Espiritualidad y religión no son sinónimos. Dalai Lama distinguió ambas en Éticas para un Nuevo Milenio (1): la religión relacionada con la fe en la salvación de una tradición y la espiritualidad relacionada con aquellas cualidades del espíritu humano como el amor, la compasión, la tolerancia, y el perdón que traen felicidad a otros y a una misma. En ese sentido, y asumiendo que el espíritu existe, hay diversas formas de alimentarlo y desarrollarlo. Una de ellas es la religión. Más allá de los debates antiguos y contemporáneos sobre las mismas, la religión también ha sido instrumento para oprimir los espíritus de nuestros ancestros y ancestras. En palabras de Yolanda Arroyo (2), “nuestros ancestros fueron bautizados para ser doblegados”. Por efectos del racismo y colonialismo, las religiones y prácticas espirituales de origen africano han sido históricamente marginalizadas, invisibilizadas e, incluso, criminalizadas. Esto ha tenido efectos inconmensurables en las vidas de las y los afrodescendientes en las Américas.
Uno de los aspectos impactados es el autoestima individual y colectivo de nuestros pueblos. En su libro Rock my Soul: Black People and Self-Esteem (en español, Mece mi alma: Gente Negra y Autoestima), bell hooks explica este proceso. La imposición de una doctrina cristiana fundamentalista privó a las y los Afroamericanos de una base saludable para su autoestima, ya que afianzaba la idea de no ser merecedores. “La población negra estaba esencialmente internalizando el dualismo metafísico occidental que ya estaba siendo usado para afirmar y defender la dominación”, indica hooks. Estos mecanismos, siguiendo a la autora, fueron particularmente efectivos respecto al cuerpo y la sexualidad de las y los afroamericanos. Ya otrizados mediante los estereotipos racistas sobre nuestros cuerpos como inherentemente inmundos, malvados, y corruptos, muchos abandonamos el legado positivo de nuestros ancestros para cultivar nuestros espíritus. La contracara de la opresión, sin embargo, es la resistencia.
Políticamente y a través de la espiritualidad, las mujeres negras en América Latina han ejercido resistencia al sistema de explotación y dominación. Jurema Werneck (3), afrodescendiente brasileña y activista, retoma en el campo intelectual la figura de las Ialodês en Brasil para entender el nexo entre las costumbres religiosas trasplantadas en América y el liderazgo político comunitario de las mujeres negras. En lengua iorubá Ìyálóòde, cuenta Werneck, es uno de los títulos dados a Oxun y, al mismo tiempo, una forma de referirse a la representante de las mujeres en los espacios de poder. A través del tiempo esta idea se ha ido actualizando hasta trascender las comunidades religiosas afrobrasileñas, e incluir el liderazgo y responsabilidad colectiva de las mujeres fuera de los espacios sagrados. La figura de las Ialodês nos invita a repensar el vínculo entre las prácticas espirituales y otros espacios de nuestra vida como la organización comunitaria y política.
Como resultado de la cristianización forzada, la espiritualidad de las mujeres negras se ha convertido en tabú dentro de las sociedades occidentales. Los intentos por dominar y doblegar nuestra espiritualidad han creado quiebres en nuestra existencia y autoestima. La pregunta ahora es cómo nos reconstruimos espiritualmente. No es sólo a través de la religión ni los dogmas, sino con la noción de construir y alimentar un espíritu resiliente a la opresión y la exclusión. En palabras de bell hooks, “atender las necesidades del espíritu es importante para la autorrealización, la plenitud y un autoestima saludable”. Es momento de apostar por un crecimiento espiritual genuino que nos reconcilie con el amor por quienes somos individual y colectivamente. Como mujeres negras el desarrollo de nuestra espiritualidad también es resistencia.
(1)Citado por bell hooks en Rock my Soul: Black People and Self-Esteem, p. 111.
(3) En el artículo “De Ialodês y Feministas Reflexiones sobre la acción política de las mujeres negras en América Latina y El Caribe”
Sharún Gonzales Matute
Mujer negra peruana, activista. Licenciada en Periodismo, magíster en Estudios Latinoamericanos y en Ciencia Política y Estudios de la Diáspora Africana.
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Hace falta una nueva religión atea/agnóstica, no dogmática, feminista, antirracista, ecologista y aliada de los movimientos LGBTIQ+, que estimule la formación de comunidades. En infinito5.home.blog escribo sobre ella.