jueves, noviembre 7

No es moda, es resistencia

Ver cómo un entorno moldea a una persona, experimentar situaciones que para muchos parecer “anormales” y crear una identidad propia en medio de una sociedad que exige totalmente lo opuesto es sinceramente, un acto de valentía. Este escrito quiere recordarle a la masa que no conoce y sólo rechaza que, nuestra cultura no es moda, es resistencia.

Mike Harrington/Stone/Getty Images

Sólo hace unos días me encontraba con una serie de infinitos tutoriales que le mostraban a una comunidad negra muy joven cómo trenzar y peinar su cabello de forma tradicional. Y es que últimamente mi lista de recomendados en YouTube se resume en cuidados del cabello natural, estilos protectores y formas de evitar dañarlo.  No es casualidad, desde que inicié el viaje del auto-amor y reivindicación de mis raíces africanas me he encargado de entender cómo funciona mi tez, mis rasgos y especialmente: mi cabello.

Estas personas que se dedican a compartir sus experiencias o mostrar cómo realizar trenzas por medio de YouTube me han salvado de todas las maneras que a una chica negra se le puede salvar, a ellos enserio: ¡infinitas gracias!. Esto es especialmente importante sobre todo, cuando no se crece en un entorno negro, más bien uno que cree ser ario y de manera muy sutil rechaza todo aquello que hace a la cultura negra, rica en matices étnicos.

Soy una persona multirracial, mi madre es blanco-mestiza, mi padre es negro; me identifico como afro y me siento orgullosa de serlo, sin embargo, estoy alerta de cómo mi posición es privilegiada frente a la de una chica o chico de piel más oscura, aun siendo negra experimento más aceptación social por lucir más similar a una cultura blanca. De ahí surgieron las ganas de conectarme con mis verdaderas raíces, de dejar a un lado esa cultura en la que quiero ser aceptada y más bien estar inmersa en una donde yo me acepte y no importen comentarios externos. Uno de los aspectos a los que siempre presté más atención era precisamente a mi cabello. Tardaba horas en peinarlo, alisarlo y moldearlo de tal forma que se viera “bonito” o para muchos, “presentable”. Entendí (con muchísimo esfuerzo) que mi pelo en su forma natural no era siempre bienvenido, entendí que tener más melanina para muchos significaba que yo era menos atractiva, y entendí de más imaginarios tan presentes y comunes en la sociedad contemporánea que alimentan la ignorancia y consuelan a mentes cerradas.

Entonces, fue ahí donde decidí darle a mi cabello el verdadero cuidado que se merece, descubrí las trenzas, los productos para crespos, la manera correcta de peinarlos, etc. Fue en esa etapa donde también descubrí la desagradable tendencia de la “apropiación cultural”. Seguramente el término resultado conocido para usted como lector, de hecho, en varios de mis anteriores escritos, suelo mencionar mucho esa terminología. Para hacer un verdadero análisis, es necesario que usted, quien lee este artículo, recree el siguiente imaginario: Imagine que por muchísimos años, su familia decide llevar tres tipos exactos de colores en sus prendas de vestir y a los ojos de las demás personas, estos colores no resultan ser lo más “adecuados”, sino que más bien, les dan una sensación de incomodidad, fealdad y hasta pobreza. Usted en su núcleo familiar se siente bienvenido, pero afuera de él resulta ser señalado (de manera sutil, o directa). Después de un tiempo, llega una comunidad más grande y recibe más aceptación que su familia, esta comunidad decide usar los mismo tres colores en sus prendas y a los demás parece encantarles, adoran los matices, la combinación, etc; pero cuando ven los mismos colores en la su ropa o la de su familia parece desagradarles o considerarlo como “demasiado”. ¿Entendió la referencia? Bueno, de eso se trata la apropiación cultural, es precisamente el fenómeno a través de los años donde personas de gran influencia (en su mayoría blanca) deciden realizarse peinados tradicionales de la cultura negra, utilizar prendas típicas o asociadas y hasta utilizar una manera de hablar específica la cual resulta grandiosa para el público EN ELLOS, no en la comunidad afro.

Descubrí que este fenómeno está presente a nivel mundial y no resulta de ahora o de hace unos años, el problema se remonta décadas atrás. Fue en ese momento donde con más ganas decidí hacer tributo a mis raíces, romper con normatividades, códigos sociales y lucir mi cabello como yo quería, no como a los demás les parecía “más bonito”. La aceptación social es un hecho que puede o no, definir el futuro de una persona, el rechazo es construido, los imaginaros persisten porque las mismas masas se han encargado de reproducirlo. El hecho que compañeros, amigos, familiares y demás utilicen frases como “trabajar como negro” o busquen “blanquearnos” no es más que la confirmación de un problema que trasciendo a un racismo normalizado que sigue afectando a una comunidad que se cansó de esto.

Así como la apropiación cultural y la aceptación social resultan ser problemas vigentes para la comunidad negra, este se ha encargado de tomar estos aspectos y convertirlos en símbolos de lucha. Las trenzas, los famosos “conrows”, la música y demás elementos culturales son simbología de resistencia, así como se titula este escrito: No es una moda, es resistencia. Los y las negras no sólo estamos trenzando nuestro cabello porque para nuestra estética resulte bello sino porque es algo propio, algo hermosamente personal. El proceso puede ser tan satisfactorio y re habilitante como una sesión fructífera de meditación o yoga. La conexión espiritual inmersa en estos actos culturales remonta a nosotros como comunidad, a un lugar donde nos sentimos vigorosos, aceptados y felizmente nosotros. La individualidad abarca en la auto aceptación, y para un pueblo que enfrente toda clase de actos discriminatorios resulta importante recalcar que nuestras emblemas étnicos no quiere estar en las masas, no quiere convertirse en un producto de exitosa venta comercial para ser adquirido por alguien que no conoce el significado e importancia de los mismos.

Actúo, me comporto, me expreso, hablo, soy indiscutiblemente yo por un pasado a cuestas, el desconocido pasaje que cada uno lleva a espaldas y que ha forjado la persona que es hoy en día, no es asunto de nadie juzgar el por qué me comporto de cierta manera, tal vez deberían repensarse la interacción que manejamos con el prójimo, tal vez la comunidad blanca y blanco-mestiza debería dejar el ego atrás y reevaluar la forma en la que se expresa y se refiere a las minorías y como esta afecta de tal manera a alguien, hasta el punto de cambiarle la vida.


Samara Hudgson Llanos

Escritora y artista. Apasionada por la música y el arte. Bogotá, Colombia


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