no pagan con justicia, la apropiación está en marcha. Las propias artistas son conscientes de esta tensión.
Lo que esta generación de jóvenes afrodescendientes está logrando establece que tienen derecho a ocupar espacio sin hacer aceptable para la blanquitud su presencia. Que sus emociones, incluyendo la rabia, son legítimas y merecen ser expresadas. Que sus cuerpos, en toda su diversidad de tamaños, tonos y formas, son hermosos sin necesidad de aprobación externa. La estética de la rabia negra es una estética de la libertad. La libertad de ser complejas, contradictorias, molestas, brillantes, sexuales, enfadadas, vulnerables. La libertad de existir sin el peso de tener que representar a toda una comunidad de manera «correcta» o de ser siempre ejemplares.
El futuro dirá hasta dónde llega este movimiento. Si logrará generar cambios estructurales en cómo se valora y remunera el trabajo de las mujeres negras en la industria cultural. Si conseguirá ampliar los espacios para que más voces diversas sean escuchadas sin tener que moderar su mensaje. Si la rabia como herramienta política podrá mantenerse cuando la industria inevitablemente intentará neutralizarla. Lo que sí es evidente es que algo ha cambiado. Las jóvenes que hoy escuchan a Megan, a Cardi B, a MC Soffia, a Karol Conka, a Lil Keren, están creciendo con otros referentes. Con imágenes de mujeres negras que no piden permiso, que ocupan el centro del escenario, que cantan sobre sus deseos y sus enfados sin traducir su experiencia para hacerla más cómoda.
La nueva estética de la rabia negra mira hacia nuestro interior como mujeres negras. Nos pregunta qué emociones hemos aprendido a reprimir para ser aceptables. Nos invita a considerar cuánta energía gastamos en ser «razonables» cuando la situación exige furia. A reconocer que la rabia, lejos de ser destructiva, puede ser creativa, puede abrir caminos, puede construir comunidades de resistencia y alegría. Las jóvenes afrodescendientes que están redefiniendo esta estética no están esperando aprobación. Ya están haciendo el trabajo. Ya están sonando en las listas, llenando estadios, creando tendencias. La rabia negra, después de siglos de ser criminalizada, finalmente tiene su momento. Y ese momento suena espectacular.
Fuentes
Audre Lorde (1981). The Uses of Anger: Women Responding to Racism.
https://www.blackpast.org/african-american-history/speeches-african-american-history/1981-audre-lorde-uses-anger-women-responding-racism/
bell hooks (1992). The Oppositional Gaze.
https://en.wikipedia.org/wiki/Oppositional_gaze
Angela Davis (2018). What I Learned from Hearing Angela Davis Speak.
https://womensmediacenter.com/fbomb/what-i-learned-from-hearing-angela-davis-speak
Myisha Cherry (2021). The Case for Rage: Why Anger Is Essential to Anti-Racist Struggle.
https://www.newyorker.com/culture/q-and-a/a-philosophers-defense-of-anger
Kali N. Gross (2024). Vengeance Feminism: The Power of Black Women’s Fury in Lawless Times.
https://signsjournal.org/kali-n-grosss-vengeance-feminism/
The Rhythms of Rage: From Solitude to Solidarity (2024).
https://intransition.openlibhums.org/article/id/20293/
Aesthetic Blackness: Resilient Black women and the politics of race-making (2025).
https://intellectdiscover.com/content/journals/10.1386/csfb_00087_1
To Exist is to Resist: Black Feminism in Europe (2014).
https://schwarzeschweiz.com/site/assets/files/1750/to-exist-is-to-resist-black-feminism-in-europe_compress.pdf
TODOS LOS TONOS DE LA RABIA. Poéticas y políticas antirracistas (MUSAC, 2018).
https://musac.es/FOTOS/VISITAS_GUIADAS/Todos%20los%20tonos_gu%C3%ADa%20de%20sala_DEF_Oct.pdf
Redacción Afroféminas

Descubre más desde Afroféminas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
