
Mientras los titulares mundiales se concentran en otros conflictos, Sudán atraviesa la que es considerada la mayor crisis de desplazamiento del mundo. Desde abril de 2023, el país africano se ha sumido en una guerra devastadora que ha dejado decenas de miles de muertos y millones de desplazados. Lo que comenzó como una disputa de poder entre dos generales se ha convertido en una catástrofe humanitaria de proporciones épicas, con violencia étnica, violaciones masivas y una población al borde de la hambruna.
¿Qué está pasando ahora?
Desde el 15 de abril de 2023, Sudán vive una guerra civil entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS), lideradas por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR o RSF), comandadas por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como «Hemedti». El conflicto se ha extendido por todo el país, especialmente en la capital Jartum y en la región de Darfur, donde las RSF han tomado el control de la mayoría del territorio tras intensos combates.
En octubre de 2025, la situación llegó a un punto crítico con la caída de El Fasher, la última ciudad importante en Darfur bajo control del ejército. La toma de esta ciudad ha sido acompañada de asesinatos masivos, con informes de más de 2.000 civiles ejecutados en solo 48 horas. La violencia es tan extrema que las manchas de sangre en el suelo son visibles desde satélites espaciales.
¿Por qué hay un conflicto tan persistente?
El origen del enfrentamiento: Ambos líderes militares colaboraron en el golpe de Estado de 2019 que derrocó al dictador Omar al-Bashir, quien gobernó el país durante 30 años. Inicialmente acordaron una transición hacia un gobierno civil, pero ese plan nunca se materializó. Las tensiones estallaron cuando se intentó integrar las RSF dentro de las Fuerzas Armadas, lo que habría significado que Hemedti perdiera su poder independiente.
El peso del pasado: Las RSF surgieron de las milicias Janjaweed, responsables del genocidio en Darfur entre 2003 y 2005, donde murieron alrededor de 300.000 personas. Estas milicias cometieron atrocidades sistemáticas contra las comunidades fur, masalit y zaghawa (grupos de origen africano no árabe), incluyendo asesinatos en masa, violaciones y destrucción de aldeas enteras.
Intereses económicos y geopolíticos: Hemedti construyó su fortuna controlando minas de oro en Darfur. Además, múltiples potencias extranjeras tienen intereses en el conflicto: Egipto y Arabia Saudí apoyan al ejército sudanés, mientras que Emiratos Árabes Unidos ha sido acusado por Naciones Unidas de suministrar armas avanzadas, incluidos drones chinos, a las RSF. Esta intervención externa ha convertido a Sudán en un campo de batalla regional donde la paz parece imposible.
¿Qué relación tiene con la comunidad internacional?
La respuesta internacional ha sido vergonzosamente insuficiente. Estados Unidos y otros países han intentado mediar sin éxito. En diciembre de 2024, el Consejo de Seguridad de la ONU decidió poner fin al mandato de la misión de protección de civiles en Sudán (UNITAMS) sin que exista una alternativa.
El Plan de Respuesta Humanitaria para Sudán necesitaba 2.700 millones de dólares en 2024, pero solo recibió el 3,1% de la financiación. En 2025, la situación es aún peor: de los 1.800 millones de dólares necesarios para la respuesta regional, solo se ha recibido el 10%.
Algunos Estados continúan violando el embargo de armas impuesto por la ONU en Darfur, permitiendo que ambos bandos sigan combatiendo. La guerra en Sudán representa una advertencia sobre los conflictos del futuro: múltiples actores externos alimentan la violencia, los mediadores tradicionales fracasan y la paz resulta cada vez más inalcanzable.

Escala del desastre (datos clave)
Víctimas mortales: Entre abril de 2023 y diciembre de 2024, más de 27.000 personas civiles murieron según datos de la ONU, aunque el número real se estima mucho mayor. Solo en la primera mitad de 2025, se documentaron al menos 3.384 muertes de civiles, casi el 80% de todas las víctimas civiles del año anterior en solo seis meses. Otras fuentes calculan más de 150.000 muertes vinculadas al conflicto.
Desplazamiento masivo: Casi 13 millones de personas han sido forzadas a huir de sus hogares. De ellas, aproximadamente 9 millones son desplazadas internas y cerca de 3,8 millones han cruzado las fronteras hacia países vecinos (principalmente Chad, Sudán del Sur y Egipto). Esto convierte a Sudán en la mayor crisis de desplazamiento del mundo. Uno de cada 13 refugiados en el mundo es sudanés.
Hambruna: Cerca de 25 millones de sudaneses (la mitad de la población) enfrentan grave inseguridad alimentaria. En el campo de desplazados de Zamzam, en Darfur, la ONU confirmó condiciones de hambruna. Las hostilidades han destruido tres cuartas partes de las instalaciones de salud en las zonas afectadas.
La violencia sexual se utiliza como arma de guerra de forma sistemática y generalizada. Amnistía Internacional documentó la violación de 36 mujeres y niñas entre 2023 y octubre de 2024, mientras que Human Rights Watch verificó 79 casos de niñas y mujeres (de entre 7 y 50 años) violadas solo en el estado de Kordofán del Sur. UNICEF reportó 221 casos denunciados de violación de menores en nueve estados en 2024, incluidos 16 niños menores de cinco años y cuatro bebés menores de un año. Sin embargo, todas las organizaciones coinciden en que estas cifras son solo una fracción mínima de la realidad, ya que la mayoría de las víctimas no pueden denunciar por miedo al estigma, las represalias o la falta de acceso a autoridades. Los crímenes incluyen violaciones individuales y en grupo, esclavitud sexual durante semanas o meses, y violaciones como castigo o represalia.
Violencia étnica: Los ataques de las RSF se dirigen especialmente contra comunidades africanas no árabes (fur, zaghawa y masalit). La ONU ha advertido del riesgo creciente de limpieza étnica y genocidio, similar a lo ocurrido en Darfur hace dos décadas.
Un conflicto olvidado
A pesar de la magnitud de la crisis, Sudán es uno de los conflictos más olvidados de la actualidad. La atención internacional es mínima, la financiación humanitaria escasa y millones de personas sufren en el silencio mientras el mundo mira hacia otro lado.
Las víctimas son personas reales: familias desplazadas, mujeres violadas, niños y niñas reclutados como soldados, ancianos ejecutados en sus casas, comunidades enteras borradas del mapa. La comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de actuar, interrumpir el flujo de armas y garantizar la protección de la población civil.
Lo que está ocurriendo en Sudán no es una crisis humanitaria abstracta. Son vidas humanas destruidas por la ambición de poder de dos generales y la indiferencia calculada de la comunidad internacional.
Redacción Afroféminas
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