Hemos sobrevivido a las primeras semanas de cuarentena (o no). Es evidente que muchas de nosotras nunca vivimos un contexto similar, y muchas otras sí. Porque no es necesario hablar de pandemia para sentir un déjà vu al experimentar de nuevo un estado general de psicosis. En nuestros territorios de origen muchas vivíamos violencias fetichizadas por la perspectiva europea y estadounidense, por la lupa del sistema internacional de dominación. El narcotráfico, la trata de personas, la delincuencia, los feminicidios, han pasado por muchas de nosotras.
Ante esta situación, sentimos miedo, ansiedad y pánico, porque sabemos que nosotras seremos las que saldrán de esta situación peor paradas. El virus se expande, pero no mata, lo que mata es el sistema racista, imperialista y colonial que no tiene bajo su protección a miles de cuerpos racializades y/o migrantes. Que deja a la deriva a las personas neuro- diversas que viven en la calle y a personas en situación irregular que no tienen ninguna garantía económica de cara a esta crisis. Que deja en estados inhumanos a las presas en los CIE’s. Pero nada de esto es nuevo.
Pensaran que muchas han parado el activismo, que es momento de descansar, pero nada de eso es cierto. Hemos mudado de método, pero ahora mas que nunca necesitamos redes de cuidados, bancos de resistencia, personas que cuiden de los hijes de las que tienen que seguir trabajando, espacios de convivencia virtuales para quienes tienen pensamientos intrusivos. No todas estamos cobrando en casa, haciendo ejercicio y aburridas. No todas podemos parar.
La agenda mediática nos orilla a ser el sujeto marginal que ve como la sociedad se retrata como racista, machista y colonial, y durante estos días no ha sido diferente. Todas las reformas, las leyes, las ayudas, las subvenciones se enfocan en ese sector de población que permanece en la superficie, en su mayoría población euroblanca. Mi madre y las madres de muchas; mujeres explotadas, sin contrato, sin garantías, no son incluidas en las medidas que el gobierno está tomando, porque para que lo fueran primero el Estado y la sociedad tendrían que aceptar que existen, y no caer en el mismo cuento de siempre, donde las miran con paternalismo y complejo de salvadores, sino darles las herramientas que llevamos años exigiendo desde el antirracismo, herramientas emancipadoras. Cosa que al parecer cuesta mucho más que importar 1 millón de mascarillas.
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Por ello hablar de otras realidades es necesario siempre, porque vivimos por debajo de lo visible, de lo normativo, de lo común. Es necesario hablar de esas cuidadoras sin contrato que no están (y no pueden estar) sindicalizadas, de esas limpiadoras que viven la misma situación, y de cómo en ambos casos los servicios de guardería han sido suspendidos. Esto ha derivado en que muchas tengan que enfrentarse al dilema de perder su trabajo o cuidar de sus hijes. Ninguna de las opciones es fácil. Y esta situación se repite en muchos otros sectores como la hostelería y los autónomos.
Es necesario hablar de los manteros que están viviendo al día y con riesgo de desahucio al no tener ingreso ninguno. Tenemos que hablar de todos los tramites de nacionalización que han quedado paralizados y la frustración que esto genera, pues quien ha nacido aquí y tuvo que esperar hasta los 18 años para comenzar el trámite (mismo que puede durar hasta 10 años), ve como sus oportunidades se congelan, como tendrá que cargar por más tiempo la maldición del ius sanguinis. No olvidemos que además de todo esto, para sacar una cita en extranjería se maneja el nuevo “modelo de pago a abogados”, donde te será imposible agendar cita de manera individual y tendrás que pagar entre 30 y 200 euros (bendita sea @hijadeimigrantes y su campaña #tecedounacita).
Tenemos que hablar de la migración y racialización como trauma y origen de enfermedades mentales, de esas personas neuro-diversas que viven el aislamiento con ansiedad, depresión, trastorno de la personalidad, bipolaridad, disociación y despersonalización, estrés postraumático, etc., y como muchas tienen que sobrevivir ya sea en compañía o soledad, con pensamientos intrusivos y/o suicidas. Las redes sociales están inundadas de comentarios que ejercen una presión y estrés en personas neuro- diversas, imponiendo la rutina, el ejercicio y la producción como elementos de bienestar, imposibles para muchas.
Tenemos que hablar del control que el Estado hace de nuestras libertades y como a través de sus fuerzas represoras lo reproduce. Hemos sido testigo de agresiones racistas típicas de la policía que se amparan en el principio de peligrosidad para camuflar su racismo y hacer detenciones por perfil étnico. La violencia injustificada esta siendo justificada por el estado de alarma. Las fuerzas del Estado nunca nos han ayudado, nos violentan de forma implícita y explicita por tan solo existir. Una muestra más está en los CIE’s donde no están siguiendo el protocolo sanitario y donde las presas son expuestas a tratos inhumanos.
Tenemos que hablar de racismo. Tenemos que cuestionar toda la información en medios, todas las opiniones en redes que siguen invisibilizándonos. Las que morirán, las que no pararán serán las pabres, migrantes, racializades, trans y las presas. Es una cuestión de clase, es una cuestión racial. Vivimos en un permanente grupo de riesgo en esta pandemia estructural que nos limita, nos oprime, condiciona y exige que sigamos con nuestra vida como si fuéramos todes iguales. Y no lo somos.
Tenemos reflexionar, revisarnos y adquirir compromisos. Quienes puedan aprovechar el tiempo en casa ayuden a las tantas iniciativas antirracistas que están trabajando para protegernos, aprovechen el tiempo para leer sobre otras realidades, para aprender, para escuchar, porque, así como para muchas es imposible parar, también es imposible seguir existiendo en este sistema, es necesario actuar. Podemos salir de está situación con la misma concepción social con que empezamos, o podemos darle una vuelta y renovar nuestro discurso que tanto daño hace a otros colectivos.
Cuando todo esto pase, iniciará una crisis económica que afectará sobre todo a las migrantes, racializades y personas en situación irregular. Haz algo.
Aranxa Vicens
Migrante y activista antirracista. Formo parte del colectivo Resistencia en Terra Allea que promueve la lucha antirracista a través de actividades que ponen nuestras voces en común. Fui ponente en la “Mesa de debate: activismos, identidades y resistencias” organizado por SOS Racismo Galicia en 2019, he colaborado con revistas y periódicos como Revirada Feminista, Novas da Galiza y O Salto, y actualmente continuo tanto a nivel académico como personal luchando contra el sistema hegemónico colonialista que nos asfixia a todas. Siempre en resistencia.
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