jueves, noviembre 21

Tenemos derecho a estar enfadadas

Tenemos derecho a estar enfadadas

De cada movimiento político o social  tenemos una imagen en la cabeza, muchas veces una cara. En cierto sentido, recordamos a ese movimiento a través de esas imágenes o caras y a menudo uniendo la simpatía hacia esa causa con la que nos despierta ese rostro o esa actitud. 

Por ejemplo en España, el movimiento feminista reciente está unido al bello y amable rostro de la combativa actriz Leticia Dolera, o la lucha anti-desahucios al bondadoso, pero enérgico de Ada Colau. Suelen ser imágenes amables y positivas. Pero con el feminismo negro no pasa esto.

Mientras veo a las jóvenes negras a mi alrededor clamando por unirse al movimiento del feminismo interseccional, no puedo evitar preguntarme sobre la cara y la imagen del movimiento. ¿Qué imagen creará el mundo para contar la historia de estas mujeres cuando se les dé la oportunidad? ¿Y esa imagen dará crédito a sus quejas o socavará aún más su validez? ¿Reconocerá el mundo la legitimidad de la ira que alimenta su discurso o reducirá la pasión a nada más que al estereotipo de la mujer negra enfadada (angry black women)?

El feminismo negro nació a partir de la acción de los grupos de mujeres negras que veían sus necesidades específicas en manos de los miembros de la sociedad dominante. La idea de que la raza agrega una capa adicional de desafíos a la batalla preexistente que es la condición de mujer, históricamente ha sido rechazada por las voces blancas al mando del movimiento feminista y continúa siendo así hasta el día de hoy. Esencialmente, se pidió a las mujeres relativamente privilegiadas que consideraran que sus contrapartes no privilegiadas podrían enfrentar desafíos de los que ellos mismos estaban exentos y respondieron con un rotundo «No». De este rechazo, el rechazo que las mujeres negras han enfrentado desde siempre, creamos un movimiento propio.

No debería sorprender a nadie que la energía que desprende nuestro movimiento a veces parezca vengativa, áspera y amarga. Si el rechazo genera obsesión, ¿qué tipo de fijación producen 500 años de rechazo?

Imagina un movimiento iniciado por un grupo de mujeres que han sufrido siglos de rechazo mental y psicológico, sino que también lo siguen experimentando hoy en día, y a las que se les niega su propio sufrimiento.


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Claro que las feministas negras estamos enfadadas y tenemos todas las razones para estarlo. Tenemos dolor, estamos heridas y, en muchos casos, frustradas por la impotencia y la negación de nuestra verdad.

Tenemos derecho a estar enfadadas. La pregunta es, en que punto ese enfado impide nuestra capacidad de ser otra cosa. La lucha por los derechos de las mujeres negras es una historia compleja y de múltiples capas que se cuenta a través de las narraciones de mujeres fuertes e inflexibles que se negaron a aceptar su destino. El feminismo negro cuenta la historia de la negativa de las mujeres negras a aceptar otro «no». El estado de ánimo puede ser agrio pero el motivo, tan palpable como justo.

Solo puedo esperar que cuando la historia cuenta nuestra historia, lo hagan con comprensión, con compasión y con verdad. La feministas negras estamos enfadadas y tenemos todo el derecho a estarlo. Mi esperanza es que, en algún momento, la sociedad ya no nos lleve a eso.


Marián Cortes Owusu

Educadora. En mis ratos libres redactora en Afroféminas


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