Cada 31 de agosto, celbramos el Día Internacional de los Afrodescendientes para reconocer la contribución de las comunidades afro a la humanidad y denunciar las formas de racismo que persisten. Esta fecha nos ayuda a visibilizar realidades que han quedado en silencio y a recordar que la diáspora africana es global.
Dentro de este contexto, es importante hablar de una comunidad poco conocida: los afropalestinos. Son descendientes de africanos que llegaron a Tierra Santa hace siglos y que hoy forman parte de la lucha palestina. Su historia demuestra que la herencia africana se extiende más allá de los territorios que habitualmente se nombran.

La presencia africana en Palestina comenzó con peregrinos de Sudán, Chad, Senegal y otros países que, tras visitar La Meca, se establecieron en Jerusalén. A finales del siglo XIX, muchos se asentaron en lo que hoy se llama el Barrio Africano, cerca de la Puerta de Damasco en la Ciudad Vieja. Allí crearon familias, mantuvieron su cultura y desarrollaron una identidad propia dentro de la sociedad palestina.
La vida de los afropalestinos se caracteriza por una doble opresión. Por un lado, sufren las consecuencias de la ocupación israelí, igual que el resto del pueblo palestino. Por otro, enfrentan el racismo por su color de piel, que los relega a una posición marginal incluso dentro de su propia comunidad. Esta condición de «otros dentro de los otros» les ha generado obstáculos para acceder a empleos, visibilidad cultural y representación política.
Aun así, los afropalestinos no se han quedado callados. Desde los años de la ocupación británica y, más tarde, durante la resistencia palestina, familias y líderes de la comunidad han tenido un papel significativo. Los jóvenes de hoy continúan usando las redes sociales para denunciar la violencia que enfrentan, conectando sus luchas con las de otras comunidades negras a nivel mundial. Su voz es, al mismo tiempo, palestina y africana. En esa unión está su fuerza.

El 31 de agosto nos recuerda que la diáspora africana no se limita a América Latina o el Caribe. También existe en Oriente Medio, en Asia y en otros territorios que a menudo se ignoran. Reconocer a los afropalestinos es ampliar el mapa de la negritud, dar a conocer una historia que el colonialismo y el racismo han intentado borrar, y entender que nuestras luchas están interconectadas.
Desde Afroféminas, queremos destacar que la existencia afropalestina es resistencia. Nombrarlos es un acto político, un gesto de memoria y justicia. La historia negra en Palestina también forma parte de nuestra historia colectiva. Hoy, más que nunca, reconocer sus nombres y sus luchas es una forma de afirmar que la dignidad del pueblo afrodescendiente no tiene fronteras.
Afroféminas

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