El misterio rodea la muerte de Belkis Ayón Manso (La Habana, 1967-1999); el mismo que se percibe en su obra, llena de paradojas fascinantes: rostros incompletos y sin embargo expresivos, bocas ausentes que no hacen silencio, arte hecho por una mujer sobre un mundo secreto que solo admite hombres, un mundo religioso y mágico recreado desde la mirada de una espectadora atea.
Nadie sabe por qué aquel día de 1999 la pintora se encerró en un baño y se disparó en la cabeza. Nadie conoce sus razones. Sus grabados, sí.
Las últimas obras fueron quizá la premonición del suicidio: «más oscuras y dramáticas, el espacio se reduce a círculos con un solo rostro en primer plano que introduce al espectador en un universo de agudos conflictos internos y profunda angustia existencial», se lee en el comunicado de prensa de la exposición «Colografías, Belkis Ayón», inaugurada el 17 de noviembre en el Museo Reina Sofía de Madrid.
La muestra incluye 80 obras de gran formato de las cuales 50 son colografías (casi todas inéditas) realizadas entre 1986 y 1999. Algunas se han mostrado en Estados Unidos, en el Museo del Barrio de Nueva York (2017), el Fowler Museum de UCLA en Los Ángeles (2017) y el Station Museum of Contemporary Art de Houston (2018).
Llegan a Europa por primera vez de la mano de la fundación Estate Belkis Ayón, liderada por sus sobrinas, quienes heredaron de su madre, Katia Ayón Manso (fallecida en 2019), la protección de este patrimonio familiar y nacional.
Es, además, la primera vez que se exhibe la obra de una mujer cubana en el Reina Sofía, y la segunda que se realiza una retrospectiva de un artista de la isla, luego de la dedicada a Wifredo Lam en 2016.
«La muestra se aproxima a la obra de la artista desde sus primeras investigaciones plásticas sobre la sociedad secreta afrocubana abakuá, imaginario que la acompaña desde la presentación de su tesis en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro en 1988; pasa por sus grabados al blanco y negro en la década de 1990, como medio más adecuado para expresar el drama existencial que trasluce su obra; hasta sus obras de gran formato de marcado carácter escenográfico por donde transita un complejo universo visual y simbólico que sincretiza la mitología y el ritual abakuá con los principales elementos iconográficos de la religión católica», menciona el comunicado de prensa.
La exposición está curada por Cristina Vives, del Estudio Figuero Vives, quien, además, fue íntima amiga de la artista y prefirió recordar a Ayón como una «cubana cívica» que, de haber estado viva hoy «hubiera seguido trabajando y sorteando las dificultades».
La obra de Ayón se centra en la imaginería abakuá, una sociedad secreta masculina que fascinó a esta habanera negra, graduada del Instituto Superior de Arte (ISA). Su primera obra sobre el tema data de 1985. Ayón le dedicó especial atención a la princesa Sikán, la única mujer del relato abakuá, sacrificada por los hombres.
«El protagonismo de Sikán y la similitud de sus rasgos con los de la artista evidencia un alto nivel de identificación, como si Ayón encarnara la análoga complejidad existencial y el destino de su personaje», explica la ficha de la autora. Para la última exposición antes de su muerte, pintó una serie de obras circulares y de formas irregulares. Se considera que marcan un punto de síntesis en su carrera, en el que los relatos alegóricos de la mitología de Sikán se vuelven autobiográficos, influidos con experiencias propias de la artista: «reflejan tanto a Ayón como a Sikán».
Es hasta la fecha la única artista reconocida internacionalmente con un trabajo completo en su haber dedicado a esta hermética sociedad religiosa, que actualmente cuenta con más de 30.000 seguidores. Además, como afirma Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, Ayón «ha dejado tras de sí un conjunto de obras que ocupan un lugar destacado dentro de la historia del grabado contemporáneo cubano e internacional».
«Los trabajos de Belkis, con espíritu feminista (…), retratan distintas ceremonias de los abakuá. En La cena, la princesa Sikán está en el medio de la mesa, imitando un retrato de la última cena de Cristo (…). Belkis se transformó en un referente y maestra de su técnica», detalla la web Mujeres Bacanas.
Ayón vivió solo 32 años, pero alcanzó la plena madurez artística y en su obra, además de los misterios de una religión que le estaba vedada, también mostró «los temas acuciantes de la década de 1990: la censura, la violencia, la intolerancia, la exclusión, las desigualdades, los mecanismos de control o las estructuras de poder».
Su obra es inquietante. Puede provocar curiosidad, tristeza, miedo. Es también compleja por el uso de la colografía, una técnica de grabado poco usual basada en matrices construidas a modo de collages, que Ayón escogió mientras sus colegas se enfocaban en la instalación.
«Las alrededor de 200 series de siluetas fantasmales que dejó al morir se conservan en un clima hostil como el caribeño en cajas de madera de cedro hechas a medida y rellenas de naftalina para absorber la humedad», publicó en una reseña El País. «Las sucesivas exposiciones celebradas durante los últimos años en Estados Unidos han multiplicado su interés en el mercado e incluso el Reina Sofía espera que algunas de las piezas que expone pasen a formar parte de su colección permanente».
La obra de Belkis Ayón sobrecoge. Sus personajes parecen querer encontrar algo en el interior de quien los mira, como si, al igual que la princesa Sikán, la pintora trascendiera la muerte a través de ellos.
Museo Reina Sofía. Del 17 de noviembre al 18 de abril de 2022. Edificio Sabatini, planta 3. Precio: Entrada general, 10 euros. Gratuita: de lunes a sábado (martes cerrado): de 18.00 a 20.00. Domingos: de 13.30 a 14.30.
Por GLENDA BOZA IBARRA
*Texto publicado originalmente en El Toque
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