El segundo nombre de Marisol Saelo es Riókó, que en lengua bubi (pueblo de la Isla de Bioko, Guinea Ecuatorial) significa “alegría”. Y le hace justicia porque es uno de los rasgos que la definen, pero también su compromiso con las mujeres en situación de vulnerabilidad y víctimas de violencia machista con las que trabaja. Muchas de ellas son migrantes, como su familia y, pese a su situación, sonríen al ver a una mujer negra de barrio atenderlas. Y se abren. Y le cuentan. Pero hoy, es ella la que nos habla a nosotras y nos explica más acerca de las dificultades concretas que viven las mujeres que vienen de fuera.
¿Cuáles son?
Las más frecuentes y que a menudo pueden llegar a condicionar su decisión ante situaciones de riesgo son:
- Falta de redes, en muchos casos, las mujeres han venido reagrupadas por su marido/agresor y no cuentan con redes en las que apoyarse ante posibles situaciones de riesgo.
- Dependencia económica: Muchas mujeres subsisten a partir de los ingresos que perciben sus parejas como sustento de la unidad familiar y, al atravesar situaciones de dificultad, sopesan el hecho de no poder cubrir las necesidades básicas de los menores a cargo, si no disponen de ingresos propios.
- Barreras idiomáticas: cuando la comunicación no es fluida se pueden dar muchos malos entendidos en la transmisión/comprensión de la información.
- Condicionantes legales: Muchas mujeres migradas temen acudir a dependencias policiales por miedo a las posibles consecuencias debido a que se encuentran en situación de irregularidad. Si bien es verdad que en la ley se contempla la tramitación de una autorización de residencia una vez formulada la denuncia por malos tratos, la concesión queda supeditada a una sentencia condenatoria tras esa denuncia, que no garantiza en ningún caso que durante el proceso, vaya a ser dictaminada por el juzgado competente.
He observado que en el caso de las mujeres africanas, principalmente, incide con frecuencia la presión familiar desde el país de origen, esto es, en la medida que los conflictos se resuelven en muchos casos a nivel comunitario, puede llegar a tener más peso la palabra de los jefes de familia a la hora de seguir adelante o no con un proceso, que el propio nivel de riesgo al que se enfrenta la víctima.
¿Hay alguna manera de combatir esa tendencia?
En mi opinión, hay que incidir mucho en la difusión, información y orientación clara y accesible sobre los recursos disponibles y generar un clima de intervención adecuado para que las mujeres sientan la confianza de plantear sus dificultades y necesidades durante todo el proceso de intervención. Además, las técnicas y técnicos de los equipos deben estar cualificados para manejar las situaciones que se plantean en estos recursos, atendiendo a la individualidad de cada mujer, de cara a ofrecer un acompañamiento integral en dichas intervenciones.
Y en esa línea, ¿el personal del centro recibe una formación para trabajar con este segmento poblacional o aprendéis sobre la marcha? ¿qué has descubierto tú en este tiempo?
Nuestro equipo recibe formación continua específica sobre la intervención que realizamos habitualmente y, a su vez, nosotras también impartimos formación a otros equipos de otros recursos de cara a la posible detección de situaciones vulnerables y con el objetivo de favorecer la sensibilización contra la violencia de género.
La intervención con mujeres, en el día a día, constituye un aprendizaje en sí misma. He aprendido muchísimo a partir de las historias de vida que han compartido tantas y tan diversas mujeres conmigo en este tiempo y, sobre todo, de sus propias estrategias de supervivencia y respuestas frente a situaciones muy complicadas, en muchos casos.
¿Qué errores se han cometido, en general, por no entender que existen diferencias?
Considero que no atender a las necesidades específicas de las mujeres a nivel individual y como integrantes de un colectivo lleva, en el peor de los casos, a la mala praxis y a la victimización secundaria de las mujeres, esto es, a provocar que se sientan juzgadas y cuestionadas por no actuar según lo que se considera que “deben hacer”, sin tener en cuenta las propias realidades de las mujeres que, en muchas ocasiones, distan mucho de la valoración técnica profesional. A nivel colectivo, este desajuste en la definición de los programas comunitarios se traduce en la falta de participación.
Has dicho que muchas mujeres migrantes, directamente, no hacen uso de los recursos existentes ¿y las que van, cómo reciben que tú seas afrodescendiente y que, incluso, puedas conocer aspectos de su cultura por ser de origen guineoecuatoriano?
Las mujeres africanas y extranjeras que han acudido al centro se han mostrado sorprendidas de encontrarse con una trabajadora social afrodescendiente en el despacho y, en la mayoría de los casos, han establecido un vínculo muy positivo en la intervención, agradeciendo mi presencia y cuestionando, en algunas situaciones, intervenciones administrativas que les han generado malestar y que admiten no haber expuesto en otros contextos.
Y, a la inversa, ¿crees que en el seno de las profesionales de tu sector, no digo en tu centro, existen prejuicios hacia las comunidades migrantes y racializadas?
El origen del trabajo social parte de la labor asistencial y de la caridad, entre otras corrientes. Hoy por hoy, resulta muy fácil que, desde una posición de poder, se vea a una persona migrada/ racializada como desfavorecida y susceptible de ayudar desde la tendencia más paternalista. Si bien es verdad que las actitudes vienen condicionadas por los valores y principios de cada técnica/o en su individualidad al margen de la profesión que desempeña, desde mi punto de vista, en algunos casos sí que he observado la existencia de prejuicios hacia personas migradas y racializadas.
¿Tú has sentido racismo o has vivido situaciones incómodas por el hecho de ser negra y trabajar donde trabajas?
He vivido la experiencia de los microrracismos en mi ámbito laboral en distintas ocasiones vinculadas a la necesidad de justificar mi presencia de manera constante. Yendo acompañada solo me han preguntado a mí a dónde iba en entidades a las que acudía a convocatorias ordinarias. Otra vez, directamente, me preguntaron si era la chica de la limpieza al entrar a un centro y así otras tantas que he ido eliminando de mi mente por ahorro energético.
En el capítulo de “expresiones más mencionadas en mi presencia” se llevan el premio:
- “yo no soy racista, pero……”
- Tengo una amiga como tú. Cosa que me hace pensar “¿inteligente, amable, simpática?”
La más significativa fue un día que llamaron a la recepción del centro preguntando por “la chica que viene de África”.
¿A las trabajadoras sociales que estáis localizadas en el área de violencia de género alguna vez os preguntan cómo estáis?
En este tipo de programas resulta imprescindible el autocuidado y un buen clima de trabajo en equipo, entre nosotras cuidamos mucho la disposición de espacios de encuentro y “catarsis” para recargar pilas.
Normalmente trabajamos en equipos interdisciplinares que favorecen el intercambio, la complementariedad y la escucha activa. Intentamos cuidarnos mucho dentro y fuera del equipo.
¿Y cómo estás?
Cuando comencé a trabajar en este ámbito me resultaba muy difícil dejar de pensar en las situaciones que me habían planteado en el despacho a lo largo del día. Con el paso del tiempo, he aprendido a colocar cada cosa en su sitio y, actualmente, tengo un ritual para dejar todas las historias en el despacho antes de marcharme. Me siento muy bien, y muy contenta de la labor que realizo.
Dame alguna buena noticia de tu sector
Para mí, es una muy buena noticia que se empiece a hablar de afrofeminismo en España y tengo la esperanza de que se implanten medidas que favorezcan el acceso de TODAS las mujeres a todos los recursos que garanticen su bienestar en situaciones de vulnerabilidad.
Teniendo en cuenta tu trayectoria, me ha sorprendido escucharte decir que eres afrofeminista desde hace poco, ¿por qué?
El motivo principal es que llevo años trabajando en temas de igualdad, pero no ha sido hasta recientemente cuando he empezado a ser consciente del hecho de que si esta no integra la perspectiva de interseccionalidad, en mi opinión, deja de ser igualitaria en sí misma.
Ahora, que tienes más años, ¿sigues teniendo los mismos sueños que cuando estabas estudiando?
Mis sueños conservan algún elemento del pasado, pero en unos años me veo desarrollando grandes proyectos con mujeres afrodescendientes y en movimiento.
Lucía Mbomío
Periodista, actualmente en “Aquí la Tierra” en TVE
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Twitter @luciambomio
Istagram: luciambomio
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