[ALERTA SPOILER: DEJA DE LEER SI NO HAS VISTO LA TEMPORADA 4 DE LA CASA DE PAPEL]
Tengo el privilegio de pasar el confinamiento provocado por el COVID-19 en casa viendo series y hacer recetas de Tasty con pocas preocupaciones más. Ayer tocó maratón de La Casa de papel -no me juzguéis- y en el episodio 7 de la cuarta temporada grité emocionada delante de la pantalla.
Atención al minuto 24’49” del episodio. El Profesor convoca a Agustín, antiguo amigo de Moscow y minero asturiano dispuesto a ayudar a la banda. Éste se presenta a la cita con otros mineros afines a la causa. Detrás vemos a los mineros, uno de ellos es negro. El diálogo se desarrolla así:
-¿Son todos mineros?, dice el Profesor.
-Todos. Y todos de confianza. Astuarianos, menos este chaval… que es polaco.
Agustín señala a un minero blanco del grupo. ¡Y aquello supo a gloria! La Casa de papel acababa de señalar una evidencia para pocos en el Estado español: las personas racializadas españolas existen y además son susceptibles de ejercer cualquier profesión.
Más adelante, en el mismo capítulo, el minero negro es elegido para infiltrarse en el parking de la Audiencia Nacional con una toga de abogado. ¡Aleluya!
Esos detalles pasaron totalmente desapercibidos para mi marido francés, un hombre racializado que no entiende por qué en España se da por hecho que una persona racializada es extranjera o no ejerce un trabajo cualificado por defecto. Tuve que explicarle lo que acababa de pasar y tardó varios minutos en entender mi propósito. Probablemente también pasen desapercibidos para más de un fan estadounidense o británico.
En la misma temporada, en el episodio 4, vemos a una funcionaria racializada comprobando la identidad de Berlín en el Banco de España. Puede que esta escena se deba al hecho de que La Casa de papel es una serie producida por Netflix con una proyección internacional, pero lo cierto es que existen funcionarios racializados españoles y personas racializadas españolas o extranjeras que ejercen profesiones cualificadas.
Negro español, ese falso oxímoron
Silencio atronador. Hielo abrasador. Tolerancia cero. Negro español. El cuarto es también un oxímoron en la cabeza de muchos en el país. En todo el territorio se cuestiona la pertenencia de las personas racializadas constantemente. La insidiosa pregunta « ¿pero tú de dónde vienes realmente? » muchas veces nos pone en situaciones kafkianas, inquisidoras y desagradables. Insidiosa porque nos quiere obligar a saciar la supuesta curiosidad cándida del que cuestiona, cuando en realidad se busca que justifiquemos nuestros rasgos o color de piel.
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No entrar en los cánones físicos de lo que tantos consideran « español » es cuanto menos agotador. Vacilar entre contar tu vida, decir que vienes de fuera para evitar preguntas indiscretas o de mandar a tu interlocutor a freír espárragos es tedioso, sobre todo cuando muchas veces no volverás a ver a esa persona que te acaban de presentar. ¿Qué interés tiene dar detalles a desconocidos sobre tus orígenes o etnicidad?
En general, los medios de comunicación, el cine y las producciones audivisuales españoles no ayudan en la desconstrucción de este supuesto «oxímoron». Incluso los actores racializados se quejan de obtener siempre los mismos papeles ligados a su color de piel, casi siempre relacionados con personas extranjeras en situación de pobreza o la criminalidad. Los personajes son raramente multidimensionales o representan a personas de la familia, colegas de trabajo o amigos. Además se les suelen atribuir cualidades negativas: son vagos, violentos, analfabetos, promiscuos, desamparados, irresponsables, aprovechados o mentirosos.
El personaje de Nairobi cumple con muchos de los tópicos arriba mencionados, cosa en la que Alba Flores no ha querido extenderse, ella misma víctima de acoso e insultos en su juventud por ser de etnia gitana. ¡Cuál ha sido mi sorpresa al ver a La Casa de papel intentar aportar su granito de arena en esta lucha por el reconocimiento de la diversidad y multiculturalidad en la sociedad española!
España todavía está lejos de un cuestionamiento identitario como el de Reino Unido o Francia, caóticos y contradictorios ellos mismos, pero seguiré gritando de júbilo ante estas pequeñas victorias de la tele, con permiso de los tímpanos de mi marido.
Tatiana Rojas Brito
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
Actualmente residente en Francia trabajando en proyectos digitales
No puedo elegir entre el sancocho y el cocido. Tampoco quiero.
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