viernes, marzo 28

Si Ramata fuera blanca: El racismo institucional detrás del abuso en Barajas


El 28 de febrero de 2025, Ramata, una joven francesa de 24 años, fue víctima de un episodio de discriminación racial en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Según su testimonio, al pasar el control de seguridad, fue detenida por agentes que le exigieron retirarse la peluca que llevaba puesta. A pesar de que Ramata explicó que no había ningún motivo razonable para tal requerimiento y que estaba dispuesta a hacerlo en un lugar privado, los agentes insistieron en que se la quitara allí mismo, en público.

Cuando se negó a hacerlo en esas condiciones, fue sometida a un trato humillante. Según denunció, la rodearon varios agentes, quienes comenzaron a presionarla con preguntas insistentes y un trato intimidatorio. Finalmente, la obligaron a quitarse la peluca en pleno control, delante de otros pasajeros, sin considerar su dignidad ni privacidad. La joven describió la experiencia como profundamente humillante y traumatizante, destacando que la situación no habría ocurrido si no fuera una mujer negra.

El incidente pone de manifiesto las profundas raíces del racismo institucional en España. Este suceso refleja la discriminación sistémica que enfrentan las personas negras, y evidencia cómo los estereotipos raciales y la antinegritud están arraigados en las prácticas de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

El racismo institucional se manifiesta cuando las políticas, prácticas y procedimientos de las instituciones resultan en un trato desigual hacia ciertos grupos raciales o étnicos. En España, diversas organizaciones han denunciado la existencia de prácticas discriminatorias por parte de las fuerzas de seguridad. Por ejemplo, está ampliamente demostrado que las identificaciones basadas en perfiles étnicos son comunes, afectando desproporcionadamente a personas de origen africano, gitano y magrebí.



A pesar de estas denuncias, las autoridades suelen negar la existencia de racismo en las fuerzas de seguridad. En 2020, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, afirmaba en sede parlamentaria que las fuerzas de seguridad no son racistas y destacó su profesionalidad en la garantía de derechos y libertades.

Una situación impensable para una mujer blanca

La experiencia vivida por Ramata difícilmente habría ocurrido a una mujer blanca con peluca. La vigilancia excesiva y las sospechas infundadas hacia las personas negras son reflejo de prejuicios raciales profundamente arraigados. La insistencia en que Ramata se quitara la peluca en público, a pesar de su evidente incomodidad y de su propuesta de hacerlo en privado, muestra una falta de respeto hacia su dignidad y privacidad. Esta actitud refleja una percepción de inferioridad y deshumanización hacia las personas negras, considerándolas sospechosas por defecto.

La antinegritud en España es estructural y permea toda la sociedad. Más allá del incidente puntual en el aeropuerto de Barajas, la constante criminalización de la negritud es una realidad innegable. Las personas negras son vistas como elementos ajenos, como sujetos que deben justificar su presencia y su existencia en espacios públicos. Este trato diferencial tiene raíces en una historia colonial y esclavista que sigue marcando la forma en que se percibe y se trata a la población negra.

La antinegritud no se manifiesta solo en incidentes aislados, sino en patrones sistemáticos que afectan el acceso a derechos, la movilidad y la seguridad de las personas racializadas. Desde identificaciones policiales por perfil racial hasta la precarización laboral, el mensaje es claro: la sociedad no considera plenamente legítima la presencia de personas negras. Lo ocurrido a Ramata es una expresión más de este sistema de exclusión y violencia.

No basta con disculpas institucionales o explicaciones burocráticas. Se necesita un cambio profundo que garantice que ninguna otra persona negra tenga que pasar por la humillación que sufrió Ramata. Es hora de que las políticas antirracistas sean una prioridad real y no un mero gesto vacío. Hasta que eso ocurra, episodios como este seguirán repitiéndose con total impunidad.

Redacción Afroféminas



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